“¡Sinais! ¡Fortes sinais!”. Bolsonaro, abstención y fake news

Una de las cuestiones que más llaman la atención del ascenso fulgurante del capitán Jair Bolsonaro (Partido Social Liberal) es su repentismo, la velocidad de su progresión demoscópica. Reiteradamente es presentado como un fenómeno súbito, un rayo en un día sin nubes. Esta observación, alentada desde el bolsonarismo como una especie de certificación de autenticidad popular en procura de un cambio genuino y producto de un hastía con la política gradualista y pactista de siempre, merece algunas objeciones.

El 43% de los asistentes a las protestas antigubernamentales de junio y julio de 2013 tenían entre 14 y 24 años, según Ibope. El PSL leyó como pocos la trama de la desafección.

Gentileza de Adão Iturrusgarai, publicado en el diario Folha de São Paulo.

Como en 1989, 2018 fue configurando lentamente un escenario de orfandad para una amplia franja del electorado afectado por la crisis. Como en 1960, 2018 se caracterizaba por una creciente preocupación pública sobre la corrupción como fenómeno estructural de la clase dirigente que actuaba en Brasilia. Como en 1955 (por razones distintas), 2018 padecía la ausencia de un liderazgo de masas que concentrara el favor de una primera minoría sustancial del electorado. Sin embargo, estas tres coyunturas críticas no conforman el núcleo fundamental que dio espacio y mercado electoral al bolsonarismo. En este sentido, estimamos más útil revisar dos factores: la abstención electoral del votante joven y las nuevas formas de las fake news.

Dos características estructurales se vienen reconociendo, incluso oficialmente sobre el electorado brasileño, durante los últimos diez años. La primera es su envejecimiento. En 2014, la franja de 20 años o menos había perdido 800 mil electores, según el Tribunal Superior Electoral. El sector de entre 35 y 64 años había crecido más de 5 millones, y la de más de 65 años, en más de 2 millones. Un caso es la región del Vale do Paraíba, región entre Minas, Río de Janeiro y San Pablo, tres principales colegios electorales. Fundamental durante el ciclo del café en la historia del Brasil y asiento de la industrialización varguista de los años 40, la población de más de 70 años creció bastante: 24% en cuatro años. Según la encuesta Datafolha, el elector de más de 45 años compone el 40% del voto de Bolsonaro en estas elecciones de 2018. Una parte fundamental de ese electorado eligió a Dilma Rousseff en 2014, formando ahora parte del colectivo de desencantados y afectados por la crisis económica. En cierta medida, el PT de Fernando Haddad aún resiste en esa franja: junto con la ruralización de su voto, el petismo justifica en ese sector el 46% de los votantes del primera vuelta. No es precisamente en esta población donde el cambio es notorio, aunque altere la dinámica de configuración del electorado. Ya en 2014, la fuga de votos del petismo hacia Marina Silva fue clara: mientras que para Dilma el elector de entre 16 y 34 años representaba el 41% de sus base electoral, según Ibope, para Aecio Neves representaba el 44%, y para Marina Silva, el 51%. La revuelta venía del sur-sudeste, el sospechoso de siempre a la hora de auscultar el antipetismo. Pero comenzaba a inundar las capitales de los Estados y sus respectivas periferias empobrecidas. El interior y su apoyo al gobierno del PT podía no ser suficiente, y no lo fue. Pero la desafección era perceptible también en los contornos de las protestas callejeras de 2012, 2013, 2015 y 2016. Como muestran los estudios de Helcimara Telles de la Universidad Federal de Minas Gerais, y Wendel Damasceno, de la Federal de Juiz de Fora, el perfil de los manifestantes coincidía con perfiles jóvenes, con enseñanza media, no necesariamente votantes de Aecio Neves o el Partido de la Social Democracia Brasileira (PSDB) principal referente de la oposición al PT. Eran pertenecientes en gran número a la escala más baja de la clase media de las capitales. Ellos se manifestaban en paralelo a grupos de renta más alta, blancos, con altos grados de escolaridad, y con fuertes niveles de información y uso de redes sociales. El primer grupo explica el 47% del voto a Bolsonaro. El segundo, el 32% , según la encuesta de Datafolha del 3 de octubre. El sur y el sudeste explican el 68%; la renta familiar debajo de los cinco salarios mínimos, el 71%. Pero no sólo en las manifestaciones comenzaba a mostrarse el incipiente descontento del voto joven. Uno de cada cinco votantes entre 16 y 17 años sacó el título de elector. El electorado de esa franja etaria que efectivamente sacó documento de elector se derrumbó en 16 años, tocando la peor cota en 2018: pasó de 2,2 millones en 2002, a 1,4 millón en 2018. La franja desafecta y su uso de redes sociales, fueron factores tenidos en cuenta en esta campaña: Kim Kataguiri, de 22 años y fundador del Movimiento Brasil Libre, protagónico en las protestas de 2015, fue electo en 2018 diputado por Demócratas, versión moderna del antiguo ARENA, partido de la dictadura militar. Acaba de lanzar su candidatura a la presidencia de la Cámara baja brasileña. André Fernandes, youtuber de éxito en el nordestino Ceará (su canal personal fue el de mayor cantidad de accesos en la capital del Estado en 2016), se transformó en líder de las juventudes del PSL, transformándose en el diputado electo más joven de la Cámara, con 21 años. El 43% de los asistentes a las protestas antigubernamentales de junio y julio de 2013 tenían entre 14 y 24 años, según Ibope. El PSL leyó como pocos la trama de la desafección

Por Sergio Langer

El 81% de los electores de Bolsonaro tiene cuentas en por lo menos una red social, y el 61% se informa por whatsapp. Este último porcentaje cae a 38% cuando se interroga a votantes del petista Fernando Haddad.

Las redes sociales forman parte del otro expediente delicado de esta campaña. A partir de Datafolha, podemos decir que el 44% de los brasileños se informan vía whatsapp. Un estudio liderado por Pablo Ortellado, investigador de la Escuela de Humanidades de la Universidad de San Pablo analizó 347 grupos públicos de whatsapp, evaluando las 50 imágenes más compartidas por usuarios de la ciudad capital. El 56% resultaron falsas o sacadas de contexto. El tema no es menor: en la India, la difusión de información falsa por el whatsapp generó incidentes callejeros y asesinatos en la vía pública. Sin embargo, su influencia es fundamental. El 81% de los electores de Bolsonaro tiene cuentas en por lo menos una red social, y el 61% se informa por whatsapp. Este último porcentaje cae a 38% cuando se interroga a votantes del petista Fernando Haddad.

Los caminos de la desafección dibujaron sus contornos en 2014, bajo los vapores de las manifestaciones de 2012 y 2013. La crisis económica, el impeachment de 2016, la emergencia de candidatos outsiders a granel en las municipales de aquel año y la recesión continua dieron el último toque que faltaba para facilitar el mayor proceso de jubilación de políticos al cual Brasil asistió desde 1985. Los actores se negaron a ver las señales que el electorado y la población venían emitiendo hace tiempo. Pero como dice el lema de un candidato “nanico”, el democristiano Eymael, ahora los avisos no son leves, sino que son bien claros: “¡Sinais! ¡Fortes sinais! (¡Señales! ¡Fuertes señales!).