¿QUÉ PASA EN ECUADOR? ENTRE LA REPRESIÓN Y EL FMI

Pabel Muñoz, legislador ecuatoriano, integró el gobierno de Rafael Correa entre los años 2007 y 2015, ejerciendo los cargos de subsecretario, viceministro y ministro del Gabinete Ministerial. Su trayectoria está ligada a la planificación integral de desarrollo, la estructura del Estado, el bienestar y la protección social.

Los sociólogos Esteban De Gori y Guillermo Levy conversaron con Pabel Muñoz acerca de las protestas masivas en Ecuador y la inestabilidad política. 

La obsesión de ellos es proscribir a Correa, pero no pueden anular su liderazgo. Nosotros también ecnontraremos nuestro Alberto, encontraremos la candidatura que necesita nuestro sector y la sociedad.

¿Cómo se llega a esta situación dramática en Ecuador, de represión y acuerdo con el FMI, teniendo en cuenta que Lenín Moreno había participado desde el inicio en el espacio de Revolución Ciudadana y fue vicepresidente de Rafael Correa?

Son dos los elementos en juego: la traición y la ineficiencia. La traición, porque Lenín llega a la presidencia con una propuesta progresista, que es la continuación de Revolución Ciudadana. Él estuvo diez años al lado de Correa, seis como vicepresidente y otros cuatro cumpliendo la representación para personas con discapacidad en Naciones Unidas. Fue parte del gobierno, pero apenas llega a la presidencia decide no ejecutar el programa de gobierno que ofreció en campaña y por el que fue votado en las urnas. Empieza así un proceso de diálogo con los sectores opositores, cuando había habido una acusación de fraude electoral que tuvo como consecuencia el recuento de un millón de votos cuyo resultado final fue incluso que Lenín había sacado más votos. A pesar de eso, tomó contacto con esos sectores y ejecutó su agenda. Es decir, la traición está dada por la implementación de la agenda perdedora de la derecha. Hay quienes han querido asumir esto como si fuera un tema personal de Correa versus Moreno, pero no es así, sino ha sido una traición al proyecto político. Esta traición supuso en América Latina la derrota del progresismo. También aquí en Argentina respecto a Macri se vio como una bocanada de aliento el poder haber ganado la presidencia en Ecuador. Han girado a la derecha, pero ni siquiera son eficientes para implementar su modelo: han hecho una política torpe y eso se ha notado en lo económico. El gobierno hizo una declaración apocalíptica de cómo estaba la economía, pero sin embargo la decisión que tomó no fue económica, sino política: una consulta popular para la reforma política que, a nuestro juicio, instala un régimen de “transitocracia”, porque todas las instituciones comienzan a ponerse en lógica de transición, lo cual provoca un caos institucional.

Lenín Moreno desatendió la economía. En dos años y medio no ha presentado un programa económico, sino más bien tres grandes momentos de medidas dispersas y encaminadas hacia la austeridad, un “austericidio”, y la disminución del tamaño del Estado por la vía del despido de funcionarios públicos.

En mayo de este año anunció un acuerdo con el FMI. Nuestra Constitución establece que si hay un cambio en la política económica o en las metas del plan nacional de desarrollo, el acuerdo, cualquiera que fuera, debería pasar por el dictamen de la Corte Constitucional y con conocimiento de la Asamblea Nacional. Ninguna de esas dos cosas se hizo. Finalmente, se implementó el “paquetazo” del FMI, tal cual como en Argentina llaman al tarifazo: austeridad, eliminación de partidas públicas y de subsidios al diésel y a la gasolina. Esto provocó una reacción inmediata del sector de transporte, luego del sector estudiantil y, por último, lo que pasa actualmente. 

¿El pedido de asistencia al FMI tiene que ver con una situación de déficit comercial, como en la Argentina, o con otra cuestión?

Comienza con el típico discurso que también hacen en otros países para justificar ajustes fiscales y el ingreso del FMI: la misma lógica de la “pesada herencia”, de la “década perdida”… Según ellos, Ecuador había gastado más de lo que tenía y la inversión pública había sido desmesurada. Sin tener en cuenta que se trata de un país que no es Suiza, sino que tiene grandes carencias sociales. Hay una gran parte de cinismo. Reclaman que ha habido mucha inversión en un país que tiene necesidades en educación, en salud, en el aparato productivo.

Revolución Ciudadana había hecho una inversión nunca antes vista por el Estado y eso generó una riqueza no en términos de plata, sino de activos para garantizar derechos e impulsar la economía nacional.

Entonces, el discurso del déficit fiscal provoca el ingreso del FMI y un crédito para fortalecer reservas. Hay que reconocer que a este enfoque lo que le gusta es cómo vienen los números más allá de cómo está la gente. El tema de la balanza comercial es muy sensible en el caso ecuatoriano porque al tratarse de una economía dolarizada depende mucho del ingreso de dólares. El principal rubro es el petróleo y lo que debería pasar idealmente es que haya más exportaciones, pero este gobierno, que tiene un esquema de libre comercio, liberó algunas partidas que de alguna manera contenían las importaciones y que como efecto secundario protegían el empleo nacional. Se abrieron significativamente las importaciones y el año anterior cerramos con un déficit de 550 millones de dólares en balanza comercial a pesar de haber tenido un precio del petróleo un 40% superior a lo que había sido presupuestado. Esto es, a pesar del superávit por la venta del petróleo, tuvimos un déficit escalofriante por la balanza comercial no petrolera: muchísima importación de bienes terminados hicieron que cerráramos con este saldo rojo. También estamos sometidos a lo que dice en esta materia la Organización Mundial de Comercio. Con Correa, buscábamos las fisuras regulatorias. Por ejemplo, cuando en esos casos, tienes una situación complicada para la economía nacional puedes implementar lo que se llaman “salvaguardias”, es decir, que aunque algún producto pudiera estar en el techo del arancel permitido, puedes subir el arancel y con eso protegerlo como una emergencia. Esto genera un doble efecto virtuoso: disminuir importaciones, y así salen menos dólares de la economía, y a la vez proteger la producción nacional. 

Al aumentar el precio de la gasolina, se decretó el paro nacional por parte de los transportistas. Luego, de alguna manera se incorporó la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), que había sido muy cercana al gobierno de Lenín y que incluso había tenido críticas al propio gobierno de Correa. ¿Por qué estos dos sectores, el transporte y el mundo indígena, aparecen en la escena política de esta forma?

En Ecuador hay tres tipos de combustibles: diésel, gasolina extra y gasolina súper. Se mantuvo el subsidio a la gasolina extra pero se eliminó el subsidio a la gasolina súper y esto significó que mucha gente migrara a la extra. Ellos querían que esta medida fuera para disminuir el gasto del Estado, pero en realidad lo aumentó. ¿Por qué pasó?

Como aquí en la Argentina, quienes están al frente de áreas sensibles son los CEOs. Pero la administración de un Estado necesita estadistas y no gerentes, porque si fuera por eso buscaríamos a los presidentes en agencias de colocación.

Con esa lógica manejan la economía. Esta es una primera explicación que marca su torpeza. La segunda es que el transporte de mercaderías y como servicio público utiliza mayoritariamente diésel. Al liberarlo, generó una preocupación en el sector por sus costos. Piensen que este subsidio había permanecido en el Estado ecuatoriano por cuarenta años. El sector de transporte salió a la calle con gran capacidad de movilización: pararon todos los buses, los camiones, los taxis. Y esto provocó el susto del gobierno. Ofrecieron así el aumento de la tarifa de pasaje a diez centavos, cuando en Ecuador hay millones de personas que viven con U$S1,50 al día. Para una familia de cuatro personas, esto supone sesenta u ochenta centavos en un ingreso diario de U$S1,5. Evidentemente es un efecto que se va a sentir. En consecuencia, el segundo sector que se moviliza son los estudiantes e inmediatamente después el movimiento indígena. Un movimiento que fue crítico durante el gobierno de Correa, pero lógicamente también crítico a los paquetazos. Recordemos que en los años 90 el gran ajuste estructural también fue frenado por el movimiento indígena. No sé si se ha reeditado ese capítulo, pero ahora hay un movimiento indígena que ha tomado el liderazgo de la protesta, apoyado por el movimiento estudiantil, y que ha puesto en graves aprietos al gobierno. 

Igualmente estás marcando un esquema en el marco de las políticas neoliberales de Lenín Moreno y no tanto en una impugnación a la tradición del programa político de Revolución Ciudadana ni de hostigamiento hacia Correa. 

Desde mi perspectiva, la desinstitucionalización del país es tan o más perversa que el paquetazo con el FMI. Sin embargo, lograron consolidar un pacto de elites nunca antes visto. Revolución Ciudadana ganó tres elecciones presidenciales en diez años y un total de catorce participaciones en urnas en gobiernos locales o consultas populares. Si uno compara por décadas, por ejemplo, el período 1996-2006 fue un momento caracterizado por que ningún presidente electo terminó su mandato, a diferencia de 2007-2017, donde una misma fuerza política ganó tres veces la presidencia. Hay una lógica de estabilidad que se convierte también en un atributo para la sociedad ecuatoriana.

La fuerza de Revolución Ciudadana llevó a que los sectores de derecha y conservadores hagan un pacto tras bastidores, que llamaron la “descorreización” del país.

Y eso propuso reformas políticas que nos las vendieron sobre la lógica de institucionalizar el país, cuando fue todo lo contrario. Por eso digo que tiene un efecto perverso. 

¿Ahí aparece la cúpula empresarial local?

Al menos en tres aristas: las cámaras productivas, el sector financiero y bancario, y los medios de comunicación. El año pasado la economía ecuatoriana no creció ni siquiera un 1%, pero las utilidades netas de la banca crecieron el 40%. Este es un régimen que ha trabajado en pro de la banca. Y los medios de comunicación, que vienen de develar el peor de sus rostros, son quienes han estado detrás del acuerdo. Según las últimas encuestas, Lenín Moreno tiene entre un 7 y un 12% de aceptación, pero podría estar en 1% que igual da la sensación de que esta suerte de pacto de elites no se va a mover, porque los medios de comunicación no señalan nada. Entonces, a pesar de que la desinstitucionalización pudo haber sido igual de devastadora que el paquetazo económico, han tenido un blindaje mediático con el gran capital de su lado detrás de esta consigna de la descorreización. Por ello, si bien eso ha significado problemas, la ciudadanía no se ha movilizado alrededor de este tema. La ciudadanía ha permitido más bien que Revolución Ciudadana siga vigente. La persecución política es brutal en el caso ecuatoriano, tanto o mucho más que acá, con la lógica de la judicialización de la política y el lawfare. Uno de los capítulos ha sido impedir a Revolución Ciudadana participar electoralmente. Tres veces intentamos un registro en la autoridad electoral para que se nos permita hacer nuestro propio movimiento, pero se nos negó esa posibilidad con argumentos que rayan totalmente lo absurdo. Sí logramos participar en elecciones locales en 2017 con un movimiento prestado. 

¿Hoy están proscritos? 

Revolución Ciudadana funcionaba bajo el membrete electoral de Alianza País. Cuando se da la ruptura por la traición de Lenín, nos dividimos: una parte se queda con Lenín y el membrete, y otra parte salimos con el objetivo de hacer un movimiento político propio. Pero ni siquiera nos dieron los formularios para juntar las firmas. Por eso, participamos en un momento prestado. Lo curioso es que ganamos en elecciones pluripersonales por concejos municipales y salimos segundos en elecciones unipersonales por alcaldes. Entonces, aunque la reacción social respecto de esta variable política no ha sido salir a la calle a protestar, sí se mantiene Revolución Ciudadana viva en las urnas.

¿De qué lado se encuentran los dirigentes de la época cuando Correa era presidente? 

La parte dirigencial está más bien con nosotros. Tienes una ruptura que la puedes ver en dos variables. Por ejemplo, en el nivel de la Asamblea, cuando ganó Lenín Moreno obtuvimos 74 asambleístas sobre 137. La ruptura significó que del lado de ellos se quedaron cerca de 38 y nosotros, 31. Fue una suerte de mitad-mitad con una lógica de prebendas y clientelismo. En cambio, en la militancia es un 90-10 a favor nuestro. Es por eso que en las últimas elecciones Alianza País estuvo liquidada prácticamente y nosotros, a pesar de que hay gente que todavía pensaba que estábamos con ellos, sacamos una votación primera para plurinominales, que es lo que me permite aseverar que el saldo en relación con la militancia es a favor nuestro.

Se fueron dando distintos procesos. Por un lado, el correísmo fue tomando fuerza sin expresión en la calle, pero sí en las urnas. Ahora hay una ruptura de cierto consenso y el centro de la política vuelve a ser la situación económica. ¿Cómo ves los escenarios posibles? ¿La fuerza que ustedes vienen armando puede de alguna manera pacificar aquello que se ha desatado? ¿O tal vez factores como Jaime Nebot o los socialcristianos podrían terminar interpretando o representando su situación? ¿Quién va a resolver el conflicto social?

Respondería en tres partes. Primero, quién resuelve en este momento. Eso va a caer en el terreno de la Asamblea Nacional. La sociedad ha puesto en el tapete un nivel de gravedad que amerita que la Asamblea Nacional entre a resolver el conflicto. Me estoy refiriendo a una salida legal y constitucional que está prevista. Como entre 1996 y 2006 ningún presidente terminó su mandato, la Constitución de 2008 lo previó para cuando tengamos situaciones de este tipo, que no sean acuerdos de medianoche ni inventos institucionales. Se creó una figura constitucional que se denomina comúnmente “muerte cruzada”. El presidente puede ejecutarla si la Asamblea obstaculiza su trabajo grosso modo, en una situación de grave conmoción social, o al revés, la Asamblea puede terminar el mandato del presidente si este se arrogara funciones. Si cualquiera de los dos hiciera esto, en siete días el órgano electoral debería convocar a nuevas elecciones generales para todo: para presidente y para Asamblea. Ya estamos en ese terreno desde mi punto de vista. La Asamblea debería decidirlo por mayoría. Si el presidente quisiera hacerlo, necesitaría dictamen de la Corte Constitucional. A todas luces tenemos una gran conmoción social, el nivel de violencia es inédito, increíble.

Ecuador cumple cuarenta años de regreso a la democracia y, cuando deberíamos estar festejando, nos hemos encontrado con las formas más atroces de las dictaduras de los años 70 en el Cono Sur: asesinatos, desapariciones y detenciones.

Ya tienes al Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, a Amnistía Internacional y a varias otras agencias de Derechos Humanos manifestando su preocupación. Cuando termine esta movilización, todas las fuerzas políticas deberán respetar que sea la sociedad quien asimile y autocapitalice esto. Hay algo que se ha criticado últimamente: cualquier deseo de pescar a río revuelto, cualquier deseo de oportunismo de las fuerzas políticas. Todas deberíamos respetar que el primer procesamiento sea social por parte de los movimientos que han estado al frente de la movilización. 

En segundo lugar, está el plan electoral, porque pase lo que pase tendremos elecciones pronto. Si nada se mueve, será en 2021. Pero si se decide ejecutar una salida, deberían ser adelantadas. Y ahí la respuesta a tu pregunta: Lenín Moreno es un cadáver político, no creo que tenga intención, pues no sacaría nada. Por otro lado, es muy sintomático que esta semana Nebot cavó su tumba. Él aparecía como el representante de la derecha más opcionado para las elecciones de 2021. Lo que pasó con la oligarquía ecuatoriana también fue atroz y son los segundos grandes perdedores. La política ecuatoriana está atravesada por un clivaje regional: costa-sierra. La costa tiene como referencia a Guayaquil y la sierra, a Quito. El epicentro político del país es Quito. Las marchas y las movilizaciones siempre han llegado allí porque es el espacio de dirimencia de lo político. Pero en este susto y esta torpeza del gobierno apenas iniciada la movilización, hicieron dos cosas nefastas: declarar un Estado de excepción y mudar la sede del gobierno a Guayaquil, cosa que solo se ha hecho dos veces en la historia republicana.

Una parte de la marcha decide entonces expresarse en Guayaquil para que el presidente sepa el malestar. Estamos hablando de la población indígena. Vale recordar que la población ecuatoriana es en su mayoría mestiza, pero cierto sector de Guayaquil tiene la creencia de identificarse como blanco. Entonces, la alcaldesa de Guayaquil junto a los representantes políticos de esta oligarquía hacen un llamado a las fuerzas vivas de su sector para impedir el regreso de estos “extraños” a su ciudad y repeler cualquier forma de caotización. Esto genera la adhesión de los sectores oligárquicos y el rechazo de los indígenas.


Cuando a Nebot le preguntan cómo está preparada la ciudad para enfrentar una movilización indígena, responde: «Díganles que se queden en los páramos», con absoluto desprecio, lo cual motiva inmediatamente que la dirigencia indígena lo declare a él y a la alcaldesa de Guayaquil como personas no gratas. Incluso aquellos que no están de acuerdo con la movilización han expresado su solidaridad con la población indígena por estas muestras de violencia y racismo. Quedaron enrostrados los sectores que resucitaron el regionalismo, la xenofobia, el racismo y el desprecio por los sectores populares. La sociedad va a reconocer que los sectores progresistas estuvimos desde el inicio opuestos al paquetazo neoliberal. 

Correa está claramente enfrentado a la oligarquía pero también tuvo muchos problemas con el sector indígena. ¿Dónde está la base de sustentación de su progresismo en términos de sectores sociales?

En sectores populares no-indígenas y en sectores de clase media. Valdría ver en la lista de autocrítica por qué no pudimos sostener una mejor relación con el movimiento indígena, pero eso no significa que no haya habido sectores indígenas que votaron por Revolución Ciudadana. 

¿Puede haber ciertos sectores altos que exijan que alguien ponga orden? Parecería ser que la opción Nebot está terminada pero efectivamente a Lenín lo siguen manteniendo. ¿Esto tiene que ver con un consenso anticorreísta, pero hasta cuándo? Incluso la fuerza de Guillermo Lasso puede decir: “Hasta acá llegamos, Lenín”, para retirarle su apoyo. La foto reciente con los militares, que lo avalan y apoyan, es muy fuerte, sobre todo en un país donde se trata de una institución prestigiosa. Aclaremos que las desapariciones en Ecuador ocurrieron en las democracias. ¿Cómo ves la fisura y la posibilidad de abrir un llamado a elecciones?

También tenemos expresidentes cuya última foto fue con militares horas antes de que le quitaran el apoyo, con lo cual eso no garantiza estabilidad. Nosotros debemos empezar acciones legales en el ámbito internacional para dar cuenta de la configuración de un delito de odio. Porque en esta coyuntura tal vez lo más grosero ha sido inventar la historia de que detrás de la movilización es Correa que lidera con Maduro desde Venezuela. En la lógica del anticorreísmo han dicho que Correa se robó setenta mil millones de dólares de la economía de Ecuador. Y después son tan burdos los argumentos que supuestamente ahora necesita la plata de Maduro.

Dicen que Correa se robó el 70% del PBI. ¡Hasta se copian los términos! Incluso, la figura del cuaderno. Porque cuando quieren demostrar un caso de corrupción aparece una supuesta colaboradora de Correa con un cuaderno diciendo que ahí está todo lo que recibió de sectores privados para ser transferidos a campaña.

Cuando se hace el peritaje del cuaderno, por el código de barras, que es el DNI del cuaderno a través del cual sabes cuándo se imprimió y cuándo salió a circulación, salta que fue violentado. Los abogados de la defensa se dan cuenta de que no podían sostener por mucho tiempo esa mentira y la involucrada dice que en un vuelo de Quito a Guayaquil, ¡que dura 30 minutos!, siete años después sintió el impulso de escribir toda la plata que había recibido, registrándolo hasta con con centavos. Entiendo que aquí ni siquiera apareció el cuaderno. Plantean una lógica de vandalismo acusando al correísmo. Han utilizado todo el aparataje estatal y las cadenas nacionales para enrostrarnos a todos los dirigentes de Revolución Ciudadana bajo la lógica casi, casi de los más buscados. «Esta es la dirigencia correista», así exacerban el anticorreísmo. Pero desde mi punto de vista el libreto que Lenín debía cumplir para las elites ya lo hizo. Ya no es funcional a esos intereses, con lo cual no tendrán empacho en desprenderse de un presidente que ya hizo lo que ellos pretendían. 

Desde afuera, se ve un movimiento progresista que estuvo en el poder a lo largo de una cantidad de años sin un anclaje del sector empresarial ni de los medios de comunicación ni de aliados en el poder judicial. Algo parecido al kirchnerismo, a diferencia del caso venezolano, donde el apoyo de las fuerzas armadas es importante para Maduro. ¿Acaso Correa no pudo construir alguna alianza con el sector empresarial o la fuerzas armadas? 

Con las fuerzas armadas, ventajosamente no. Cuando estás en el gobierno, la lógica es que no te quiten el apoyo, antes que el hecho de que te lo expresan abiertamente. No hay intención de ganarse afinidad política de sectores militares, pero sí de no perder su apoyo cuando estás en el ejercicio del gobierno. Del empresariado, una parte sí lo apoyó: la microempresa y la producción vinculada con el mercado interno. Porque encontraron factores que les permitieron impulsarse.

¿Y con los medios de comunicación? 

Nada. Están muy concentrados. Los medios públicos habían sido uno de los grandes avances de Revolución Ciudadana, porque antes no existían. Pero ahora no hay posibilidad de balancear: tienes a los medios públicos y a los medios privados en contra de Correa. 

¿Existe la posibilidad de cuajar algún proyecto nacional frente a la exacerbación del clivaje regional? ¿Hay margen para la construcción de un proyecto que pueda recrear una opción superadora en un país que atraviesa una división política y a la vez regional? 

Este conflicto va a clarificar las coordenadas de las disputas políticas de las próximas elecciones. Por un lado, los sectores progresistas vamos a nuclearnos alrededor de un ideal e imaginario nacional y popular. Vamos a cerrar esa fisura que se ha vuelto a abrir sobre el clivaje regional y devolver un sentido de proyección de desarrollo. Esto es lo más terrible: perdimos los proyectos de desarrollo nacional porque antes, mal o bien, con sus críticas, sabíamos hacia dónde estábamos caminando. Necesitamos una suerte de matriz nacional popular, un Estado que cumpla un rol en el mecanismo de distribución de los sectores deprimidos. Por otra parte, hay una hipótesis, hoy más clara, de que la coordenada que va a jugar la derecha es a lo Brasil.

Hay determinados sectores cuyo discurso va en la búsqueda de un Bolsonarito, un Bolsonaro criollo. La derecha conservadora va a decir que frente al caos, la movilización y el desorden, se necesita mano dura, que el gobierno ponga a raya a los manifestantes.

Hay espacio para la recuperación de una perspectiva de matriz nacional popular, pero también se abrió un espacio para que la derecha se nuclee sobre un discurso más reaccionario. 

Pero una agenda homofóbica y antiderechos como la de Bolsonaro, ¿sería popular en Ecuador? 

Hay indicios que te podrían decir que sí. Por ejemplo, cómo se han activado los movimientos conservadores alrededor de impedir la despenalización del aborto en el caso de violación. O la tradición del Opus Dei en fuerte oposición también al matrimonio igualitario, que fue aprobado por la Corte Constitucional.

¿Cuál es el papel de los Estados Unidos? En el caso de Macri, el apoyo de Donald Trump para conseguir el endeudamiento más grande la historia de la Argentina y del FMI fue clarìsimo. ¿Cuál es su incidencia en Ecuador?

Desde el punto de vista académico, soy enemigo de las teorías conspirativas. Pero en el lado político y realista en el que vivo y me desenvuelvo no tengo duda de que sí.

La variable de persecución política es tan repetida y tan calcada, en un copy & paste en Bolivia, Ecuador, Brasil y la Argentina, que no tengo duda de que hay una operación de parte de las embajadas de los Estados Unidos en nuestros países.

No se da la dimensión para que esto forme parte del discurso de Trump, pero sí para que Mike Pence haya visitado Ecuador. El ministro de Defensa es un claro seguidor de este tipo de políticas y hoy ha dado posibilidad a que los Estados Unidos operen en las Islas Galápagos. Es decir, es un gobierno entregado cien por ciento a los intereses de los Estados Unidos.

¿Cómo ves el rol de Correa, que está fuera del país? Nosotros tenemos la fórmula de un liderazgo, como el de Cristina Fernández, que de alguna manera habilita una opción como la de Alberto Fernández, no solo para descomprimir, sino también para ampliar el juego político. ¿Y cómo te parece que puede ser interpretado el proceso argentino en la coyuntura ecuatoriana en los espacios progresistas ecuatorianos?

Respecto de la primera pregunta, nuevamente la variable de la persecución política va a aparecer. Es una variable real. Si no me equivoco, en este momento Correa tiene 29 indagaciones de fiscalía y está avanzando su procesamiento por el caso de un secuestro en Colombia, que fue juzgado en Colombia y que en el caso ecuatoriano quieren juzgarlo por el Código Penal anterior al que está vigente. Sin embargo, es un proceso que no le impediría participar. Pero como seguramente ellos saben que la vertiente de Revolución Ciudadana cuenta con posibilidades electorales, sospecho que van a querer avanzar con cualquiera de las otras causas y, sobre todo, con las que le puedan impedir la participación, esto es, las vinculadas con fondos públicos. Van a buscar proscribir e impedir que Correa vuelva. Pero eso no quita que sea el gran elector de Revolución Ciudadana. Y ahí me pasó a la segunda pregunta. Sostengo que la Argentina de hoy está dos años adelante y nos da la posibilidad de tener una bola de cristal. Una figura como Cristina es un símil de Correa en Ecuador, con la diferencia de que en Ecuador van a avanzar hasta no dejarlo. Creo que si Cristina no fuera senadora, habrían hecho lo mismo. A Correa lo van a proscribir, pero gracias a esta distancia de tiempo que tenemos, nos da un poquito de respiro para encontrar nuestro Alberto en el sentido de entender el tipo de candidato que quiere nuestro sector y la sociedad. Tanto la derecha como nosotros, en la izquierda y en el progresismo, vamos a estar muy tentados de que los candidatos no vengan de nuestras filas, sino que sean outsiders antes que cuadros consolidados. Todo eso está por verse, pero para la sociedad ecuatoriana es importante ver a quién impulsa Rafael. En las últimas elecciones no importaba tanto quién era la persona, sino a quién dijera Correa.

Entrevista: Esteban De Gori y Guillermo Levy