Hoy me desperté con mi compañero escuchando Memories of Tomorrow de Keith Jarrett. Ayer asistí a un encuentro vía zoom de la Comisión Provincial por la Memoria en el que una de las expositoras comentó que la Madre de Plaza de Mayo Adelina Dematti de Alaye decía que archivaba “para el futuro”. Unos días antes un amigo me había compartido la letra del tema de David Byrne In the Future en el que recita afirmaciones recurrentes sobre ese tiempo por venir. Un poco antes de esto, otro amigo me había compartido algunas reflexiones sobre la retrotopía y sus manifestaciones en el campo de las artes. Y antes de todos estos momentos anteriores, me había llegado la invitación para escribir en Espoiler sobre la conmemoración del 9 de julio, un momento del pasado escrito en el presente y que pretende mirar al futuro. Aquí estoy.

En otro texto me ocupé de analizar el tema de la construcción de una comunidad de ideas de derecha en América Latina en el siglo XXI. Tomé como punto de referencia el libro de Jaime Durán Barba y Santiago Nieto Mujer, sexualidad, Internet y política. Los nuevos electores latinoamericanos editado en 2006. Considero que este libro fue un pilar para la construcción del relato fundante del “mundo PRO” en Argentina y para al arribo de la alianza Cambiemos al gobierno nacional. A través de algunas figuras que se construyen y ponen en circulación en el mencionado libro, las derechas y sus operadores culturales proyectaban un cambio en la manera de entender la política y así influir sobre los resultados electorales1.

En el prólogo a ese libro, escrito en formato de diálogo (como le gusta a las derechas del consenso de Washington), el operador cultural del PRO/Cambiemos Alejandro Rozitchner afirma:

“(…) el pensamiento social explícito y consciente (opinión pública y ciencias sociales) es un pensamiento atrasado, plagado de ideas y palabras más deseosas de respetar el compromiso con una realidad que ya no es, que de avanzar hacia el entendimiento del mundo que hoy está ante nuestros ojos”2.

En las palabras de Rozitchner se retoma el viejo ideal de la modernización oligárquica, la noción de progreso ilimitado expresado en el par pensamiento atrasado/avanzar hacia el entendimiento. Asimismo, se enarbola el presentismo, que el filósofo François Hartog definió como el régimen de historicidad de los años noventa. En la visión de las fuerzas de la derecha política, las ciencias sociales son denostadas porque se ocupan del pasado (una “realidad que ya no es”) y no del presente (“el mundo que hoy está ante nuestros ojos”).

Las dicotomías que se anuncian en el prólogo del libro resuenan en el post scriptum, donde Durán Barba y Nieto diferencian entre las ciencias sociales y el trabajo de consultorías políticas, colocando a la ciencia (siempre situada en el plano de lo ideal) enfrentada al conocimiento pragmático (atento a la realidad). Con estas nociones cimentan su práctica: “[El consultor] se mueve en un mundo tal como es y no hace campañas para un mundo como ‘debería ser’”. Y luego: “La investigación [de mercado electoral] tiene (…) un sesgo pragmático”.

Las ciencias sociales se encargan de “diseñar mundos ideales en el campo de la teoría”, “estudian el pasado” y “un universo atemporal”. En cambio, sostienen, “los consultores políticos no podemos usar categorías que nos alejen de la realidad”, el trabajo del consultor consiste en obtener “resultados concretos en el corto plazo” (pues de lo que se trata es de “ganar una elección”)3.

Como ya dije en otro lado, en esta concepción, la verdad científica es desplazada por la verdad de la encuesta. La ciencia es reemplazada por el instrumento de medición.

El desprecio por las ciencias sociales fue evidente en varias instancias del gobierno de Mauricio Macri y la alianza Cambiemos (2015-2019). La denostación de la importancia de conocer el pasado y hacer memoria también.

El 25 de mayo de 2017, en la celebración nacional que conmemoraba esa fecha patria en su 217 aniversario, el gobierno de Macri cometió un error.

Descargada de: https://www.lapoliticaonline.com/nota/105767-cometen-un-grosero-error-con-la-fecha-del-25-de-mayo-en-el-desfile-militar/

En la bandera de fondo que enmarcaba al palco del desfile militar programado para ese día se leía: 1816-2017. ¿Qué sucedió aquel año 1816? Para los grupos poderosos que encabezaron el proceso de independencia iniciado en 1810, la movilización política de las masas -mayoritariamente rurales- entrañaba un «peligro»: el desborde hacia alternativas radicales. La posibilidad de una revolución desde abajo violenta e incontrolable inclinó la balanza hacia soluciones conservadoras.

En 1816 la monarquía en la metrópoli estaba restaurada. En este contexto, la revolución en el Río de la Plata tomó un nuevo rumbo. El Director Supremo Ignacio Álvarez Thomas convocó a un Congreso en la ciudad de Tucumán. No todos los congresales eran favorables a la declaración de la independencia en los términos en los que se preveía frasearla. E incluso hubo espacios que no quisieron enviar representaciones por diferencias políticas con el gobierno del Directorio, unitario y moderado (la Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe).

El 9 de julio de 1816 el Congreso de Tucumán declaró: “fin de la revolución, principio del orden”. Estas palabras ofrecen una clara visión del espíritu conservador que inspiraba a los reducidos grupos de poder que encabezaron la declaración. El orden como negación del conflicto, de la diferencia y de las disidencias (que no tardaron en manifestarse). Es cierto que el Congreso de 1816 arrasó con el Estado colonial y el monarquismo, pero no menos cierto es que arrasó también con la propia revolución.

La sentencia “fin de la revolución, principio del orden” nos ofrece una pauta del régimen de historicidad que subyace al ideario triunfante en aquel entonces. Y que de algún modo resonó durante el gobierno de Macri, a tal punto que el 25 de mayo de 2017 su gobierno estampó en la bandera el año 1816. Se recreó un orden como enunciado declarativo, amputado de toda performatividad y experiencia de cambio y de mirada hacia el futuro. Un régimen de historicidad presentista que proponía una filosofía del entusiasmo anclada en las “ganas de vivir” en “el mundo que hoy está ante nuestros ojos”.

Hoy nos toca conmemorar el 9 de julio de 1816 en otras circunstancias. El gobierno de Alberto Fernández ha enfatizado los valores de la unión nacional y el cambio para la inclusión, pero la emergencia del Covid-19 y la pandemia han traído aparejada una crisis que habrá que sortear con inteligencia y sensibilidad. Las derechas ya se han pronunciado, una vez más, contra la ciencia, priorizando la economía frente a la conservación de la vida.

Es un tiempo de crisis, incluso crisis de la experiencia misma del tiempo. Antonio Gramsci nos dejó una frase hermosa que viene al caso recordar: en las  crisis lo viejo no termina de morir y lo nuevo tarda en aparecer y en ese interregno surgen los monstruos. ¿Cómo conjurarlos?

Hacer memoria para el futuro.

Notas

1 Giordano, V. (2017). Las ciencias sociales y los intelectuales en la perspectiva de las derechas latinoamericanas hoy. Millcayac – Revista Digital De Ciencias Sociales, 4 (7), 165-180. Recuperado a partir de http://revistas.uncu.edu.ar/ojs/index.php/millca-digital/article/view/1018.

2 Durán Barba, Jaime y Santiago Nieto (2006). Mujer, sexualidad, internet y política. Los nuevos electores latinoamericanos, México: Fondo de Cultura Económica, p. 15. La cursiva es mía.

3 Idem, pp. 365-377.

Verónica Giordano

Profesora de la Carrera de Sociología, investigadora de UBA y CONICET.