Uno de los aspectos que ha diferenciado desde el primer momento a la especie humana del resto de los seres vivos de nuestro planeta es su singular relación con la muerte. A lo largo de distintos momentos históricos y espacialidades geográficas, las sociedades humanas han encarado las instancias finales de la vida mediante la mediación cultural del “ritual”. En toda sociedad, incluso en las más embebidas del pragmatismo individualista occidentalizante, a la muerte física de una persona le siguen inmediatamente distintos procedimientos colectivos que permiten a los familiares, amigos y demás afectos, despedirse física y simbólicamente de la persona sentida y, al mismo tiempo, preparar al difunto para su tránsito hacia lugares más allá de nuestra realidad humana (paraíso, valhalla, inframundo, campos energéticos, diversos planos existenciales, etcétera). Estos procedimientos forman parte de una categoría particular de ceremonias denominadas “ritos de paso”. Estos ritos permiten, tanto al grupo social como al individuo, una mediación entre el conocimiento experiencial de nuestra condición de humanos en la realidad inmediata y la incertidumbre provocada por la falta de conocimiento real de lo que se encuentra más allá de nuestra realidad material. 

El Noroeste argentino es una de las regiones de nuestro país en donde habitan, en grandes comunidades, descendientes de numerosos pueblos originarios. Aquí confluyeron históricamente tradiciones de dos grandes áreas culturales, los Andes y las Tierras Selváticas del Oriente (tradición amazónica), que viven y reivindican periódicamente la ancestralidad de su cultura e identidad. 

Parte de esa cultura se manifiesta con fuerza a través de los ritos y celebraciones y entre estos en particular se encuentran los “ritos mortuorios de paso”. Para el sujeto originario de estas tierras la vida y la muerte tienen el mismo valor. En el mundo andino, por ejemplo, al presente terrenal, tangible, lo vivo, los de abajo (Kay Pacha) no se lo puede comprender disociado del mundo de arriba, supraterrenal donde habitan los dioses (Hanan Pacha) y los espíritus (Hakaq Pacha) que son seres del más allá.

Ambos coexisten en el mismo tiempo y espacio. Se comunican y retroalimentan en cada expresión cotidiana, en cada celebración ritualizada. La vida representa el pasaje hacia lo finito que reposa en el cosmos habitado por las almas y otros seres mágicos.

Despedir a “nuestros muertos” (Uku Pacha), ofrendarlos, rezarlos durante nueve noches, es elevarlos hacia el Hakaq Pacha proclamando que su alma descanse en paz. Una costumbre cargada de sincretismo religioso en el Noroeste argentino. 

Fotografía: Celebración “Día de las almas”. Ciudad de Tilcara, Jujuy, 2014. Créditos: Sebastián Peralta.

Las concepciones prácticas y simbólicas sobre la muerte materializadas en ritos mortuorios se entrelazan con elementos de la fe católica y otras creencias occidentales impuestas durante siglos sobre las tradiciones y costumbres originarias. De esta manera, el resultado se plasma en un entramado de significaciones que otorgan entidades singulares a la vida y muerte.

Como parte de esas significaciones, muchas culturas de América Latina reivindican el día de los “muertos”, de las “almas” o de los “fieles difuntos”. Celebran desde lo parental y colectivo, la bajada y visita de las almas al mundo terrenal; y a través de un festín cargado de “ofrendas”, el reencontrarse espiritualmente, hilando recuerdos y emociones que alimentan la memoria social. Ninguna manifestación de esta magnitud resulta un hecho individual, por el contrario, lo colectivo es trascendental.  

En la provincia de Jujuy estas representaciones culturales arraigadas en la fe sagrada e indígena ancestral han sido trastocadas. Desde que se decretó la emergencia sanitaria por Covid-19, las ritualidades acostumbradas para despedir a nuestros seres queridos fueron anuladas por el actual gobierno provincial. Al presente y con el sistema sanitario colapsado y aislados, morir en soledad -la soledad de los moribundos- parafraseando a Norbert Elias, se ha convertido en un hábito doloroso de transitar.

Esta pandemia, sin duda, vino a reconfigurar nuestras maneras de vivir y también de morir. Está transformando sustancialmente las formas de encarar y ritualizar la muerte. Generan incertidumbre y angustia en la sociedad porque no solo es la persona la que muere sino también su entorno, al no poder ver, acompañar, estar, abrazar y transmitir el último adiós al ser de sus afectos. 

Los déficits del sistema sanitario provincial y la falta de respuestas concretas desde las autoridades estatales ante las nuevas necesidades denotan una clara falta de empatía por el otro. Al sufrimiento de perder a un ser querido en este contexto se suman el desamparo tras no recibir asistencia y la falta de respuestas claras sobre el lugar final que se destinará a nuestros “muertos”. Son, todos ellos, actos que deshumanizan. 

Familiares de Marcelino Benjamín Vargas, velando simbólicamente en la calle a su padre desaparecido. Fuente: Diario digital Vamos Jujuy. Diario digital Vamos Jujuy, 12 de septiembre 2020. “La otra realidad. El dolor de la pandemia en Ciudad Cultural”.

Hace aproximadamente un mes, un grupo de profesionales nucleados en el Colegio de Graduados en Antropología de Jujuy conjuntamente con el psicólogo Ricardo Peralta, tuvimos la oportunidad de escuchar y leer el relato en primera persona de Paula Robles Avalos, nieta e hija de dos personas fallecidas en el actual contexto de pandemia. El testimonio de Paula expresa crudamente una situación generalizada para muchos de nuestros con-provincianos. Su abuelo y su padre se fueron de este mundo en los tiempos de pandemia y ella no pudo despedirse de ambos de ningún modo. 

Frente a la demanda de respuestas ante estas nuevas necesidades, como profesionales de lo social, nos propusimos desarrollar un protocolo de emergencia compuesto por un conjunto de acciones relacionadas a “el duelo y los rituales mortuorios”, a ser encuadrado en un marco regulatorio flexible donde se respeten y se ejerzan los derechos inherentes a estos procesos, y que contemple al mismo tiempo las medidas sanitarias que prevengan el contagio del virus en las personas involucradas. Es decir, un tratamiento humanizado del final de la vida y la implementación de alternativas a las ritualidades funerarias tradicionales en el presente contexto de pandemia por Covid-19.  

Actualmente, y luego de haber transcurrido dos semanas de haber presentado oficialmente nuestro documento, no hemos recibido respuesta alguna por parte de las autoridades provinciales responsables. Mientras tanto, los vivos y sus muertos siguen sin poder alcanzar la paz. 

Nota 

Las reflexiones y hechos presentados por los autores se desprenden del Protocolo “Tratamiento humanizado del final de la vida y formas alternativas de despedida en contexto de pandemia por Covid-19”. Presentado a las autoridades gubernamentales de la provincia de Jujuy en el mes de septiembre del presente año. Link del Colegio de Graduados en Antropología de Jujuy: https://www.facebook.com/groups/158310170871938

Marisel Arrueta

Becaria posdoctoral UE- Cisor (Conicet-UNJu).

Sebastián Peralta

FHyCS-UNJu.

Federico Fernández

Investigador adjunto UE-Cisor (Conicet-UNJu).