El 20 de marzo se desdibujaron los contornos de la vida cotidiana. La sensación inmediata estuvo asociada a la rigidez de los límites que implican el cumplimiento del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO). Pocos días después, sin embargo, todo comenzó a ser más endeble. Aquello que solíamos hacer de forma parcelada pasó a integrar un único y gran momento, la cuarentena, en el cual las tareas y actividades se repiten en loop dando forma a una continuidad que, insolente y repentina, explicitó todas y cada una de las contradicciones que atraviesan las condiciones en las que producimos.
Las modificaciones rápidas de nuestras condiciones de existencia suelen ponernos en crisis, en tanto requieren transformaciones de nuestro comportamiento para las que no estamos preparados. Ante ello, muchas veces se activan sistemas de defensa que buscan proteger a nuestra estructura psíquica de la conmoción, aunque en algunos casos pueden resultar profundamente disfuncionales, en tanto no se ajustan a los requerimientos que la realidad nos impone para actuar.