Alcira, ensayos del devenir

Carla Wainsztok

La primera vez que la vi fue en Marcelo T., en la materia “Teoría Social en un mundo en crisis”, corría el año 1992 y, ya se sabe, los noventa eran tiempos destemplados, desangelados y aciagos para los pueblos de Nuestra América Latina. Ella estaba sentada en el escritorio, fumando. Era la primera vez que escuchaba la palabra geopolítica. Usaba mapas y gráficos de pirámides para hablarnos de crisis civilizatorias.

Sus saberes y conocimientos hacían que las/os estudiantes entráramos en “crisis civilizatoria” con las narraciones familiares, oficiales y oficiosas. Recuerdo que en esa materia se hablaba de la Conquista de América y también de Habermas. Ella socarronamente imitaba a Habermas, como un modo de cuestionar “la modernidad”, un gesto opuesto al del rey de España respecto del presidente Chávez. 

Teoría Social Latinoamericana nació en 1993, aún faltaban algunos años para que Nuestra América Latina tuviera gobiernos populares. Si bien para algunas personas la materia se había quedado en el 45, lo que había era una persistencia y resistencia por las “otras ideas”. Alcira nos presentó amorosamente ideas y resistencias. Las resistencias de nuestras ideas. 

Alcira nos citó como quien tiene una cita de amistad con Simón Rodríguez, Martí, Mariátegui, Gunnar Olsson, Tupac Amaru, Artigas, Bolívar, Jauretche, Darcy Ribeiro. La sociología se entremezclaba con los ensayos políticos y literarios. Alcira ensayaba nuevos modos del saber. Saberes donde los tiempos se conjuran y conjugan en pasados, presentes y devenires. Alcira sabía que las historias no son lineales y que ser temporal también puede significar ser una tormenta ante las injusticias. Nos convidaba a leer y luego a escribir ensayos. Los ensayos que incluyen nuestras voces, nuestros pensamientos. Pensar es lo contrario de repetir, pensar es no ser habladas/os, no es casualidad que una de las palabras cercanas al repetir sean las repetidoras.

La publicación de Los silencios y las voces en América Latina fue una respuesta a los 500 años de dominación y colonización. La decolonialidad es un proceso que se inicia con(tra) la Conquista: entendiendo a esta como un crimen que debe ser revelado. Entonces, ¿la metáfora del Sur se inicia con un hecho criminal? ¿La violencia es la partera de nuestras biografías? ¿Nosotras/os fuimos arrojadas/os al “Nuevo Mundo”? Y eso sucedió cuando la práctica de (la) expoliación y (la) colonización eran una moneda corriente aunque la palabra (decolonial) todavía no existía.

Alcira cuestionaba la versión eurocéntrica del mundo, es decir, no negaba a Europa y sus saberes, nos proponía leer desde el Sur.

Aprendimos con Alcira a mirar el sur, a pensar el sur en una doble dimensión, una dimensión geográfica y geopolítica, es decir, desde el sur y pensar al sur como una singularidad original. El nombrar al sur como singularidad es decir geonarrativas, geonarrativas que son sur versiones y sur realismos.

Uno de sus conceptos clave es el de matriz de pensamiento. Nos convidamos a desarmar el concepto de matriz de pensamiento para leer toda la potencialidad del mismo. La idea de matriz y su raíz madre nos hacen pensar en esa mujer sureña que cobijó pensares y saberes populares. Al mismo tiempo, matriz nos refiere al trabajo manual, pensar y hacer. ¿Acaso el hacer no es el otro nombre del pensar? ¿Cómo se hace sin pensar? ¿Cómo se hace sin querer? Pensar y hacer con las manos. Las manos y las humanidades. Las manos y las humanizaciones. Las humanidades que no son solo las ciencias. 

Alcira fue profesora, política, militante y sobre todo pensadora. Fue una pensadora relacional. Una pensadora que reunía (otros) logos, mitos y eros. Una pensadora que sabía que el “pensamiento único” es una ficción para legitimar que hay vidas descartables y desechables. Y lo sostuvo hasta el último “zoom” donde denunciaba la (re) privatización de las redes fluviales. Parece un gesto bien scalabriniano. 

Su vida, su biografía se enredó en las historias de Nuestra América Latina. 

Alcira fue una sureña que soñó con igualdades, libertades y dignidades. Soñó con una Patria tan Grande donde estuvieran presentes todas las lenguas, todos los derechos y los deseos. Soñó con una facultad de(s)colonial, la facultad de inventar para no errar.

Teoría Social Latinoamericana es heredera de las Cátedras Nacionales, historias de compañeras/os, memorias sureñas, memorias antropológicas (del) Tercer Mundo.

Alcira nos convidó con una sociología sin ausencias, sociologías plurales y plurinacionales, sociologías que piensan y hacen los territorios. Los territorios de las sociologías.

Escribir sobre Alcira es escribir (las) sociologías del sur, esas voces que vienen a poblar de palabras nuestras los silencios de la conquista, de la dominación. ¿Alcanzan las “definiciones clásicas” para pensar (a) Nuestra América Latina? ¿Qué conceptos inventar para nuestro continente? Los contenidos de un continente. Las formas y los contenidos. Las formas de los contenidos. ¿Cómo (es) enseñar las sociologías del sur? ¿Cómo problematizar los conceptos de razas, salvajes y barbaries? 

Pensar el sur es pensar las lenguas que pronunciamos y las que dejamos de enunciar. Las lenguas perdidas y los nuevos lenguajes. 

El pensamiento del sur desborda las definiciones y construye indefiniciones. Pensar y desear entre el suelo y el cielo. Pensar y desear hasta las estrellas. Pensar en los límites, los límites del pensar. En tiempos donde parece más fácil definir que descifrar nos proponemos pensar. Definir y adjetivar no es lo mismo que descifrar. Descifrar es nombrar y pensar.

El nombre de Alcira va a estar siempre asociado al devenir como ensayo. Los ensayos del devenir.

Mirar el sur, pensar al sur no puede ser una opción, una materia optativa, pensar el sur es pensar los materiales de nuestras (id)entidades, un deseo que nos mueve y nos conmueve.

Carla Wainsztok

Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Profesora de Teoría Social Latinoamericana de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).