Dialogamos con Gustavo Marangoni acerca de la diferencia del paisaje actual con el año 2003 al tiempo que analiza el vínculo entre la Provincia de Buenos Aires y el Ejecutivo nacional. El politólogo y expresidente del Banco Provincia responde a los principales interrogantes en materia económica para los tiempos que siguen.
Si tuvieses que describir sintéticamente la complejidad de la Provincia de Buenos Aires, ¿qué dirías? ¿Cómo explicás que hace poco más de un año María Eugenia Vidal era la dirigente con mejor imagen del país y que meses después un economista porteño muy ligado a CFK -que había perdido una elección con un oscuro dirigente del PRO a fines del 2017- le arrebata la gobernación por más de 10 puntos?
La PBA es muy compleja. Desde el punto de vista económico, aporta el 40% del producto bruto y recibe solamente entre el 18 y el 20: hay una enorme asimetría. Los principios de coparticipación tienen que ver con lo devolutivo y con lo solidario o lo redistributivo. En la PBA impera el redistributivo por sobre el devolutivo de una manera muy importante. Por lo tanto, en un Estado provincial con aproximadamente 600 mil puestos públicos y cuyo presupuesto, cuando las cosas están más o menos estables, alcanza solo para cubrir ese tipo de gastos y cualquier tema extra hay que dialogarlo con Nación, la situación es muy vulnerable.
El segundo elemento tiene que ver con el hecho de que la Provincia también es procíclica. Si el marco nacional es de crecimiento, ese crecimiento se va a reflejar en la PBA porque el 40% de la riqueza se ubica en ese entramado industrial. Pero cuando sucede lo contrario, la Provincia también es quien más recibe el impacto. Con lo cual, no me parece un patrón azaroso que los últimos gobernadores surjan de su estructura externa: Vidal, Scioli, Ruckauf, Solá. Eso también es el reflejo político de una imposibilidad que está dada por la propia geografía política. Hay que remontarnos al origen de la conformación del Estado nacional para darnos cuenta de que cuando Mitre, después de la Batalla de Pavón, decide cruzar la frontera y reintegrar o construir la Argentina moderna con la hegemonía de la Provincia de Buenos Aires, está absorbiendo una tensión que nunca se resolvió. Siempre hubo pujas y siempre las va a haber. Esto excede la sintonía o la simpatía personal entre el presidente y el gobernador. Es una relación signada por el estrés, porque además las otras provincias también existen. Entonces, si sos más generoso con la PBA, probablemente las otras provincias te reclamen en la medida en que estás decidiendo sobre recursos que siempre son escasos y finitos.
El gobierno de Macri fue bastante generoso con la gobernación de Vidal, ¿o no?
Un poco más generoso con la entrega de los recursos discrecionales para compensar el Fondo del Conurbano. En realidad, al revisar los números, ves esa laxitud pero tampoco alcanzó para compensar determinadas asimetrías. No se resuelve por una cuestión de pertenencia partidaria o buena relación entre el Ejecutivo nacional y el provincial, porque hay otros jugadores en el contexto. El tamaño sí importa, porque si se divide a la PBA en tres partes, tendríamos a la primera, a la segunda y a la tercera provincia más importantes de la República Argentina. Y si lo hicieras en cuatro, también.
¿Y con respecto a la derrota de Vidal cómo se explica este derrumbe inesperado?
Tiene que ver estructuralmente con la crisis económica y la unidad del peronismo. En 2017, durante el mini apogeo de Cambiemos, el peronismo fue dividido. Así y todo, la victoria no fue tan holgada. Cristina sacó el 37, Randazzo entre el 4 y 5, y Cambiemos el 41, 42%. Eso fue en el mejor semestre económico del oficialismo, cuando el peronismo estaba dividido. Al terminarse ese veranito económico y cuando el peronismo se une, en la jerga de los que tenemos algunos años, Berugo Carámbula diría “Alcoyana-Alcoyana”. Se dio una crisis de tal magnitud que impactó en el cordón industrial del conurbano y en el interior de la Provincia.
Por poner un ejemplo, la empresa Gatic en Coronel Suárez tenía 4400 empleados en 2013-2014. Hoy desapareció. Esa empresa no solamente daba empleo a Coronel Suárez, sino a todos sus alrededores. Podemos mencionar también a la planta de Adidas en Chivilcoy. El rubro textil fue el más sufrido. En el orden nacional se calcula que cerraron aproximadamente entre 27 mil y 30 mil pymes. No es algo que se pueda neutralizar con empatía o carisma.
Estamos hablando del sector industrial formal, pero todo eso repercute en la economía informal de una manera mucho más brutal, con decenas de miles de personas que vieron afectados sus ingresos. Algo imposible de revertir con mensajes o apelaciones.
Con respecto a lo que viene, ¿cuáles son los condicionantes que tendrá el gobierno a diferencia de los que tuvo Néstor Kirchner en el 2003? ¿Cuáles serían para vos los grandes lineamientos a transitar?
En orden de importancia, pero no secuencial, porque hay que encarar todo junto, lo primero indiscutiblemente es renegociar la deuda. Es indispensable. Los mercados ya descuentan eso y no va a poder ser “a la uruguaya”, es decir, incorporando solamente la extensión de plazo, sino que también exige una quita. Hay tres elementos cuando se negocia cualquier deuda: capital, interés y plazo. La uruguaya fue solamente por plazo: ganaron tiempo. Pero acá hay que negociar por lo menos el interés, porque los números son contundentes.
Entre capital e intereses, los vencimientos son de 169 mil millones en el conjunto de los próximos cuatro años.
Por supuesto, hay que mirarlo con un zoom, ya que una parte es la famosa deuda intra sector público, que se supone que es más administrable aunque igualmente genera algunas cuestiones. La deuda pública es de 315, 317 mil millones de dólares. De esa cifra, hay que desagregar lo que corresponde a instituciones. Por ejemplo, el FMI, el Banco Mundial, organismos internacionales, intra sector público, bonistas. Estos últimos representan 130 mil millones de dólares, que es lo que tiene que ir a la renegociación. De ese número, hay 30, 35 mil que son bajo ley argentina y el resto, ley de Nueva York. La ley argentina es el proyecto del famoso reperfilamiento, que se supone que debería ser más sencillo, porque no tiene la cláusula de que si el 66% te acepta, el otro restante no puede negarse. Esto es lo más urgente. Para el año que viene la Argentina necesitaría concretamente 29 mil millones de dólares si no hubiese ningún tipo de renegociación. Por eso el tema de la deuda es indispensable. El más ortodoxo de los economistas se sentaría a negociar, porque aunque haya voluntad de pago, no hay capacidad.
¿Qué va a pasar de aquí al 10 de diciembre?
La semana pasada tuvimos una muestra: aún con restricciones venimos perdiendo combustible del tanque de una manera veloz. La ecuación es lógica porque nos fuimos quedando sin reservas.
El superávit comercial se ha ido en atesoramiento de dólares, lo que es una soberana locura. Suponete que nosotros cuatro tenemos 20 litros de agua para sobrevivir en medio del desierto y ustedes tres se van a dar una vuelta y cuando vuelven me encuentran en pleno baño de inmersión, y yo te digo “¿No tengo derecho?”
Ya el límite de compra por 10 mil era una enormidad. Hay dificultades para sectores que necesitan conseguir los dólares para importar. Porque hay dos prioridades: cumplir con el compromiso del pago de la deuda y garantizarles a aquellos que necesitan los dólares para comprar bienes intermedios que lo puedan hacer. En este contexto, eso tuvo una sola explicación: financiar la campaña electoral más cara de la historia de la República Argentina.
Aunque Espert hubiera ganado las elecciones, iba a haber restricción de capitales igualmente. ¿Por qué? ¿Porque en la Argentina faltan dólares? No. ¡La Argentina está inundada de dólares! Hay 600 mil cajas de seguridad con un promedio de 50 mil dólares por caja. Son 30 mil millones de dólares. Pero en el Banco Central sí faltan dólares. Va a haber restricciones por mucho tiempo.
¿Cómo se soluciona el tema de las Leliqs?
Las Leliqs representan otra base monetaria. Han bajado porque en estos últimos días no se han podido renovar todas las que vencían, pero hasta hace poco podíamos calcular 1,2 billones de pesos en Leliqs. Eso quiere decir que hay 2,4 billones de pesos dando vuelta, lo cual tiene un fortísimo potencial para un fenómeno hiperinflacionario. No digo que la hiperinflación esté a la vuelta de la esquina, pero sí a tres cuadras. El tema de la Leliqs podría resolverse de forma voluntarista al ir bajando la tasa de interés, pero ¿qué garantía hay de que eso no va a presionar sobre el tipo de cambio? Hay que hacer un plan integral respecto de cuál es la política monetaria, fiscal, la negociación de la deuda, la política productiva en materia de exportaciones y gravámenes. Es muy difícil dar una respuesta asertiva.
¿Y en cuanto al carácter bimonetario de la economía argentina, cómo lograremos acabar con esta dualidad?
El tema de la cultura bimonetaria es un hecho. Afortunadamente muy pocos plantean la dolarización, ya que eso no resolvería ninguno de los problemas, además de que nos sumergiría en una depresión mucho mayor. Pero tampoco podemos ignorar que existe. Si la moneda tiene tres funciones, el peso no cumple cabalmente ninguna. Y buena parte sí lo hace el dólar. Hay que pensar de qué manera los recursos de las cajas de seguridad, el dinero que la gente tiene en el colchón, pueden insertarse en el esquema formal. En un contexto de desconfianza es difícil, pero así como hubo en algún momento un blanqueo para los grandes capitales y el punto débil fue que la gran parte se quedó afuera, hoy hay que ver cómo hacer para que quien tiene una cantidad modesta de dólares, que a lo mejor le servirían para comprarse un auto o un departamento relativamente pequeño, lo pueda hacer aunque no lo tenga todo declarado. ¿Cómo hacer para que se incorporen a la economía formal? Esa es una preocupación para el próximo gobierno. Ahora me voy al otro extremo: si Del Caño hubiera ganado, también lo tendría que pensar.
¿Qué hay que hacer para levantar las economías regionales, hoy en día en crisis?
Lo primero es reactivar el consumo, de manera urgente. La empresa necesita hoy capital de trabajo, es decir, la posibilidad de acceder a un descuento de cheques sin ir a una cueva que lo mate. O un adelanto de una cuenta corriente en el banco a tasas que tienen que estar, como mínimo, neutras o negativas, porque si no, no sale. El gran problema del entramado productivo durante estos años es que sufrieron la tormenta perfecta: perdieron clientes, les subieron los costos y desapareció el crédito. Nadie puede funcionar así. Es necesario que haya clientes, que te bajen algunos costos, esto es, que te faciliten impositivamente algo, y que te agilicen alguna línea de crédito para capital de trabajo. La Argentina tiene que aumentar su nivel de inversiones, que está en el más bajo de los últimos quince años. Pasamos de la lluvia de inversiones al nivel más bajo de inversión sobre el producto bruto.
¿Y el tema de los precios?
Hay 20 o 25 productos para los cuales hay que hacer un acuerdo, pero no “de caballeros”. Precio cuidado, control de precios… el nombre no me importa. Pero esos precios no pueden aumentar. Hay que establecer una accesibilidad para todo lo que tiene que ver con pan, aceite, cortes básicos vacunos, pollo, en otras palabras, los 20 o 25 productos de la canasta básica familiar. Eso va a involucrar también el tema de las retenciones. Sabemos que los alimentos están 10 puntos por arriba de la inflación, lo cual genera que el primer decil haya caído tanto. Los empresarios más importantes del sector lácteo dicen que su facturación cayó un 45%. El consumo de leche fluida cayó 10 litros per cápita. Y el rubro farmacéutico: la venta de remedios recetados también cayó. La gente va a la farmacia con tres recetas y pregunta cuál es el medicamento que se lleva en función del precio. Todo eso marca la dimensión. Por eso no me parece desubicado plantear que el PAMI, que ya tiene dos tercios de cobertura de medicamentos, cubra el tercio restante. Y, por lo menos, para el segmento más consumidor que haya un acceso gratuito.
¿Y de qué manera se logra que el sector financiero cumpla su función de canalizar la inversión?
Se puede mejorar y perfeccionar lo que se hizo en el pasado.
Lo primero que hizo Sturzenegger cuando asumió en el Banco Central fue cancelar la línea de inversión productiva, que no representaba ningún costo para el Estado. Fijate qué paradoja: el gobierno supuestamente más pro mercado terminó convirtiendo el sistema financiero en un prestamista del Banco Central. Y un gobierno populista tenía a todo el sistema financiero prestándoles a las empresas. Hay algo que no cuadra.
La demanda interna se puede reactivar, pero el problema es el frente externo.
Sí, pero también el frente interno, porque estás en un marco de desconfianza muy grande. El verdadero debate empezó el Coloquio de IDEA, cuando los mil empresarios líderes pidieron consensuar y la continuidad de algunas autoridades, como las del Banco Central, la AFIP, la UIF, la Oficina Anticorrupción o la Procuraduría. Quieren consensuar a quienes los regulan. Dos años atrás, ni hablaban de consensuar. Y en 2015 eran partidarios de hacer lo que hicieron: no dejar nada de lo existente. Eso señala una “paritaria” pendiente, en términos sindicales. No se puede gobernar ignorando lo que ellos representan.
No hace falta ser Miliband para ver cuál es la relación de los funcionarios de los últimos años con las empresas. No hacía falta seguirlos en una suerte de laberinto oculto… De Shell al Ministerio de Energía, del HSBC a la UIF, eso no es sano. No corresponde para un Estado. Pero tampoco es sano para el propio sector privado porque terminan «conflictuándose» los intereses. La desconfianza de ese sector frente a la política nacional popular o populista es algo a pensar.
¿Por qué Macri fracasa? ¿Por impericia, por su adoctrinamiento ideológico, porque son una banda de empresarios que hicieron sus negocios con el Estado y no les importa nada más? ¿Qué es lo que pasó?
Hay un poco de todo. En marzo de 2016 había escrito un artículo que se llamaba “Demasiada confianza en la confianza”, en donde exponía que ellos creían que la confianza que ellos mismos inspiraban era tan grande que iba a resolver per se problemas que son estructurales. Hay una autopercepción de que la llegada de los meritócratas y probados CEOs iba a generar una suerte de encantamiento para disciplinar de alguna manera a la economía argentina. Eso no sucedió. En segundo lugar, un dato no menor: no se puede ser juez y parte, no se puede patear el córner y cabecear. La existencia del Estado justamente tiene que ver con la construcción de un ente jurídico capaz de administrar. Y hay fuertes condicionamientos ideológicos. En la Argentina hay dos visiones, no digo dos partidos políticos, sino dos culturas: la patricia y la plebeya, cada una con sus limitaciones. Pero las limitaciones de la Argentina patricia han demostrado ser mucho más profundas y perjudiciales incluso para sus propios intereses.
Cuando hablás con la gente del Coloquio de IDEA reconocen fuera del micrófono haber perdido mucha plata. Tenían mejores niveles de utilidades los años anteriores. Es lógico: para el sector automotriz no era lo mismo vender un millón de autos que 150 mil. Del sector alimentos, ni hablar. Algunos tuvieron serios problemas de balances. Arcor, la empresa modélica de la globalización argentina, tuvo por primera vez un balance negativo. Es un gobierno de profesores de universidades de elites. El pizarrón es una cosa y la gestión estatal, otra. Aquella foto tan icónica de Sturzenegger y la plana mayor del Central con la inflación de 10 +/- 2 es un retrato de época, el fresco que sintetiza cuatro años de gestión. Después dijeron 15… Y fue un 47%. Arlt diría “Se van a morir de un error de imprenta”.
Yo estoy convencido de que Argentina tenía que salir del default. Pero ellos hicieron la más fácil, porque su contacto era el sector financiero de Wall Street y no Washington. Pensaron en los fondos de inversión porque trabajan ahí y aunque fuera la solución más rápida, también resultó la más cara y volátil. Además de toda esta deuda, la Argentina tiene un financiamiento aprobado con distintos organismos internacionales como el BID y el Banco Mundial por 33 mil millones de dólares. ¿Cuánto se ejecutó de eso? El 20%. Y en el caso de la PBA, que tenía 2 mil millones, se ejecutó solamente el 7%. La subejecución es el problema de una gestión ineficiente, no tiene otra explicación. Trump respaldó el crédito que la nomenclatura del Fondo no quería hacer. Eso solo se pudo formalizar a través de una decisión política.
¿Y el Banco Provincia?
No soy ni objetivo ni neutral, ya que trabajé ocho años ahí. Pero puedo asegurar que es lo mejor que tiene la PBA en cuanto a su funcionamiento. Porque es una herramienta para aumentar, desarrollar y asistir a las pequeñas y medianas empresas. ¡No para hacer descuento con las tarjetas de crédito en el supermercado! Y si esa es tu política esencial, como si fueras un banco privado, te recomiendo leer la Carta Orgánica.
Entrevista: José Cárcamo y Guillermo Levy
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