Sí, son Vicentin

En las últimas semanas, científicas y científicos sociales, militantes del proyecto nacional y popular, intelectuales progresistas y una parte de la ciudadanía se preguntan cómo un propietario de un Citroën destartalado puede salir por las calles de una gran ciudad argentina con una bandera que lleva pintada la consigna: “Yo soy Vicentin”. ¿Qué tiene que ver un conductor de semejante reliquia, que por ahí hasta tiene problemas para llegar a fin de mes, con los dueños de una empresa cerealera poderosísima? Aunque parezca extraño, la vida cotidiana de quienes se sienten amenazados por la intervención estatal en Vicentin probablemente tenga puntos en común con la gestión de esta empresa.

Después de todo, si algo salió mail, no es su culpa, sino de la crisis permanente en que vive el país. Quizás su tren de vida esté por encima de sus ingresos, porque les prometieron un paraíso de consumo y bienestar al otro lado del arco iris. Quizás desconfían de los subsidios estatales, que en lugar de enseñar a pescar, les dan pescado a quienes no tienen trabajo. Pero si una pandemia mundial los deja varados en el exterior, quizás no vean mal exigir al Estado que les pague gastos y pasajes de regreso. El neoliberalismo, como lógica del capitalismo tardío, según la definía en los años 1990 Fredric Jameson, hermanó las prácticas de los grandes empresarios con las de hogares de muchos menos favorecidos, no solo en la administración de los recursos económicos, sino también en sus hábitos sociales y gustos políticos. Desde esta perspectiva, no parece tan extraño, entonces, que haya empresarios y trabajadores que apoyen gobiernos que implementan planes económicos basados en el endeudamiento, que dañen, aún más, sus ya deterioradas economías.

Quizás tengan deudas que no pueden pagar, pero no les gusta que nadie les reproche cómo han llevado sus cuentas.

Pero hay una forma más literaria de contar todo esto. Se puede decir que quienes se sienten Vicentin sin serlo son los Thénardier de la vida. ¿Cómo olvidar a estos poco entrañables personajes de Los Miserables de Víctor Hugo? El matrimonio que sabía hacer de la desgracia ajena una ventaja. Su única felicidad radicaba en que hubiese siempre un pez más chico en la escala social del cual aprovecharse. Por ello, es muy fácil identificarlos con la maldad y la mezquindad del Lumpenproletariat, o la pequeña burguesía, como hace el autor. Sin embargo, una segunda lectura de la novela de Hugo nos revela que el mal no se esconde en un solo hogar. El propio héroe, Jean Valjean, no es un dechado de virtudes. Son sus defectos, de hecho, los que lo redimen. Son las terribles cosas que ha vivido las que lo llevan a enfrentar algunas injusticias (no todas) de las que es responsable o testigo. Fantine, la madre sacrificial, tampoco es demasiado útil, ni en la trama, ni en la vida de su hija, ni en el cambio de realidad social que la circunda.

Por ende, no hay que apresurarse a juzgar a los Thénardier como lo peor de la comedia humana. De hecho, son sus hijos, y no la insufrible y aburrida Cosette, por la que Fantine dejó su virtud, su belleza y su vida, quienes se sacrificaron por la Revolución. Éponine Thénardier luchó hasta desangrarse sin lograr el amor de Marius, el joven intelectual rebelde. Y su hermano, el pequeño Gavroche murió defendiendo las barricadas obreras.

No deberíamos enojarnos tanto, entonces, con los Thénardier de la vida, sino reconocer qué de ellos hay en nosotros mismos, incluso en quienes creemos estar más ideológicamente comprometidos con la felicidad del pueblo o la lucha contra el capitalismo. Y recordar que en el lodo donde los Thénardier se embarran buscando las pertenencias de los muertos, para apropiárselas, pueden esconderse las flores de un futuro mejor.

Gabriela Rodríguez

Licenciada en Ciencia Política (UBA), magíster en Sociología de la Cultura (UNSAM), doctora en Ciencias Sociales (UBA) y doctora en Filosofía (Paris 8). Trabaja como Investigadora Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y del Instituto de Investigaciones Gino Germani. Docente de Fundamentos de Ciencia Política I en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.