Itápe: imaginarios del 2001 del otro lado del río

El 19 de diciembre del 2001 yo tenía 14 años y me estaba preparando para ingresar al Colegio Técnico Nacional en Asunción, Paraguay. A eso de las siete de la tarde, el profe Tato (+), de matemáticas, detiene la clase en su casa para dar la merienda, que era costumbre prepararla con sus hijxs, necesaria por la rigurosa costumbre de practicar la mayor cantidad de ejercicios de álgebra y resolverlos en poco tiempo. 

Entre las idas y vueltas, una de las hijas mayores del profe, prende la tele  -en mi casa no teníamos acceso a TV por cable- , y al poner TN vimos la imagen del chino llorando por los saqueos. Alguien en la sala exclamó: “Miren un poco lo que está pasando allá. Pobre el coreano”. 

El profe Tato se acercó a mirar la tele y con voz entrecortada dijo: “Nunca en mi vida pensé que iba a ver esto”. 

Antiguo estudiante de Ingeniería de la Universidad Nacional de Asunción, militante de la Juventud Revolucionaria Febrerista (JRF), tuvo que exiliarse un tiempo en Argentina por ser uno de lxs miles perseguidxs por el dictador colorado Alfredo Stroessner (1954-1989). Había quedado atrapado en la burbuja del uno a uno de los noventa. De ahí, la sorpresa.

Yo no lograba comprender mucho lo que estaba pasando, pero algún indicio tenía cuando horas más tarde llegué a la que entonces era mi casa, hoy la casa de mi madre, en el barrio de la Chacarita en Asunción, ubicado en la rivera del Río Paraguay, el barrio más antiguo de la ciudad y la villa más emblemática de la capital paraguaya. “Itápe oiké umi tahachípe. Péa rojapó arâ ko’â vaduláke-pe” (A los piedrazos les entraron a los policías. Eso es lo que tenemos que hacerles acá a estos sinvergüenzas). 

Esa frase de mi vieja, trabajadora doméstica, es la que retumba en mi cabeza cada vez que aquí se habla del 2001 y es el contraste más fuerte entre las miradas de dos sectores sociales de un país migrante como el mío. Pero no solamente es lo que más me llama la atención de lo que representa el 2001 vivido desde el otro lado, sino lo que después se evidencia estadísticamente pero no se visibiliza o pasa desapercibido.

Según Susana Novick (2010: 137), para el 2001 las personas migrantes paraguayas representaban la mayor colectividad migrante en la Argentina, del cual el 89% residía en el AMBA1. De acuerdo con datos del INDEC, para el año 2010 la población migrante paraguaya residente en la Argentina aumentó del 20,3 al 38,2%2. Entre los años 2002 y 2003, en plena crisis, el flujo migratorio de migrantes paraguayxs hacia la Argentina iba en aumento, principalmente el de las mujeres3.

Mientras de acá se iban los que podían, nosotrxs veníamos porque aun así, estando todo mal acá, era mucho mejor de lo que era estar allá. 

El noventa, como a la Argentina, también pegó fuerte a Paraguay, con la salvedad de que la única esperanza posible de cambio bajo la espontaneidad colectiva (la del “Marzo paraguayo” de 1999) había caído en la nada. Entonces, como siempre en nuestra historia, comenzamos a migrar hacia donde siempre nos recibieron. 

Más entrada la adolescencia, cuando comencé a sentir en el cuerpo la falta de oportunidades y comenzaban a nacer las incertidumbres de lo que iba a hacer después del colegio, a los de mi generación el “Señor Cobranza” de la Bersuit Vergarabat nos comenzó a entrar por la piel, tanto porque más allá de entender poco el lunfardo de las letras, la bronca del 2001 argento nos iba llegando hasta Paraguay porque a nosotros nos pasaba lo mismo: para el 2003, comenzó una estampida hacia afuera, con un país que económicamente estaba quebrado (tanto como la Argentina), políticamente no había rumbo y con un bono demográfico altísimo. Lo “ilógico” era que nosotrxs veníamos a buscar futuro acá, a Argentina, que en ese momento tenía pesos, patacones y otras cuantas monedas más. 

Algo que no me preguntaba en el 2001, quizás por el contexto del producto cultural argentino que llegaba hasta allá, era dónde estábamos nosotrxs. Y la verdad es que con el tiempo fui aprendiendo y al establecerme aquí comprendí con mayor razón: lxs paraguayxs somos como Rosario, siempre estuvimos (y estamos) cerca.

Entonces, ¿cuál es el saldo del 2001? Algo que quedó en los de mi generación del otro lado del río, entre lxs amigxs de la facultad, lxs del fútbol, etcétera, es que lxs argentinxs cuando hay que salir a la calle, salen. Creo que el ejemplo argentino prendió en los nacidos en este siglo que están aprendiendo allá en che retâme (mi país), pero este “ejemplo” no es solo exclusividad argentina, sino que ha tenido cuerpos de paraguayxs, de bolivianxs, de peruanxs y de muchxs migrantes. 

Así, esta crónica es un homenaje a los miles de compatriotas que vivieron ese 2001 que es tan nuestro como de lxs argentinxs. 

Notas

1 Novick, S. (2010). “Políticas migratorias en la Argentina: experiencias del pasado, reformas actuales y experiencias futuras” en Zurbriggen, C. y Mondol, L., Estado actual y perspectivas de las políticas migratorias en el MERCOSUR. Montevideo: FLACSO Uruguay, pp. 25-54.

2 INDEC (2010). Población en viviendas particulares nacida en el extranjero por lugar de nacimiento, según llegada al país, en porcentaje. Acceso el 6 de diciembre de 2021. Disponible en: https://www.indec.gob.ar/ftp/cuadros/poblacion/P32-Total_pais.xls 

3 INDEC (2010). Población limítrofe por año de llegada a Argentina. Jurisdicciones seleccionadas. Años 2002-2003. Acceso el 6 de diciembre de 2021. Disponible en: https://www.indec.gob.ar/ftp/cuadros/poblacion/y020601.xls 

Orlando I. Aguirre Martínez

Sociólogo y doctorando en Ciencias Sociales (UBA). Investigador del Grupo de Estudios de Sociología Histórica Latinoamericana (GESHAL)