Conversamos con Daniela Vilar, diputada nacional por la Provincia de Buenos en representación del Frente de Todos, acerca del legado de Néstor Kirchner en las nuevas generaciones.
Además de diputada nacional, sos egresada de nuestra Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, ¿no?
Egresé en 2007 de la Carrera de Ciencia Política.
Naciste en 1984, en la crisis del 2001 tenías diecisiete años y cuando asumió Néstor Kirchner, diecinueve. En ese marco te preguntamos cuáles fueron tus primeros pasos en la militancia política.
En 2001, 2002 y 2003 milité en la Villa 31. Daba clases a adultos que estaban terminando el secundario y apoyo escolar a niños, en el marco de un programa de deporte social en el que había que sostener una pata de apoyo para la escuela o de contenido pedagógico para esos pibes, que también estaban en los playones deportivos y armando equipos de fútbol, fútbol femenino y vóley. A mí me tocaba la parte de “la seño”, digamos. En aquel momento la situación era muy compleja en esos lugares vulnerables; los niños y las niñas venían de una situación de vulnerabilidad muy profunda, situaciones de desnutrición, de violencia y ausencia absoluta del Estado. El panorama era muy triste, muy angustiante.
Cuando Néstor asumió en 2003, al principio fui un poco escéptica. Obviamente lo voté porque mi abuelo, que es mi referencia en la vida, el verdulero del barrio, me trajo toda su costumbre de los días de votación: a la mañana, agarrar su boleta -que muchos viejos se la llevan en el bolsillo- para ir temprano a votar. Cuando volvió me dio la boleta y me dijo “Es esta”: la de Néstor. Era mi primera elección y yo no tenía mucha idea. Entonces le contesté: “Abuelo, si vos lo decís, es por ahí”.
No estaba muy enamorada de lo que era el peronismo o el PJ en ese momento porque la habíamos pasado mal en los 90. Había votado a Néstor pero la realidad es que tampoco esperaba nada, no estaba muy expectante. Sin embargo, lo que sí pasó fue que empezó a aparecer Néstor en los chicos que antes venían vulnerados y ahora ya no tanto. Ahí apareció Néstor para mí, ahí lo conocí: en los pibes que ya no venían con hambre, en los pibes que ya no venían con ganas de pegarse entre ellos, que estaban más tranquilos, que tenían ganas de ir a la escuela porque de nuevo estaba activada la salita del barrio. Pibes que se podían incorporar en programas de deportes, en programas de inclusión social y en otros programas del Ministerio de Desarrollo Social.
Yo a Néstor lo conocí cuando estaba en los barrios más vulnerables y empecé a ver al Estado. Eso fue lo primero que a mí me impactó y que dije: «Okey, la política transforma, a partir de la política se puede transformar la realidad”. Porque esos pibes, dos años antes, la estaban pasando muy mal; y a partir de que el Estado empezó a estar cerca de ellos y a acompañar su crecimiento, tuvieron un futuro y una esperanza. Néstor fue ese cambio.
Néstor fue la dignidad en esos pibes y también en mí y en mi barrio. Yo soy parte de una generación, la de los noventa, que siempre había sido decepcionada. Porque la educación fue bastardeada, porque la cultura en esa época también fue boicoteada y avasallada. Entonces, los que éramos de los barrios, de los sectores populares, no teníamos muchas opciones. Yo soñaba con poder ir a la Facultad, pero seguramente lo más factible era que nunca llegara a ir, porque la Universidad pública, por más que fuese gratuita, me quedaba a un colectivo, un tren y dos subtes. Nosotros no teníamos la posibilidad de pagar todos los pasajes -otra de las grandes victorias que festejé fue el boleto estudiantil- ni tampoco de dedicarnos solamente a estudiar. Tenía que laburar y estudiar cuando arranqué la carrera, por más que no tuviera que pagar una cuota por cursar.
Contamos la historia de tu abuelo, ¿es peronista, no?
Mi abuelo fue peronista de la misma manera que yo soy peronista y kirchnerista, porque le dio derechos. Perón le dio derechos y a mí me los devolvió Néstor. Tiene más de 85 años. Cuando le pregunté por qué se hizo peronista, me respondió: “Porque me dio dignidad”.
Lo que a vos te pasó con Néstor Kirchner es lo que les pasó a muchísimos con el primer peronismo: llegar a la política y al peronismo por lo que empiezan a ver en sus vidas y a su alrededor en términos de transformación.
Le pasó a mi abuelo y después me pasó a mí. Mi abuelo trabajó desde los siete años en los obrajes y como boyero de La Foresta. A los quince, llegó a Lomas de Zamora.
Nació en 1933 pero recién pudo obtener derechos cuando Perón los otorgó; pasó de ser un niño explotado a ser un hombre con derechos, un trabajador con derechos laborales, a la tierra, a la casa, a poder construirla, a la movilidad social ascendente, a cumplir los sueños, digamos, un tipo con derechos, «digno», como él bien me dijo.
A mí me pasó lo mismo con Néstor: esta reivindicación de la política, que es lo que nos pasa a mi abuelo y a mí, nos encuentra en un amor profundo. La política de Perón y de Néstor nos reivindicó también a los pobres.
¿Cómo vivió tu abuelo su identidad peronista en los 90 con Menem?
Primero, ilusionado. Luego, resignado. Porque obviamente la mayoría lo votó en la primera elección y después vino la desilusión por la pérdida de soberanía. En 1990 yo tenía cinco o seis años y recuerdo escuchar que se vendía YPF, que se vendía tal cosa… Yo decía: “¿Pero cómo? Si lo vendemos, perdemos los argentinos”. Una cosa muy básica, ¿no?. Nos preocupaba la soberanía de los bienes comunes, al menos eso sentía en mi casa. Cómo vas perdiendo un montón de derechos que se habían adquirido durante tanto tiempo. Obviamente en el medio estuvo la dictadura, entonces siempre es mejor la democracia y aun más cuando era un gobierno peronista.
En la explosión de 2001 eras una piba bastante escéptica con la política y con el peronismo pero te reilusionaste a partir de la presidencia de Nestor Kirchner.
No sé si fue tan así, porque en realidad yo militaba socialmente desde los trece años. Lo que entendí con Néstor fue que de quien manejara el gobierno dependía la calidad de vida de los que vivíamos en este país. De quien estuviera creando políticas públicas o quién nos propusiera hacer política.
Néstor nos da a una generación entera la certeza de que la política es la herramienta para transformar la realidad.
¿Cómo te impactó a vos y a tu entorno la muerte de Néstor?
Voy a decir algo que suena fuerte.
Yo tengo treinta y seis años y no viví un día tan triste en mi vida como el 27 de octubre de 2010. No tengo registro de un momento tan triste o que me haya quebrado el espíritu como la muerte de Néstor Kirchner. Fue el tipo que nos había hecho dignos. No podía entender que ya no estuviera.
Era injusto, estaba enojada con la realidad, con Dios, con todo el mundo. Era inexplicable que pasara eso, porque era el chabón que nos había dignificado, antes no habíamos tenido la posibilidad de ser y él dijo: «Sí, yo creo en el pueblo argentino, creo en los pibes, creo en las pibas, creo en las mujeres, creo en los trabajadores, creo que se puede dignificar a partir de derechos, creo en festejar victorias junto con el pueblo». Y lo hizo.
¿Estuviste en la Plaza?
Sí, desde que nos enteramos hasta que se lo llevaron. En ese momento vivía sol, en un monoambiente y estaba tan mal que mi mamá me fue a buscar porque tenía miedo de que me descompensara. Almorcé con mi familia, todos llorando, tristes, desahuciados, sumidos en la más profunda angustia. Desde el 27 al mediodía hasta que se lo llevaron estuve ahí.
Millones de personas lloramos ese día pero no hay mucho registro de eso. Sí con la muerte de Eva y la de Perón, pero no en el caso de Nestor Kirchner. Uno de los hechos más importantes en nuestros casi cuarenta años de democracia merece pensarse a fondo. Quizás hay una deuda en ese punto. Más allá del impacto y de la tristeza, ¿qué cambió en la política argentina a partir de la muerte de Néstor? Es imposible ver el triunfo tan contundente de Cristina en la reelección de 2011 sin vincularlo de alguna manera con la muerte de Néstor o con lo que se generó en esa Plaza un año después de la derrota electoral de 2009.
Su mayor legado es la trascendencia y todo lo que implica ese concepto. Trascendió en un pueblo entero, en los pibes y en los chiquitos. Néstor garantizó que en el futuro lleguemos a los cien años de peronismo, porque cuando ves a pibes de doce o quince años saludarte con los dedos en “V” estás viendo a pibes que el resto de su vida van a ser peronistas.
Néstor se hizo pueblo y juventud empoderada. Néstor es luchar por los derechos. Es difícil explicarlo en términos científicos o descriptivos, pero lo cierto es que Néstor trascendió.
Todos los que estábamos tristes en ese momento nos quedamos con un poco de Néstor para fortalecer, acompañar, abrazar a Cristina, confiar en que es la política el mejor lugar para los pibes y las pibas, querer ser parte, entendernos protagonistas de un momento histórico, pelear por lo que creemos.
Pelear en términos de lucha, de insistir, de que no nos digan que no. Néstor está en la historia.
Hay una generación peronista del primer peronismo, como la de tu abuelo. Otra generación de los 60 y 70, organizada en grupos con enorme diversidad de horizontes e interpretación de lo que era el peronismo y que peleó por la vuelta de Perón a la Argentina y la vuelta del peronismo al poder después del golpe del 55. Hay una tercera generación, quizás menos visible, que es la de la transición democrática: los que llegan a la política entre fines de la dictadura y comienzos de la democracia, los que nacen a la política desde el peronismo con lo que fue la renovación y que transitaron de muy diversas maneras la década menemista. Después aparece la generación de ustedes, los que nacen a la política con la explosión de 2001 y con el kirchnerismo. ¿Qué características tiene en particular tu generación política, la de los militantes de la generación post 2001?
La mayoría nacimos en democracia. No fuimos testigos presenciales ni vivenciales de lo más nefasto de nuestra historia, la dictadura cívico militar. No obstante, la primera parte de nuestra vida nos formamos en una especie de continuidad del Plan Cóndor, ese cipayismo, entreguismo y vaciamiento educativo y cultural que transitamos en los 90 y que fue bastante nocivo para nuestra generación. Hizo que nosotros estuviéramos más lejos de la posibilidad de acceder a la educación pública y pensar en estudiar para conseguir trabajo. Una cultura en donde lo efímero y la oda al individualismo eran muy fuertes. Somos una generación que tuvimos el desafío, por tener grandes maestros como Néstor y Cristina, de aprender a vivir en colectivo.
Nosotros partíamos de una base absolutamente individualista, del “sálvese quien pueda”, “esto es mío”, la propiedad privada. Esa era la marca de los 90: el consumo inmediato y lo descartable.
Ellos nos proponen entender la vida desde la concepción de lo colectivo. Tuvimos la posibilidad de transformarnos a nosotros mismos, desde ese individualismo al que nos tenían premoldeados a la construcción de un proyecto político colectivo, a ser parte de un todo más grande, a entender el dolor ajeno como propio, la injusticia ajena como injusticia propia, a comprender que es necesario, y muy bueno además, complementarse con el otro o con la otra porque son tus compañeros. La reivindicación y reinvención del concepto de «compañeros» son parte de nuestra generación.
Máximo dijo: “Mis compañeros son mejores que yo”. Y nosotros y nosotras lo repetimos todo el tiempo. Nuestros compañeros son mejores y eso nos hace mejores también a nosotros.
Creo que la característica particular es el aprendizaje de lo colectivo, el ser parte de un todo, el complementarnos con el otro o con la otra y que también somos una especie de transición. Porque los mejores, realmente buenos, son los que vienen después: los que tuvieron la suerte de criarse la mayor parte de su vida en los doce años de gobierno kirchnerista, con un 6% destinado al PBI para la educación, con universidades en el conurbano, con universidades nacionales recién creadas para que las habiten los pibes y las pibas de los barrios, los distintos derechos que se consiguieron (la identidad de género, el matrimonio igualitario, las leyes para las mujeres). Esos pibes se formaron de otra manera, vienen con “otro chip” en el que las mujeres, los feminismos y las disidencias toman abrazadas y de manera sorora y solidaria las calles en pos de los derechos, del camino hacia la igualdad de las mujeres, de las reivindicaciones ambientalistas. Es una generación que viene con muchos más privilegios por haber sido criada por gobiernos como el de Néstor y los de Cristina. Nosotros somos más los del desafío, la transición del aprendizaje, de aprender a convivir, ser parte, encontrarte con el compañero o con la compañera.
Entrevista: Guillermo Levy
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