Entrevista: Ricardo Aronskind, Guillermo Levy y Malena Viú

Contanos brevemente cómo emigrás desde Argentina a Israel a principios de los setenta. 

Yo soy de los grupos de clase media alta judía, del club de deporte Hacoaj. Dos cosas me hicieron sionista: una, la guerra del 67, cuando se creó una sensación de miedo y temor sobre qué iba a pasar con el Estado de Israel. Creo que muchos judíos se sintieron entonces identificados con el país. El otro elemento: grupos sionistas de izquierda empezaron a militar dentro de ese club, a politizarnos para que vayamos a Israel. Un elemento de trasfondo era el antisemitismo. En cierta forma mi familia, que estaba metida en la comunidad, sufrió bastante el antisemitismo que surgió luego del secuestro de Eichmann en 1960 y el Movimiento Tacuara. Había choques entre este grupo y los de judíos. Yo era consciente de los eventos antisemitas cotidianos. En la vida diaria, en mi colegio y en otro tipo de encuentros. Entonces quise vivir con judíos para poder manejarme dentro de un ambiente donde no tuviera que sentirme todo el tiempo en conflicto. Eso era básicamente mi sionismo. Me voy de Argentina en el 72, cuando parte de mi generación empezó a ser politizada por la situación local. En la Universidad Hebrea de Jerusalén estudié sociología y ciencia política. 

En Israel, el partido del gobierno festejaba el 1º de mayo y cantaba La Internacional en un contexto de capitalismo y ocupación de los palestinos. Eso no me sonaba muy coherente, por eso me dediqué a estudiar y analizar al sionismo laborista. Hice mi máster en ciencia política, que fue publicado en inglés en 1991: un análisis de economía política de la inflación de Israel (Split Corporatism in Israel). Justamente en un momento dado realicé un análisis comparado con Argentina: ¿por qué en Israel consiguieron frenar la inflación y en Argentina, no? Me relacioné con un grupo de economistas asesores de Alfonsín. Con Roberto Frenkel, con el que somos amigos y cada vez que viajo a Argentina nos encontramos. En mi doctorado estudié lo que pasó antes de la guerra de 1967, por qué luego de esa guerra se creó este sistema actual que sigue funcionando hasta el día de hoy: el sistema de control de los palestinos. El objetivo del sionismo socialista era crear un Estado judío en parte de Palestina, por eso la expulsión en el 48, porque querían un Estado para los judíos. En el 67 los grandes líderes de antes del 48, como Ben Gurión, cuestionaban  qué estaba pasando, por qué estaban haciendo todo al revés de lo que habían perseguido. A partir de ese momento controlar a los palestinos pasó a ser la solución de un problema institucional del Laborismo sionista –su estructura no democrática. 

Mi libro de tesis de doctorado lo leyeron, entre otros líderes jóvenes del partido, Haim Ramón, Amir Peretz y Yossi Beilin, quienes estaban trabajando en Oslo, que todavía era secreto. Yossi Beilin me preguntó si era marxista. Le contesté que me parecía que yo era más un weberiano progresista. Y me preguntó si lo podía ayudar. Fui asesor de ellos. Justo cuando salió mi libro, en 1993, fue el asunto de las conversaciones con la OLP y cuando Rabin y Arafat se dieron la mano1.

Estuviste en el corazón de Oslo, en esta hoja de ruta que tiene veintisiete años. Claramente se puede pensar a Israel desde Oslo, si estás de acuerdo: desde el fracaso de Oslo tanto para israelíes como para palestinos. Porque Oslo representó una cantidad de esperanzas no solo para el campo progresista o de la paz en Israel, sino también una esperanza de realización nacional para los palestinos. Pero lo que vemos hoy es un statu quo de absoluto fracaso. ¿Compartís esa mirada? 

Hay una crítica que viene de la élite militar en cuestión de seguridad: critican a Netanyahu por abandonar la estrategia de Oslo, que era llegar a acuerdos con Fatah, la Autoridad Palestina. A mi juicio la concepción de Oslo venía con varios errores desde el principio. Detrás de Oslo está la motivación de los grandes capitales, que querían cancelar el boicot contra Israel, pues Israel estaba cerrado para Europa oriental, Rusia, China, casi toda Asia y África. América Latina, Estados Unidos y Europa occidental eran los únicos que tenían una relación más o menos estable con Israel. Pero el resto del mundo, no.

Viene la globalización y los grandes capitales dicen “nosotros tenemos que hacer algo para cambiar esta situación”. Esa es una de las bases de esta motivación: cancelar el boicot a Israel y lo consiguieron. El día que Arafat y Rabin se dieron la mano se abrieron inmediatamente todos los mercados del mundo para Israel. 

Y ese era el objetivo. Lo consiguieron hasta el día de hoy. Israel quedó legitimizado a pesar de lo que hacen a los palestinos en Gaza, sigue teniendo relaciones comerciales con todo el mundo. No solo eso sino que ahora las renovaron con los Emiratos, Marruecos, Sudán y otros países. Es increíble lo que Netanyahu pudo hacer ayudado, por supuesto, por los Estados Unidos con la gestión de Trump. 

¿Vos decís que Oslo es una estrategia de negocios, de apertura comercial para Israel, donde los palestinos no son relevantes y que esa estrategia fue exitosa?

Completamente. Segundo, una estrategia militar para controlar a los palestinos. Esa es mi crítica hoy. La estrategia militar surgió con la primera intifada.

Ya en 1988 el jefe del ejército declaraba que no había una solución militar al conflicto con los palestinos, sino que la solución debía ser política. Quien abre el espacio político es el ejército, su intención era controlar porque habían perdido el control. Su líder era Rabin, el Ministro de Defensa, que era líder de dos elites: del ejército, que quería volver a controlar a los palestinos, y de la gente que estaba haciendo negocios.

Todos viajaron con él, unos doscientos o trescientos tipos, en su avión a Washington. Cuando volvió, luego de darse la mano con Arafat, pararon en Marruecos y declararon que iban a hacer la convención de negocios de Medio Oriente. Ahí surgió la concepción, escrita por Shimon Peres en su libro El nuevo Medio Oriente, de que Israel puede hacer negocios con todos. El problema que sostenían en el ejército es que no podían controlar el terror. ¿Entonces qué hicieron? Rabin lo dijo claramente: “nosotros queremos traer a Arafat para que él reprima a Hamás”. Arafat no tenía democracia, ni Corte Suprema ni asociaciones de Derechos Humanos. Nada que le impidiera reprimir. Ahora bien, Arafat tenía otra motivación, por supuesto. 

¿Vos dirías que para Israel es mucho más costoso reprimir porque tiene la mirada internacional, la prensa, los organismos de Derechos Humanos, la izquierda israelí? ¿Y que Arafat no tiene nada de eso?

Exacto. 

Hamás aparece en tu relato como el terror que los israelíes no podían controlar. Por eso los israelíes pensaron en Arafat como quien iba a poder manejar eso. Algunas veces se menciona a Hamás como una creación israelí; en otros casos, no, sino como una organización que tenía sus raíces y que se fue transformando a lo largo del tiempo. ¿Cómo lo ves? 

Las dos cosas. Se fue desarrollando y en un momento la seguridad israelí llegó a la conclusión de que había que darle espacio y ayudar a Hamás, eso lo dice todo el mundo. Ahora resurge la discusión sobre por qué lo incentivamos a Hamás. Toda la gente que estaba metida en seguridad lo reconoce. Israel incentivó a Hamás y le dio espacio para neutralizar a Arafat. Es un hecho. Lo que no tiene discusión entre la izquierda y la derecha sionista es que quieren dividir a los palestinos –entre Gaza y Cisjordania– para gobernar. 

¿De qué manera se concretó ese consenso de ayuda al crecimiento de Hamás, que abarca a la derecha y a la izquierda según lo que decís?

Yo no digo que haya consenso con respecto al pasado. El consenso de “dividir y gobernar” se creó a partir de 2005 con la retirada israelí de Gaza, cuando la izquierda dijo: “nosotros tenemos que dividir y gobernar, y para hacerlo hay que utilizar a Fatah en contra de Hamás”. Lo que hizo Netanyahu fue cambiar esa fórmula, dijo: “tenemos que dividir y gobernar, dejar a Arafat, a Abu Mazen, neutralizarlos, y estar constantemente peleándonos con Hamás”, porque es él quien le da el poder a Netanyahu. 

Cada vez que tenemos un nuevo round, una nueva vuelta, cada vez más la gente se hace de derecha. Eso es lo que da a Netanyahu el poder: ganó las elecciones en 2009 inmediatamente después de la gran vuelta que hubo con los palestinos en 2008.

El asunto es que en 2009 Netanyahu atacó en las elecciones al gobierno de centro-izquierda. Para Netanyahu ellos fueron demasiado blandos con Hamás cuando había que ganar la guerra y demostrar que éramos más fuertes.

Este discurso militar es un acuerdo entre la izquierda y la derecha. Tanto una como otra ven a los palestinos por la mirilla. La pregunta es cómo y cuándo tirar. La discusión actual es cuál es la mejor estrategia. ¿Volver a hablar con Abu Mazen –presidente de la Autoridad Nacional Palestina– y seguir reprimiendo más fuerte al Hamás? Eso es lo que se llama aquí “izquierda”. La derecha dice: “no hay que hablar con ninguno, son todos terroristas”, y siguen constantemente dándole más poder a Netanyahu. Sin embargo, él prefiere a Hamás en lugar de negociar con el gobierno palestino de Al Fatah. Pero cuando la izquierda quiere negociar con Abu Mazen, con Al Fatah, lo que quieren es solo dividir y gobernar. 

Netanyahu prefiere la conflictividad con Hamás, pero también negocia. Porque estos altos al fuego implican negociaciones aunque sean indirectas pero hasta más intensas que las que puede tener con Fatah. 

Completamente. Eso es lo que en castellano decimos  “necesitás dos para bailar el tango”. Lo hacen conjuntamente. Incluso ahora hay mucha gente que acusa a Netanyahu del uso de toda esta última escalada para quedarse en el gobierno y no perder poder. Pero Hamás también lo utiliza, pues no tenía ningún interés en que cambien a Netanyahu. Evidentemente los acuerdos a los que llega Netanyahu al final de todo son dar las valijas con dólares que vienen de Qatar directamente para Gaza. Los blandos dicen que hay que dejar de pasar la valija con dólares para Hamás, pero esa valija con dólares es para gente que se está muriendo de hambre. El progresismo, o los blandos, plantean hacerse más fuerte y más represivo contra Hamás a la vez que dialogar con Abu Mazen, pero reitero, la intención es seguir gobernándolos. 

En la época de Ariel Sharón había una especie de consigna muy fuerte, que en ese momento parecía progresista, que decía que Israel iba a ser democrático si se saca de encima esta “bomba demográfica” o si sigue gobernando a los palestinos se termina la democracia. Eso lo planteaba Shimon Peres, incluso quizás estuvo detrás de la retirada de Gaza y sacarse de encima dos millones de palestinos que pesaban demográficamente. ¿Eso se disolvió, la sociedad se olvidó? Porque en este momento parece una conclusión clarísimamente evidente que había que salir de esa situación para conservar la democracia

La consigna sigue existiendo pero perdió mucha influencia. Tiene que estar claro:  es una consigna racista. Porque lo que dice es que los árabes son un peligro democrático. Que por el hecho mismo de ser árabe sos el enemigo. Yo critico mucho esa posición. Pero lo que se ha debilitado mucho es el discurso de la paz. Nadie cree en la paz. Eso tiene que estar claro. Ni la izquierda, ni la derecha ni los palestinos. Porque esa paz es lo que nosotros conocemos como Oslo. Y no es paz. El Estado Palestino que les están proponiendo no es un Estado, es algo tipo Gaza con un poco más de libertad de movimiento, pero no mucho más. El Estado que propone la izquierda es uno en el que van a controlar la entrada de comercio y la mercadería, porque Israel tiene un interés económico muy claro para que no entren armas, pero tampoco productos baratos de los países vecinos. Ese Estado Palestino va a estar sin armamento y entonces no van a poder defenderse. Ante la primera provocación de un colono a un palestino, el ejército inmediatamente va a entrar en ese Estado Palestino. O sea, que la solución de dos Estados es muy problemática, 

la gente perdió la fe en la posibilidad de un acuerdo de paz. Creo que en dos impulsos. El primero es con Barak2, cuando dijo: “no tenemos con quien negociar”, y ahí arrancó la segunda intifada, en donde hubo una cantidad importante de actos de terror. Y el segundo en 2005, con la retirada unilateral de Gaza, y todas las escaladas que provocó. 

Planteás que hay una estrategia en Oslo, que es más de negocios que de paz. ¿Cómo se explica, si es así, que seis años después pase lo de Ehud Barak, que  estuvieron a punto de hacer un acuerdo definitivo hasta que se dijo que sorpresivamente fracasó y de ahí la frase “no hay socios para la paz”? Nunca terminó de quedar claro qué es lo que fracasó ni por qué. 

En mi libro (Política y violencia en Israel/Palestina, 2012) describí detalladamente cómo Barak manipulaba todo para que no saliera nada. Incluso la gran mayoría de la gente que estuvo en esa cumbre dice que Barak no negoció sinceramente. Lo que él quería era demostrar que los palestinos no son socios. Todo el mundo se lo dijo de antemano: que no había ninguna posibilidad de llegar a ningún acuerdo en esa cumbre. Arafat dijo que no tenía ninguna posibilidad de llegar en diez días a un acuerdo. También los jefes del ejército y seguridad se lo dijeron, y la administración de Clinton. Barak había estado en contra del acuerdo de Oslo desde que se firmó.  Estaba en contra cuando era jefe del ejército. Dijo que era un queso suizo lleno de agujeros. Y cuando entró al gobierno de Rabin como ministro votó en contra. No cumplió inclusive los acuerdos a los que Netanyahu había llegado con Arafat, los tiró al tacho. Sin dialogar. Pero en un momento dado dijo: “bueno, ahora vamos a hablar”. Y cuando fueron, todo el mundo advirtió que no iban a llegar, pero él dijo: “yo voy”. Llevó a todos, a Clinton, a Arafat. Aunque no tenía ninguna posibilidad de llegar a un acuerdo en diez días. Arafat dijo que cuando terminaran, tenían que seguir en otra cumbre y luego en otra hasta llegar a un acuerdo definitivo. Le dijo a Clinton que al final de aquella cumbre no debía declarar quién fue más elástico o flexible. Clinton se lo prometió, pero no lo cumplió. Inmediatamente dijo que Barak había estado muy bien porque él ya estaba cayéndose del gobierno. Barak fue a la cumbre cuando ya no tenía suficiente apoyo en el parlamento. Había perdido el apoyo del gobierno. De unos setenta miembros al inicio, un año después, cuando llegó a las negociaciones le quedaban treinta y dos. No lo apoyaba nadie. Lo hizo adrede, con intención. Él quería llegar a que desde ese entonces en adelante lo que íbamos a hacer era retroceder unilateralmente. Voy para atrás para poder controlar mejor. Lo había hecho en el Líbano de forma desastrosa, y es lo que hizo después Sharon, saliendo desastrosamente de Gaza. 

Lo dije y publiqué en su momento, durante la cumbre, cuando lo pesqué. Durante los primeros días de la cumbre hubo una entrevista con dos personas que conozco muy bien del activismo pacifista, del movimiento “Paz ahora”. Los dos dijeron lo siguiente: “si la cumbre no tiene éxito, hay que culpar a Arafat”. ¿Cómo lo sabían? Todos recibieron de antemano instrucciones de Barak. Llevó gente a Nueva York para explicar por qué Arafat era el culpable. Lo preparó todo. Por eso yo escribí que había que prepararse para la siguiente intifada. Porque estaba claro que no tenían intención de llegar a un acuerdo. 

¿Vos incluís en esta estrategia a los que te llevaron como asesor, por ejemplo a Yossi Beilin?

No, la estrategia unilateral es de Barak, y posteriormente Sharon, en contra de los que habían diseñado la estrategia de Rabin. Incluso cuando hubo elecciones después de la segunda intifada, cuando estaba claro que se terminó Oslo, no me queda claro por qué lo dejaron ser el candidato frente a Ariel Sharon, si Barak obviamente iba a perder. No tenía ninguna posibilidad de ganar porque había perdido todos los votos de los ciudadanos árabes y también de muchísimos judíos. Aun así él cree que hizo la cosa más inteligente del mundo porque convenció a todos de que no tenemos socios para la paz.

¿Cuál es el papel que juegan los palestinos? Porque tu mirada no implica una subestimación de ellos? Como si la dirigencia palestina bailara el juego que les proponen, sin ningún juego propio. Me parece raro.

Durante todo mi análisis estudio la agencia de los palestinos: ellos no son solo las víctimas. Tienen una situación difícil, la están peleando. Cuando Arafat entró en Gaza dijo que el acuerdo que había firmado era muy malo, pero que no tenía otras posibilidades de seguir peleando o luchando. Recibió una crítica muy grande: “¿por qué firmaste?”. “Es lo que pude hacer”, contestaba.

El juego entre Arafat y Rabin en la literatura se llama un juego entre blandos y moderados. Los extremos son los duros, pero los blandos y moderados tienen que llegar a un acuerdo de transición en el cual paulatinamente van debilitando a sus oposiciones internas. Y llegan a un acuerdo en el que pasan afortunadamente el gobierno de los blandos a los moderados. Esa es la literatura básica de todas las transiciones democráticas. Yo usé ese modelo. Rabin no quiso para nada empezar a decolonizar. Su lógica era: “si empiezo a decolonizar, no tengo cartas para jugar, para negociar”. Porque las cartas de Israel son los asentamientos. Por otro lado, Arafat dijo: “yo no voy a desmantelar Hamás antes de que me den un Estado Palestino, porque si lo hago nunca me lo van a dar”. Y en ese juego perdieron los dos a sus extremos, que eran actores y no cartas de juego. 

¿Arafat tenía la posibilidad de desmantelar a Hamás?

Esa es exactamente la crítica que me hicieron mis colegas palestinos. Yo dije que Arafat los dejó, pero me dicen que no tenía poder para desarmar al Hamás. No es que él los dejó, sino que si hubiera intentado neutralizarlos, habría perdido la guerra. Creo que no. Esa es mi respuesta, pero es una discusión legítima, por algo me lo dicen. En un momento dado, en marzo del 96, fue el gran ataque de los palestinos dentro de Israel: en una semana hicieron cuatro atentados y mataron a ochenta israelíes. Arafat los puso a todos en cana, arrestó a tres mil activistas de Hamás para demostrarle a Israel que él no estaba detrás de eso y que está dispuesto a reprimir. En ese contexto yo creo que tenía el poder de hacerlo. Quizás antes, no. Mi análisis es el siguiente: la estrategia de Israel era neutralizar a Hamás gracias a los acuerdos con Arafat, el problema es que en la segunda intifada, luego de que Barak llevó todo al tacho y desarmó el acuerdo de Oslo, Arafat se fue con ellos porque estaba claro que no le habían dado nada. Entonces Arafat pasó a ser el líder de la segunda intifada también y esa es la agencia de los palestinos: se unieron todos. Algunos hicieron actos más suicidas, pero estaban uniéndose en contra de Israel, que seguía dominando. 

Tu pregunta venía por la agencia de los palestinos. Los palestinos están actualmente divididos en cinco grupos, ese es el éxito del divide y gobernarás de  Israel: uno en Gaza, otro en Cisjordania, el tercero en Jerusalén oriental, los palestinos dentro de Israel que tienen derechos de ciudadanos y por supuesto los refugiados. 

¿Están reconocidos los palestinos como minoría nacional dentro de Israel?

No, y estaban completamente marginalizados de la política, hasta estos últimos días.

Hay un discurso muy fuerte dentro del ‘mundo judío sionista’ de que Israel es la única democracia en Medio Oriente y los árabes son ciudadanos de pleno derecho en Israel. ¿Cuál es tu opinión al respecto? 

¿Árabes o palestinos? Para el discurso israelí son árabes. Ellos se ven como palestinos. Eso es crucial para entender que se les niegan derechos colectivos. Se los ve como individuos árabes, pero no como un grupo con derechos, como los judíos, que tienen derecho de tener sus propios colegios en todo el mundo y administrarlos de forma autónoma. No tienen autonomía cultural. No hay un asentamiento o ciudad fundada para los palestinos. 

Estas ciudades donde explotaron las relaciones vecinales son todas ciudades que históricamente eran ciudades palestinas. Yafo era Haffa, Haifa era Heifa, Lod era Lid, Rambla se llamaba Ramble. En estas ciudades quedaron casas y edificios árabes. Y los palestinos que se quedaron pasaron a ser «akurim» (desalojados). No son refugiados, porque no se fueron, pero los sacaron de sus casas. Y los concentraron en lo que en hebreo se llamaba «gueto».

¿Los sacaron de sus casas?

Los sacaron de sus casas, eso pasó en todos los lugares. En Haifa, Lod, Ramble… Galilea es otra cosa. En estas ciudades los sacaron de sus casas pero quedó una minoría, como refugiada dentro de su ciudad. En cada una de estas ciudades están los que son de la ciudad y los que vinieron desde afuera. Muchas de mis alumnas palestinas escribieron sobre este tema. Una alumna escribió sobre la sensación de un palestino a quien lo ponen en la casa de otro palestino, refugiado. Una alumna escribió una tesis de doctorado sobre Haifa, sobre cómo los metieron a todos en un barrio pobre. La primera que escribió sobre eso fue a hablar con mujeres que vivieron en el 48, entrevistándolas sobre sus experiencias. Y decían «yo soy de acá» –cuando vivían ahí antes del 48– o «yo no soy de acá». Las que decían «no soy de acá» era porque las habían sacado de sus pueblitos y se habían escapado. Para la definición de la identidad palestina lo más importante es de dónde son. Pero todos los habitantes de las ciudades se quedaron sin casa.

Lo más desastroso era quienes sí eran de ese lugar, se quedaron como refugiados dentro de su ciudad y veían su casa, enfrente, dentro de unas cuadras, en las que pusieron a emigrantes judíos. Mi argumento es que en ese momento se crea la politización de esta gente.

Hay ciudades con origen judío, antiguamente: Jerusalén, Hebron, Tiberías. Ahí vivieron judíos y árabes en buena vecindad durante siglos. Eso se desmoronó en 1929, cuando hay un momento de choque. Hubo varias comisiones de investigación británicas para ver qué pasó, pero evidentemente el sionismo trajo con él, el choque entre judíos y árabes. Esa vecindad que fue buena hasta 1929, en ese momento se van a matar entre unos y otros. Principalmente, los árabes mataron a los judíos, y después los judíos reaccionaron. Fue un momento desastroso. Esas ciudades comunes son otra historia. En ese sentido Jerusalén tiene una historia interesante.

En Haifa o Yafo el asunto es el siguiente. Cuando se quedó esa minoría los metieron en un gueto, bajo gobierno militar. Oficialmente los llamaban «guetos»: Gueto Haifa, Gueto Lud, Gueto Ramble… hasta hoy se llaman a sí mismos «guetos», adoptando ese discurso. Ahí surgieron esos choques. Esta gente es la tercera generación de refugiados. Y empezaron a tratar de sacarlos de ahí. Esa es la base del conflicto. 

En 1967 se reanudó el ímpetu colonizador en los territorios de Cisjordania, y se generó una nueva situación en estos lugares, pero también dentro de política israelí. Hay un grupo de «colonos mesiánicos», que dicen que el lugar donde nació el pueblo judío no es en la costa, en Haifa o Tel Aviv sino en Hebrón, en Shchem (Nablus) y en Jerusalén. ¡Volvimos a la Tierra Prometida! Para ellos la colonización tiene una motivación religiosa. Después de que un grupo extremista asesinó a Rabin se empiezan a formar lo que llaman Garinim Toranim (semillas de la Torá). Y las células bíblicas empiezan a asentarse dentro de las fronteras soberanas de Israel, en las ciudades, para demostrar que son buena gente y expandir su ideología.

Esos grupos no eran tan problemáticos, se pusieron problemáticos después de 2005, con el retroceso de Gaza. En ese momento sacaron a los colonos mesiánicos de Gaza. Una vez que los sacaron, dijeron «Vamos a ir ahora donde hay árabes, y sacarlos a ellos de las ciudades judías». Esa es la misión que tienen en Lod, Ramble, Yafo, Haifa… en todas partes están estas células, los “Garinim Toranim”. El objetivo es hacer judaizar Lod, Ramble, Haifa, Yafo.

En un momento hubo una discusión en la televisión entre una mujer palestina que decía «nos están sacando para hacer a Lod judía» y el religioso dice «no, Lod ES judía, ustedes son el problema. Yafo es judía». Ese es el desplazamiento simbólico. Y también es físico: sacarlos.

¿Cómo es la metodología del desplazamiento/expulsión?

La mayoría de ellos no tienen papeles porque los pusieron allí como refugiados, en casa de refugiados y los dejaron quedarse, pero ahora les dicen que se tienen que ir. Eso es lo que está pasando ahora en Jerusalén.

¿Es decir que para vos Jerusalén no tiene una particularidad, sino que es parte de lo mismo, más allá del papel simbólico que no tienen otras ciudades o lugares?

Eso es lo que está pasando ahora. El “dividir y gobernar” que funcionaba, de pronto con esto de Sheikh Jarrah, vemos que en Yafo está pasando lo mismo, en Lod también. O sea que el pueblo palestino está en la Nakba permanente.

Me quedo con una imagen absolutamente pesimista de tu planteo. Parecería que no hay salida. ¿Vos tenés alguna expectativa? Parece que está muerto el Estado único, y los dos Estados… no es viable. Parecería que las fuerzas con más peso son partidarias de mantener el statu quo, a Hamás cada tanto le sirve una situación de ir  cada tanto a una guerra. Y a Netanyahu, a la derecha, también.

En mi libro Política y violencia llegué a dos conclusiones: por un lado, toda negociación directa entre Israel y Palestina no va a llevar a nada. Israel tiene el poder, y siempre que tenga el apoyo de Estados Unidos y Europa, lo que van a recibir los palestinos no tiene valor. Y la segunda conclusión es que la solución no es un Estado conjunto ni dos Estados separados, sino una combinación de los dos. En su momento lo llamé «la Unión Israelí-Palestina», como la Unión Europea, donde hay Estados y una administración conjunta para las cosas que están dispuestos a hacer en conjunto. Y mencioné lo que hay que hacer en conjunto: el agua, Jerusalem, el aire, la economía… Eso no lo podés hacer separado. Hay que tener un gobierno paritético. No podés abrirlo a la democratización. En la democracia gana y gobierna la mayoría. Acá los dos lados tienen que tener el mismo poder sin importar cuánta gente hay.

La intención sería como Suiza, diría. Democracia y demografía tienen un problema, porque si es un conflicto nacional, nos ponemos a ganar demográficamente. Esa visión de la que yo hablaba hace doce años pasa a tener últimamente ciertos ecos. Hay un grupo israelí-palestino que hoy en día usa el término «confederación».

El presidente nuestro Rueven Rivlin dijo eso: le parece que hay que formar una confederación. Él es revisionista, está en contra de dividir la Tierra Prometida, pero reconoce que hay que llegar a un acuerdo con los palestinos. Ahora, en ese momento hicieron una encuesta con israelíes y palestinos: 35% de los palestinos dijeron que sí, 25% de israelíes dijeron que sí, que querían una confederación. Pero el problemita es que ningún partido político está a favor de una confederaciónSe habla de dos Estados en los partidos que se llaman de izquierda… Para mí, no son de izquierda. Hay en Israel conflictos de clase, de etnia, de religión… Izquierda y derecha en Israel es una dicotomía tribal no política.

Ese plan lo propuse como una visión futura, porque para solucionar problemas políticos tenés que poder imaginar una situación diferente. Mientras que no haya partidos políticos que la propongan, esa visión no va a difundirse. Por ahora funcionaba muy bien el juego de Hamás y Netanyahu. A los dos la violencia les permitía tapar la política y prevenir cualquier tipo de forma de pensar en el futuro.

Los dos lograron que estemos mirando la magia del cielo: los cohetes y los escudos. Y nadie mira las calles. Ahí muere la política.

Sí, ahí es donde muere la política.


1Yossef Beilin, dirigente del partido de izquierda Meretz, ex ministro de justicia y uno de los armadores de los acuerdos de Oslo que terminaron con la firma del ex primer ministro Itzhak Rabin y el líder de la OLP Yasser Arafat en 1993 hecho que les granjeó a ambos el premio Nobel de la Paz. Haim Ramón, fue varias veces ministro en gobiernos laboristas, jefe de la central obrera, parlamentario hasta que con algunas causas judiciales se retira de la política hacia el 2009. Amir Peretz, dirigente del partido laborista, algunos años secretario general de la Central Obrera de Israel y llegó a ser Ministro de defensa en el 2006.

2Ehud Barak, primer ministro Israelí, 1999-2001, protagonizó una ronda de negociaciones que casi terminan con un acuerdo definitivo en 1999 que sobre el final fracasó. La frase “no tenemos socios para la paz” fue dicha por él en ese entonces.

Lev Grinberg es el presidente de la Asociación Sociológica de Israel. Se desempeñó como director fundador del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad Ben-Gurion del Negev. Publicó Mo(ve)ments of Resistance: Politics, Economy and Society in Israel/Palestine, 1931-2013 (Academic Studies Press, 2014) y Política y violencia en Israel/Palestina: democracia versus régimen militar (Prometeo, 2011).