Horacio Lutzky: “En el tema AMIA el macrismo es un menemismo recargado”

Repasamos junto al abogado y periodista Horacio Lutzky la trama que une a la mafia de los años 90, los intereses internacionales, los atentados contra la comunidad judía y el encubrimiento. El autor de los libros Brindando sobre los escombros. La dirigencia judía y los atentados entre la denuncia y el encubrimiento (Sudamericana, 2012) y La explosión: terroristas, nazis, carapintadas, políticos y traficantes. La conspiración tras la explosión de la AMIA y la embajada de Israel (Sudamericana, 2017), y coautor junto a Miriam Lewin de Iosi, el espía arrepentido (Sudamericana, 2015), describe el atentado a la AMIA como la punta de un iceberg que el gobierno actual sigue manteniendo bajo la superficie.

¿Cuál era tu vinculación con la comunidad judía argentina el 18 de julio de 1994? ¿Cómo reaccionaste? 

En ese entonces era director de Nueva Sión1. Cuando fue la explosión, sentí temblar los vidrios de donde funcionaba la revista. Recuerdo particularmente la plaza de Salguero y Perón: una bandada enorme de pájaros, un estruendo que parecía lejano y muy fuerte a la vez. Tuve un mal pálpito instantáneo, no me preguntes por qué, pero ya había pasado la bomba en la Embajada de Israel. Minutos después fuimos con un compañero, Lito Jantzis, en taxi hasta el lugar, pero en un momento ya no se podía avanzar: vidrios, escombros, corridas, gritos, desesperación. Me acuerdo de caminar y gritarle a un par de canas que estaban ahí, de consigna y con cara de nada, y también instintivamente lo que después se confirmó: era zona liberada. La policía, lejos de cuidar a la comunidad, como mínimo encubrió y muy probablemente fue parte de la preparación del atentado. Se respiraba algo que después se fue confirmando… Luego de rebotar de un lado para el otro, llamados, contactos, hospitales y listas, con un par de compañeros decidimos hacer lo que podíamos hacer, lo nuestro: cubrir periodísticamente y empezar a fijar posición en medio de todo el dolor. Pude terminar el editorial de ese número sin aflojar, pero después me recuerdo llorando contra la pantalla. De inmediato naturalmente asumimos un tono fuera del dolor, un tono de reclamo político frente al menemismo, con sus personajes nefastos que no se sabía qué hacían en el poder, con influencia en las fuerzas de seguridad, en migraciones, en la aduana, en Ezeiza, lo que después se conoció como la pista siria. Aparecieron temas vinculados que tampoco conocíamos tan claramente, pero que tenían que ver con el tráfico de armas y con una política demasiado permeable para elementos vinculados al fascismo y al nazismo, no solo respecto de la ideología de la dictadura, sino con otros aspectos no tan sabidos como los vínculos con los ustachas croatas. Existía una cantidad de antecedentes que se sumaban a algo bastante típico del neoliberalismo, que también estamos padeciendo ahora: una justicia absolutamente mediocre, condicionada e inexistente, que en esa época se conoció como “los jueces de la servilleta de Corach”. Esa misma semana sacamos muy apurados un número que en algún punto se puede considerar histórico. 

Escribí el 20 de julio del 94 una nota que salió publicada el viernes 22. Era una carta abierta al presidente Menem con reclamos que para ese entonces fueron vistos como muy duros. Algunos párrafos fueron levantados por el New York Times, o sea, siendo un periódico comunitario, modesto y pequeño, esa voz fue tomada como un reclamo de un sector de la comunidad judía. Por supuesto que otros medios mostraron a otros sectores que ya entonces se perfilaban en una línea distinta. Tanto un sector nacional como otro internacional empezaron a hilvanar un relato que decía que todo era un tema exclusivamente internacional. Quedaba todavía flotando con mucha incertidumbre lo que se articulaba como un reclamo hacia el papel de las fuerzas de seguridad: la zona liberada, las promesas luego del atentado a la Embajada de Israel, la justicia inexistente. Una “grieta”, por así llamarla, comenzó a prefigurarse en esas mismas horas. En cuanto pudimos sacar el periódico a la calle, ese mismo viernes, lo presentamos en un acto que se organizó en la sede de Tzavta2 y Nueva Sión, que fue multitudinario porque la gente estaba muy angustiada y necesitaba reunirse. Tras el atentado a la Embajada dos años atrás, había mucho miedo y mucha bronca. Recuerdo también que participó Dov Puder, un funcionario israelí que había venido para dar una primera visión política y seguramente articularla con la versión del gobierno de Menem. 

En ese momento me llamó la atención la arenga tan clara y muy directa contra Irán así como la necesidad de combatir al terrorismo iraní. Sin tener la menor idea de las grandes polémicas que vendrían después, sentí la necesidad de decir que como argentino y como judío argentino mi prioridad y mi necesidad eran saber quiénes perpetraron el atentado a nivel local. Indudablemente fueron manos argentinas, no sé a quién obedecieron, pero si no íbamos tras ellos, como argentino no me alcanzaba ni me servía.

En otras palabras, ¿hubo una intención de la dirigencia comunitaria local, del gobierno de Menem y de Israel de indilgarle el atentado a Irán sin demasiados elementos, al tiempo que también existió otra voluntad, la de no meterse demasiado con el entramado argentino del atentado?


Sí, y esto después se profundizó en el juicio con otros agregados que me constan directamente. Por un lado, finalmente recién en mayo de 2019 un fallo del Tribunal Oral Federal 2 dice con todas las letras: “Se ocultó la pista siria”. Se conocieron los fundamentos pero, por supuesto, fueron ninguneados por la prensa general. Desde hace 20 años vengo proclamando que nos juntemos a debatir la DAIA, la AMIA, los dirigentes y los abogados, de a muchos o de a pocos, pero sí o sí, con público en directo. Nunca quisieron. De hecho, se realizó un debate cuando presenté mi libro Brindando sobre los escombros, pero se excusaron como lo hacen sistemáticamente. Waldo Wolff sí vino a un debate pero aclaró que solo podía hablar de Nisman y no de la causa AMIA. Hay utilizaciones políticas arteras: primero se prefiguró con que fue Irán y nada más, después fuimos viendo si fue Irán… 

Calcado de la bomba en la Embajada de Israel…

En realidad se vino a subsumir lo de la Embajada en el caso de la AMIA. Yo había sido asesor de la comisión de juicio político contra la Corte Suprema de la Nación por no investigar el atentado a la Embajada. Fui el único periodista que tuvo acceso a todos los expedientes de la Corte. Nilda Garré3 me convocó como voluntario en 2002. Lo que entonces vimos es que desde el primer atentado hasta el segundo, no habían hecho absolutamente nada. La famosa declaración de la Corte de que fue Hezbollah quien puso la bomba data recién de 1999. Durante los dos primeros años la Corte cajoneó el expediente, no llamaba ni siquiera a declarar a los custodios que se habían borrado. Fue una cosa vergonzosa: claramente había una decisión política de no molestar a la Policía Federal. Entonces: era Irán, no había que tocar la cuestión local ni tampoco indagar en la pista siria. 

Cuando desde Nueva Sión empezamos con el tema de la pista siria, Menem salió a decir que iba a querellar a los “periodistas delincuentes” que lo acusaban de haber encubierto una pista que involucraba a su familia. Nos mencionó a nosotros y al diario Río Negro, que por la misma época había publicado una investigación espectacular de Norberto Bermúdez y Carlos Torrengo sobre cómo fue la financiación de la campaña electoral de Menem en base a la fondos de Siria y Libia, con promesas irresponsables. Publicaron las cuentas bancarias y hasta los invitados de Gadafi para su asunción en 1989. 

¿El silenciamiento tendría que ver con ocultar cosas que Menem le prometió a los sirios y que no cumplió? 

Esa es una de las patas. Pero sea o no la motivación, luego se confirmó muy claramente que había una decisión de dejar afuera del expediente la pata siria local e internacional. Siria local, porque los primeros días se hablaba de Kanoore Edul y otro personaje del que no se hablaba: Nassif Haddad. Los dos fueron liberados el 1º de agosto de 1994. Nassif Haddad era un libanés, dueño de la empresa de volquetes Santa Rita, un minero que tenía adquisiciones por una cantidad enorme de amonal, que fue el explosivo que se dice que voló la AMIA, y que nunca pudo justificar. Supuestamente iba a hacer alguna construcción en un dique. A la semana del atentado, era el número uno entre los sospechosos. Todos ellos, del entorno de Menem. La familia Kanoore Edul era íntima, lo ayudaron a Menem a comprar un departamento, tenían lazos económico-financieros y de amistad. Todo esto se demostró en el primer juicio y mucho más en el juicio por el encubrimiento. Son cosas que están fuera de discusión. El 31 de julio en horas de la tarde hubo un pedido de todos los fiscales federales para que se fuera a detener a los Kanoore Edul y a Nassif Haddad por un montón de circunstancias. El volquete de Nassif pasó esa misma mañana por el terreno que manejaba Kanoore y después se supo que llamó a Telleldín. Edul tenía en su agenda a Mohsen Rabani, considerado hasta hoy uno de los principales sospechosos. Haddad también tenía manejo de explosivos y otras cosas que menciono en mi libro La explosión. Nassif Haddad termina siendo proveedor de la AMIA. Deja así un volquete cinco minutos antes de la explosión. Esta hipótesis va en contra de que hubo una camioneta que se estrelló contra la AMIA.

¿No fue el Mosad quien dijo que encontraron una parte de una camioneta? 

Complementado con el informe de 2003, que además incorporó como historia oficial un supuesto conductor suicida, Hussain Berro, es una historia que no resiste dos minutos. Nisman viajó con dos fiscales, dijeron que el atentado estaba esclarecido, pero cuando los hermanos de Hussain Berro en Estados Unidos se enteraron, putearon hasta en arameo: dijeron que los estafaron.

¿Quién urdió esa patraña?

Los servicios de inteligencia. Por un lado, Miguel Ángel Toma, jefe de la SIDE en ese entonces, junto con el Mosad. De hecho, hay un artículo publicado en un diario israelí que celebra que por primera vez los servicios de inteligencia argentinos iban en esta dirección. La cuestión es que Nisman nunca quiso terminar de peritar los escasos restos biológicos que quedaban. Lo hicieron otros fiscales con ayuda del FBI y expertos del exterior. Confirmaron que no hay ni una molécula ajena a las 85 víctimas. Aun así, siguen presentando como historia oficial la de Hussain Berro. Durante años la querella oficial, buena parte de los familiares y los medios defendían al juez Galeano5 a como dé lugar porque, si no, ganaban los policías de la provincia acusados, que son los malos. Claramente la acusación a los policìas bonaerenses también estaba en el marco de la interna entre Menem y Duhalde.

¿Cuáles fueron los principales errores de la etapa de instrucción que muestran que realmente acá no se quiere investigar?

Uno se puede remitir documentalmente a cosas que ya han sido comprobadas en el proceso de juicio político a Galeano, ante el TOF 3 que anuló al 90% la causa y ahora ante el TOF 2 con la sentencia por el juicio de encubrimiento. Muy poco tiempo después de comenzada la instrucción hubo una orden de destruir casetes y desgrabaciones tanto en la SIDE como en la Policía Federal y de desconectar teléfonos que habían sido pinchados respecto a este grupo de sospechosos sin dar ningún tipo de motivo. Se eliminaron grabaciones de los que ahora se dice que son culpables o sospechosos. Los iraníes tenían los teléfonos pinchados 60 días antes del atentado, pero todo eso se eliminó. El comisario Castañeda de la división Protección del Orden Constitucional fue doblemente condenado por encubrir. 

Todo eso ya está comprobado y no es materia de debate. Hubo una tarea sistemática de destrucción de pruebas y lo que no se descubrió no fue por torpeza. Ahora nuevamente ya hay un fallo que lo dice. Lo único que no menciona es quién dio la orden, lo cual es absurdo. Absolvieron a Menem y a Beraja. Es decir, cortaron la dimensión política, como si al jefe de los servicios de inteligencia, al juez federal y al jefe de la policía se les hubiera ocurrido hacer todo lo que mencioné y además pagarle casi medio millón de dólares a un testigo para comprar una declaración. 

Es parte del mismo encubrimiento, porque se le pagó para que no hable de las pistas que fueron borradas. Cada vez que en el juicio se tuvo que discutir si se levantaban los secretos y se llamaba a declarar, por ejemplo, a agentes de inteligencia -que después se comprobó que habían cometido un delito- aparecían, por un lado, ciertos actores que argumentaban que no se podían decir los secretos, mientras que otros se levantaban diciendo: «Basta, abramos todos los archivos y que vengan todos a declarar». Las leyes de inteligencia de los servicios vigentes al momento del juicio oral realizado entre 2001 y 2004 decían que no podían declarar sobre su labor, lo tenían prohibido. Todos sabíamos que a Telleldín le habían pagado un soborno de casi medio millón de dólares con fondos de la SIDE para comprar una declaración en base a la cual durante diez años se tiró la pelota afuera y se culpó a los policías bonaerenses. Fue parte de las filmaciones que Galeano hacía y que se las mostró incluso a Beraja. Galeano hacía grabaciones ilegales y las guardaba en una caja fuerte, pero se las robaron. Entró en pánico y para que no se difunda se sabe que recorrieron un montón de medios. Decían que era un nuevo atentado contra la AMIA y que iba a ser un grave ataque al juez y a la investigación. Muchos medios no lo mostraron, hasta que Lanata lo hizo. Y ahí la gente se enteró. Se vio al juez Galeano diciéndole al preso y procesado Telleldín: «Eh, Carlos ¿cómo querés la guita? Si yo te muestro esta foto, vos podés decir que es fulanito…». Fue un escándalo pero, sin embargo, eso no hizo caer la causa porque nuestro sistema es extremadamente formalista, de modo tal que lo que no está en el expediente no existe. Las querellas pedían que declararan los agentes de la SIDE, pero no se podía. Entonces hubo querellantes que pidieron la inconstitucionalidad de la ley de Inteligencia, porque había un interés superior. Se dieron grandes debates entre quienes estaban en contra del secreto y el gobierno de turno: Duhalde y Toma. Toma se negaba a que sus agentes fueran a declarar. El TOF 3 funcionaba muy bien y no le tembló el pulso en ningún momento. Además, se puso en juego el sello de la comunidad diciendo: «Somos las víctimas». Pero los luego de uno o dos años de escuchar las barbaridades que había hecho Galeano, los jueces se cansaron. La DAIA y la AMIA empezaron a protestar y hubo cruces muy fuertes. 

¿La DAIA y la AMIA protegieron a Galeano y la instrucción? 

Absolutamente. De un modo militante a Galeano, a la instrucción y a los fiscales Mullen y Barbaccia, que eran los fiscales de la etapa de instrucción. A tal punto que cuando el TOF 3 expresó en un momento «Esto es una barbaridad», empezaron a pedir que se hagan investigaciones para investigar a los funcionarios. La DAIA y los familiares que seguían el juicio se pararon y en señal de protesta se negaron a asistir. Hicieron una medida de fuerza y buscaron apoyo en el Congreso Judío Mundial. Neuburger viajó a pedir apoyo diciendo que se estaba perdiendo el tiempo cuestionando al juez en vez de investigar a los criminales. Esto recrudeció cuando asumió Néstor Kirchner: fue el acabose. Porque estaba en plena discusión que fueran a declarar, apelando a Casación y así hubiese seguido por años. 

Pero a los diez días de asumir, Kirchner dictó un decreto que autorizaba a que los funcionarios de inteligencia declararan. Y fue así, gracias a ese primer decreto y luego otro par, que declaró el tipo que había ido con la valija y guardado el ticket del café que tomó cuando fue con los 200 mil dólares y que acompañó a la mujer de Telleldín al Banco de Quilmes. En el juicio se reconstruyó que a esta señora le dieron un celular para que hable con Telleldín desde la otra punta del juzgado de Galeano. “Sí, sí, ya está la guita, podés firmar”. Así de escandaloso fue. 

¿Por qué suponés tanta protección a los servicios de inteligencia para que no tengan que declarar de parte de la misma DAIA y de los distintos gobiernos hasta el año 2003?

Hay una explicación de múltiples factores: una de cabotaje y otra que responde a la geopolítica. Se yuxtaponen y se retroalimentan porque son intereses coincidentes. Si nosotros vamos a los años del atentado y la primera época de la instrucción, observamos al menos dos o tres fenómenos de interrelación muy profunda con el gobierno de Menem y con quienes lo respaldaron. Por un lado, los intereses del que era presidente de la DAIA, Rubén Beraja, que al mismo tiempo era titular del Banco Mayo. Era un banco en el cual confiaba la gran mayoría de la comunidad judía, con un grado importante de dependencia. Luego se produjo el Efecto Tequila y hubo instituciones que quedaron tecleando o cerrando: colegios, templos, clubes. El Banco Mayo se había convertido casi en un sinónimo del banco de la comunidad judía. Y tuvo un crecimiento exponencial con Menem y Corach, de forma injustificable. Entonces, de estar en una situación comprometida pasó a una pujante, con proyectos auspiciados en muchos casos incluso por el propio gobierno nacional. Tuvo una relevancia política, financiera y económica que dependía de este tipo de lazos. 

En 1998, en el curso de menos de dos meses, el Banco Mayo recibió casi 300 millones de dólares en redescuentos, proporcionados por el Banco Central y que eran como subsidios de alto contenido político. Pese a ello, o coincidentemente con ello, el banco entró en un proceso de vaciamiento: desapareció una gran cantidad de millones que terminó en cuentas de empresas satélites de amigos y familiares del grupo del Banco Mayo. Mucha gente fue estafada. Se conoció el tema de las mesas de dinero del banco, una cuestión muy delicada donde quedó exhibida una situación de intereses contrapuestos: una persona con dependencia financiera-empresarial respecto del gobierno difícilmente pudiera ir por otra ventanilla a reclamar justicia. 

¿La hipótesis de cabotaje es entonces un entramado de negocios vinculados al Banco Mayo? 

Esta es la primera hipótesis de cabotaje. La segunda es mixta, que tiene que ver con el tráfico de armas, que es el tema que hasta el día de hoy con el último intento de la unidad AMIA de Cimadevilla6 es sistemáticamente abortado. Cimadevilla había formado un equipo de trabajo que notó cosas muy groseras y muy obvias, tal como las que estamos hablando, y que tenía toda la intención de ir detrás del entramado. Lo dijo con todas las letras porque lo pudo advertir: lo que llevó a la impunidad es un entramado de negocios ilícitos y espurios que van desde el el tráfico de armas hasta lo que nosotros sostenemos desde siempre: la mafia de los 90 y los lazos que llegan incluso al presente. Hay que agregar otro atentado que le da contexto: el contrabando de armas que se estaba realizando en ese mismo momento, entre los años 91 y 95. La justicia determinó que la explosión del depósito de armas de Río III en el que murieron nueve personas fue un atentado. El Tribunal Oral Federal de Córdoba le puso ese nombre finalmente. La conexión, y en mi opinión, el motivo por el cual borraron pruebas que podrían comprometer seriamente a iraníes fue porque también los comprometían a ellos. Hubo negocios previos, vinculados al contrabando de armas por el cual Menem estuvo preso en condiciones muy livianas algunos meses del año 2000. El tráfico de armas que iban a Croacia, en su guerra con Serbia, y que interesaba a varios países: Estados Unidos, el Vaticano y Alemania. Croacia, con un fuerte nacionalismo católico, apeló a la diáspora, con fondos del exterior. En ese punto entran los croatas nazis emigrados en la Argentina. De hecho, uno de ellos estuvo involucrado en el tráfico de armas en una red de negocios que manejaba el cuñado de Menem y los banqueros judíos que, con el multicambio, le administraban esos fondos. Monzer Al Kassar organizaba el tráfico de armas a Croacia. El detalle es que no todas las armas terminaban en Croacia, una parte iba hacia Bosnia y eso lo pagaba Irán. Bosnia era musulmana, pero estaba enfrentada con Serbia y a veces también contra los croatas. Esto era muy complejo. 

Para la tribuna se dice que se los combate: «Nunca vamos a negociar con el terrorismo o con el eje de mal». Pero desde los 70 para acá, la realidad por debajo de la mesa es otra.

El semillero de Irán-Contra7 tiene a muchos argentinos metidos en eso. En un momento dado, en la triangulación de armas en la guerra de Irán e Irak, lo que se toma para negociar por ejemplo la liberación de rehenes occidentales de la embajada norteamericana en Teherán es la venta de armas que debía hacerse de manera clandestina. En esa negociación en varios tramos no solo los israelíes participaron sino también argentinos con una flota de aviones manejada por militares llamada TAR, Transportes Aéreos Rioplatenses. Triangulaciones muy parecidas a las que vemos años después con el tráfico de armas a Croacia y Ecuador bajo el gobierno de Menem en el mismo período del atentado.

Entonces, si nos detenemos en esto: iraníes haciendo gestiones ante Fabricaciones Militares, pero eso se abortó; un alto funcionario de la Embajada de Irán fue inquilino de un presidente de la DAIA durante tres años, pero lo ocultó en la investigación; carapintadas participaron en el contrabando de armas y varias puntas indicaron que podrían haber colaborado con el atentado. Si en ese momento se hubieran investigado a varios partícipes, había que investigar también el contrabando de armas, que tenía que seguir adelante. Unos meses después, el ministro de Relaciones Exteriores croata visitó a Menem y se reanudó el contrabando de armas. 

Las armas se almacenaban en el puerto de Buenos Aires: miles de toneladas de explosivos a 15 minutos de la AMIA. De hecho, el volquete de Nassif Haddad partió de ahí, a 100 metros de la dársena 6, que era de donde salió el contrabando. Investigar todo esto no sólo implicaba a Menem y a su gente, que se hicieron de algunos beneficios como quedó evidenciado. Esto no se le ocurrió a él, sino que lo hizo porque la Argentina había construido con Menem una relación de sujeción total a las políticas de los Estados Unidos, que era el garante del embargo de armas. 

Siempre se pensó en un castigo a Menem por sus promesas a parte del mundo árabe y después su conversión sobreactuada a las políticas internacionales de los Estados Unidos.

Hay señales. Hay que considerar que en la época del atentado a la AMIA había un cortocircuito absoluto con el círculo sirio que considera a Menem un traidor. Cuando procesan a Amira Yoma, porque no tienen más remedio ante el escándalo del narcogate, pasan dos años en los que no hay embajador argentino en Damasco. Cuando Menem viaja por primera vez a Medio Oriente y quiere visitar Yabrud, no lo autorizan a aterrizar en Siria. Según los testimonios, los lazos estaban muy deteriorados.

La causa AMIA fue una bandera que se fue extendiendo en una parte importante de la sociedad argentina más allá del progresismo y que ayudó a cimentar un antimenemismo en buena parte de la comunidad judía: Menem como el síntoma de la corrupción y el encubrimiento. En 2003, con la asunción de Néstor Kirchner aparece una expectativa por parte de la colectividad judía: la posibilidad de que los agentes de inteligencia declaren y el fin del juicio, que estaba manchado por tantas irregularidades. También, el pedido del gobierno nacional en la ONU por los iraníes. Y antes, la participación muy activa de Cristina en la comisión del tema AMIA en el Senado. Podemos hablar de una especie de enamoramiento de parte de la comunidad judía que dijo: “Se viene a terminar con la lacra de la impunidad”. Sin embargo, tiempo después hay un quiebre gigante con el pacto con Irán y mucho más con la muerte de Nisman hasta el punto de que se empieza a construir una ofensiva muy efectiva política, mediática y judicial. Ahora el kirchnerismo aparece como principal responsable del encubrimiento y ya no se habla más de los 90 ni del menemismo ¿Qué evaluaciones hacés de cómo se trató el tema AMIA en estos tres años y medio del gobierno de Macri?

Cuando se anunció por primera vez el memorándum escribí en Nueva Sión una nota titulada “¿Irán?, crítica”, para ver el paso que se había dado. Una crítica de buena leche, porque lo primero que hice fue rescatar, y estoy convencido de que así fue, que el único gobierno que tomó como causa de Estado a la AMIA fue el kirchnerismo. Fundamentalmente, el gobierno de Néstor Kirchner. No es que Cristina no haya continuado esa línea, la mantuvo y dio todo el apoyo material a la unidad de Nisman, de quien sí soy absolutamente crítico. Me surgen algunas dudas hasta dónde realmente se quería llegar. 

El memorándum con Irán fue un error gravísimo, porque dio lugar a sobreactuaciones memorables de un grupo de dirigentes comunitarios, funcionarios judiciales, políticos menemistas y toda una runfla de encubridores, que de alguna manera seguían estando contra las cuerdas y no iban a perder la ocasión de señalar a los gritos «allá están los encubridores». 

No puedo entender semejante error.

Más allá del desastre que pudo haber sido el memorándum, ¿les sirvió a los encubridores para pasar a la ofensiva y cambiar la agenda?

Ahora son ellos los que reclaman justicia: desde personajes políticos hasta funcionarios que después encabezan las marchas cuando en realidad deberían estar sentados dando explicaciones sobre qué hicieron en la época del atentado ya que contribuyeron claramente a que esto pasara. Acompañados por este poder mediático hegemónico que actúa en pinza, lograron que se deje de hablar del verdadero encubrimiento e instalaron la cuestión del memorándum con Irán, que es un acto que se puede debatir y criticar, incluso yo lo considero desafortunado, pero claramente eso no es el encubrimiento. Taparon el encubrimiento con un presunto nuevo encubrimiento. Y lo borraron de los medios. Si uno pudiera resumir audiencias del recientemente terminado juicio por el encubrimiento, deberían haber sido tapas de todos los diarios. Sin embargo, casi no tuvo difusión. Se dijeron cosas tremendas sin que salgan en ningún lado. Solo se habla del memorándum y de la muerte de Nisman. Todo esto ha sido muy útil para esa trama tanto a nivel nacional como internacional, y acá se engancha con lo que pasó en los últimos años. Creo que no es exagerado si uno establece un paralelismo entre situaciones que se han vivido en Ecuador con Correa, en Brasil con Dilma y Lula y en nuestro país con Cristina, básicamente lo que se conoce como lawfare. Uno o más medios potentísimos instalan a algún político al que se quiere proscribir como culpable de un gran crimen y son culpables porque el medio dice que son que son culpables. Acá se usó la causa AMIA para eso, básicamente con el memorándum.

La AMIA se convierte entonces en agenda regional para combatir a gobiernos llamados “populistas”.

Fue un instrumento ideal en el que vinieron a coincidir intereses yuxtapuestos. Es todo ganancia, porque hay funcionarios como Moldes y Bonadío que tendrían que explicar cuál fue su función en la época del tráfico de armas: por qué le dieron papeles a Al Kassar falsificando los antecedentes para que tuviera pasaporte argentino cuando es uno de los grandes sospechosos, por qué se lo ayudó a salir del país o qué hacía Bonadío cuando era el secretario, la mano derecha, del ministro del Interior de Menem, Carlos Corach, en la época en que se falsificaban decretos para el tráfico de armas. Entonces, si una hipótesis es que ese contexto tiene que ser investigado, no puede ser que estos hombres sean los que investigan. Es una cuestión de lógica elemental. Después, tenemos a los fondos buitre que aprovecharon el tema del memorándum para sacar avisos en diarios internacionales acusando a Cristina más o menos de haber matado matado a Nisman en alianza con Irán. Los fondos buitre, que financiaron esta campaña, tenían sus propios intereses en agenda: cobrar su deuda con la Argentina. Claramente, si Mike Pompeo, secretario de Estado norteamericano, visita la Argentina el 18 de julio8 es en base a esa agenda y no a que les interese un expediente del Sur del continente americano. Mucho menos, los muertos. Es más, varios de los fiscales que estaban en las marchas por Nisman hasta la pifiaron con los nombres de las víctimas en algún dictamen. No creo que hayan tenido mucho conocimiento ni interés. Pero a partir del lawfare son todos especialistas. 

¿No te llama la atención con qué efectividad esto gana en la mente de la mayoría de la comunidad judía argentina después de lo fuerte que fue la lucha contra el menemismo en torno a la causa AMIA? Es decir, con qué facilidad los encubridores logran encabezar una denuncia y cambiar el eje del enemigo, a la vez que el macrismo consigue así una clientela política prácticamente asegurada.

Esa es la pregunta del millón, lo más tremendo. Salvando las distancias, por un lado, tenemos a medios hegemónicos que disimulan que el ministro Garavano arrasó con la unidad AMIA y que protege a los encubridores. Pero, por otra parte, hay gente muy dispuesta a creer o a dejarse engañar. En realidad, veo esto desde antes. Ya durante el menemismo no tengo tan en claro que un sector importante haya estado en contra. Sí, por supuesto, un sector de la intelectualidad, con cierto nivel de compromiso y de participación. Pero la realidad es que por algún motivo eran los actos oficiales del 18 de julio de la DAIA y de la AMIA los que llevaban a la mayoría. Los actos de las agrupaciones de familiares tienen muy poca cobertura y convocan relativamente poca gente. Hoy debería ser todavía más llamativo, pues ya se sabe mucho más. 

Pero hay una dirigencia comunitaria que no es exactamente la misma de la época de Beraja. Sin embargo, el nivel aún de sumisión a las políticas de impunidad es impresionante. Con la cuestión de Garavano quedó en evidencia: el Estado nacional le dice a los abogados que representan al propio Estado en el juicio de encubrimiento que no acusen más a los fiscales de Galeano y ellos renuncian. Si hubiese pasado durante el kirchnerismo, habría sido un escándalo internacional. No obstante, en esta gestión pasó totalmente desapercibido. 

Peor. Incluso después del fallo de condena a Galeano salieron a decir que están en desacuerdo con las condenas y a festejar que no condenaron a Beraja «porque no hubo ninguna conspiración». Cuando el vicepresidente de la AMIA, Zbar, amenazó con correrse un poco del libreto salieron a matarlo. Entonces ya no es solo una cuestión de cabotaje. 

El Banco Mayo ya no está, pero el manual de instrucciones no cambió. Ahí es donde entra la cuestión geopolítica: Israel y Estados Unidos consideran que investigar las irregularidades a nivel local, la Federal, no tiene ningún sentido y es todo pérdida. Porque implicaría incluso dar explicaciones. 

Hubo muchas presiones para el fallo, que tuvo que hacer una solución negociada de compromisos. Condenó por penas menores equivalentes a un accidente de tránsito y no por algo de esta envergadura que supuestamente verificaron. El fallo incluso dice que hubo grandes violaciones a los Derechos Humanos. ¿Quién los viola? Actores estatales. Estamos hablando de condenas a personas importantes pero, sin embargo, los toma como delitos de funcionarios aislados. Es una vieja trampa.

No dejan de hacer algunas condenas porque está recontra probado que los tipos quemaron los casetes, dejaron los dedos… el encubrimiento al principio no había sido tan organizado. Es inconcebible pensar que no hubo una orden del presidente para hacer todo esto, para pagar a Telleldín medio millón de dólares con fondos reservados. No lo condenaron a Menem porque implicaría otros compromisos y después vendrían las preguntas inmediatas: ¿por qué lo hizo? ¿Con el aval de quiénes? ¿Y qué opinaban Estados Unidos e Israel? 

Los medios, mientras tanto, siguen hablando del encubrimiento, del memorándum de Cristina, de que va a ir a juicio oral.

¿Hay una vuelta al menemismo en el tema AMIA? 

Un menemismo recargado. A tal punto que a mí me tocó ver dos episodios casi calcados: cuando removieron a Garré y a Cimadevilla. Ambos de dos signos políticos distintos, los echan por el mismo motivo: porque subsisten esos pactos. A Nilda Garré se le arma una cama porque De la Rúa necesitaba el apoyo del menemismo. Menem estaba detenido por la causa de las armas y había una negociación para liberarlo con la Corte Suprema. De la Rúa, a través de su hermano, que era ministro de Justicia, le dijo a Nilda que baje los decibeles. Se le hizo una falsa denuncia que firmaron Nisman, Müllen y Barbaccia por violación de secreto. Una pavada total. Y quien fue a todos los medios a pedir que por ese motivo la echen fue el presidente de la DAIA, José Hercman, que luego se fue a brindar con los jefes policiales. 

Esa unidad estuvo inactiva mucho tiempo hasta que se la terminan dando a Mario Cimadevilla, ya que parece que no le interesaba a mucha gente. Cimadevilla, que viene de un sector conservador del radicalismo, armó un equipo que se lo tomó en serio. Metió una denuncia penal a Garavano por encubridor y le envió una misiva a Macri diciendo que le quedó en claro que nunca tuvo interés en avanzar realmente en una investigación. Y que no estaba dispuesto a convertirse en titular de una oficina encubridora del encubrimiento.  

Notas

1 Nueva Sión: periódico judeo-argentino progresista con más de 70 años de circulación.

2 Institución comunitaria judía progresista.

3 Titular de la unidad de investigación de la causa AMIA durante el gobierno de De La Rúa hasta que le pide la renuncia en 2001. Diputada nacional entre 2001 y 2005. Ministra de Defensa en el gobierno de Néstor Kirchner y luego del recién creado Ministerio de Seguridad entre 2010 y 2015.

4 Carlos Telleldín, desarmador de autos robados, fue el principal acusado en el juicio que se cierra en el año 2003 por un sinnúmero de irregularidades. Ocho días antes del atentado aparece comprando la trafic blanca que supuestamente explota en la AMIA. Esa traffic habría sido entregada a altos jefes de la Policía Bonaerense, que se la habrían dado al conductor suicida. Todos estuvieron ocho años presos hasta que el juicio se cayó.

5 Juan José Galeano, exjuez federal a cargo de la instrucción para el juicio por el atentado. Fuertemente cuestionado por parte de los familiares y defendido siempre por la dirigencia de DAIA-AMIA hasta el dia de hoy. Condenado en marzo de este año a seis años de prisión en el juicio por encubrimiento del atentado.

6 Mario Cimadevilla, radical, exdiputado por Chubut y exmiembro del Consejo de la Magistratura, fue nombrado por Macri como jefe de la Unidad Especial de Investigación de la causa Amia, órgano que había dirigido Nisman hasta su muerte. El organismo fue cerrado a principios de este año por el presidente y Cimadevilla acusó tanto a Macri como a Garavano, ministro de Justicia, de querer convertir esa unidad en una unidad de encubrimiento. Querelló en la justicia a Garavano. Todo esto, frente al silencio absoluto de la mayoría de los medios y de la dirigencia comunitaria.

7 En 1981 estalla en los Estados Unidos el escándalo “Irán-Contra”, un tráfico de armas ilegal donde los Estados Unidos ayudaban a Irán en su guerra contra Irak. El dinero iba para financiar el terrorismo “contra” que asediaba al gobierno izquierdista de Nicaragua. En ese entramado se comprobó la participación de militares argentinos. 

8 La visita del exdirector de la CIA y actual secretario de Estado norteamericano para el aniversario del atentado implicó la firma de tres decretos en sintonía con los intereses y reclamos del gobierno norteamericano.

Horacio Lutzky

Abogado, periodista, exdirector del periódico Nueva Sión. Autor de los libros La explosión: terroristas, nazis, carapintadas, políticos y traficantes. La conspiración tras la explosión de la AMIA y la Embajada de Israel (2017), Brindando sobre los escombros, la dirigencia judía y los atentados entre la denuncia y el encubrimiento (2012) y Iosi, el espía arrepentido (2015), junto a Miriam Lewin, editados por Sudamericana.

Entrevista: Guillermo Levy