Escribimos este texto en un contexto extraordinariamente fluido. Las principales bolsas de valores del sistema mundial sufren la peor caída desde 1987, mientras el virus COVID19 extiende su presencia e incidencia en todo el planeta. En Argentina, un nuevo gobierno intenta trabajosamente sobreponerse al pésimo cuadro económico y social dejado por el último experimento neoliberal y gasta sus energías en una compleja negociación con acreedores externos, estrechamente aliados con la oposición interna.

Las burbujas, por lo general, estallan

El contexto global no debería sorprender a ningún analista serio, ya que la expansión del coronavirus impacta sobre una burbuja bursátil descomunal que se generó hace diez años y seguía creciendo hasta hace dos semanas. Se acumularon, especialmente durante los últimos años, numerosas advertencias, incluso de organismos internacionales (OCDE, FMI), sobre la existencia peligrosa de una burbuja bursátil e inmobiliaria en los países centrales. Esas advertencias que fueron prolijamente ignoradas por los “mercados”, entusiasmados con hacer plata de la plata. 

Las bolsas y otros activos financieros se valorizaron independientemente de cómo funcionaran las economías, de los resultados de las empresas, y de todo análisis realista sobre las débiles perspectivas de la economía mundial, que daba numerosos signos de ralentamiento.

La pregunta era cuándo estallaría la burbuja. El COVID19, que efectivamente tiene efectos económicos importantes, proporcionó la excusa. Pero nadie puede creer que la evaporación del 20% de la riqueza financiera global –por ahora– se deba a una pandemia que se resolverá en el momento cuando algún país anuncie, en seis u ocho meses, que ha obtenido la vacuna correspondiente.

En ese sentido, es interesante observar cómo existe ya una competencia larvada, de prestigio internacional, en torno a qué país obtendrá primero la vacuna salvadora, pero también en torno a qué país está manejando con más efectividad la epidemia interna, pone a salvo más vidas y se las arregla, sin la vacuna, para contener la enfermedad.

Impacto económico según características nacionales

De lo que estamos estudiando actualmente, surge que hay una serie de sectores económicos reales que están sufriendo en la coyuntura un feroz impacto: el turismo internacional (hotelería, viajes, servicios asociados), pero también los espectáculos con público, el transporte interno y todas las actividades que involucren concentración masiva de público. Insistimos: la debacle de esos sectores es transitoria hasta que aparezca la vacuna, momento en el cual empezará la normalización de las actividades. Lo que ocurre es que el impacto es muy violento e inesperado, y por lo tanto se asemeja a un colapso que puede dejar un tendal de quiebras y despidos. Por ejemplo, en actividades turísticas, algunos países que son destinos destacados sufrirán impactos muy severos, como por ejemplo Italia, España, Israel o Tailandia. 

Pero también hay disrupción en cadenas productivas. Las severas medidas tomadas en China han reducido, o directamente paralizado, la provisión de ciertos bienes o insumos productivos a todo el planeta, y de esa forma entorpecido el aprovisionamiento habitual de mercancía. Menos exportaciones, menos ventas, menos comercio, con mercados internos comprimidos por las medidas de contención.

En todos los casos, el sector real de la economía mundial, que no estaba atravesando un buen momento previamente, pasa ahora a mostrar un cuadro recesivo. Absurdamente, el sector financiero global pretende seguir cobrando intereses a todas esas actividades en contracción como si nada ocurriera.

De no mediar intervención de los Estados para regular ese desequilibrio, el escenario de crisis de las empresas productivas se agudizará por la continuidad de la presión financiera. Debe recordarse, sin embargo, un hecho fundamental: los activos de los prestamistas financieros –las deudas que las empresas tienen con ellos– serán cada día menos sólidas y por lo tanto terminarán comprometiendo la propia viabilidad económica de los financistas. 

Otro factor de retroalimentación de la crisis es el aumento del desempleo por efecto de los despidos en las ramas muy afectadas, y el impacto indirecto sobre otras que no están en la primera línea. De no mediar políticas públicas de amparo y subsidio a los trabajadores afectados, el impacto recesivo se profundizará.

Impacto demográfico

Estamos analizando el cuadro con la información del día de hoy. Los datos dan cuenta de que el COVID19 es extremadamente expansivo, y de muy difícil contención salvo si se adoptan muy severas medidas públicas, que deben ser respetadas estrictamente por toda la población.

Hoy sabemos que una parte significativa de la población mundial estará expuesta al contagio. El porcentaje de afectados varía pero en Alemania el gobierno ha difundido una estimación que entre el 60 y el 70% de la población contraerá el virus. En los territorios palestinos, autoridades sanitarias estiman una expansión que abarcaría entre el 60 y el 80% de la población. 

En cuanto a la mortalidad asociada a la pandemia, varía mucho según países y es un fenómeno en desarrollo. En Corea del Sur el porcentaje de víctimas fatales es por ahora del 1% de los contagiados, mientras que en Italia –en plena explosión de la pandemia– hoy está en el 6,6%, mientras en España se registran 2,8% de víctimas fatales, y en China, donde se “descubrió” el evento, 5%. Las formas de combatirlo, las medidas restrictivas, las capacidades estatales, la disponibilidad la responsabilidad y el compromiso social de las autoridades, el grado de cumplimiento colectivo, varían en cada país.

Con los datos aportados más arriba, hacemos un cálculo muy sencillo, para ejemplificar la importancia decisiva de las políticas públicas, y de la capacidad estatal para hacerlas cumplir: Alemania tiene un población aproximada de 80 millones de habitantes. La estimación oficial más conservadora es que el 60% se infectará con el COVID19, o sea, 48 millones de habitantes. Aplicando la tasa de mortalidad más baja registrada hasta el momento, la de Corea del Sur, del 1% de los infectados, se registrarían 480.000 decesos en el corazón de la Europa desarrollada. 

Muchas cosas pueden mejorar, insistimos, en el conocimiento y tratamiento de la pandemia, pero vale señalar esta cifra abrumadora, estimada con datos reales de hoy, para entender el valor de todas las medidas que puedan tomarse para frenar la expansión, dar tiempo al sistema hospitalario a expandirse y prepararse para tratar una masa enorme de potenciales pacientes, a la espera de la solución definitiva, que será la vacuna.

El daño principal ocurre en población que tiene otras enfermedades, que está físicamente débil por cuestiones en muchos casos sociales, y en población anciana. 

Impacto en la vida cotidiana

Ya podemos, sobre la base de lo que está ocurriendo en otras sociedades, observar numerosos impactos en la vida cotidiana. En lo económico, se expresará en la caída en el consumo de bienes y servicios que impliquen desplazamientos urbanos o territoriales, y una retracción general de la vida pública. Existirá una dependencia mayor de los medios electrónicos de comunicación y surgirán otras prácticas y comportamientos para evitar el contagio. 

La vuelta obligada al hogar como lugar de trabajo, estudio o esparcimiento pondrá a prueba las capacidades de las estructuras familiares para contener y facilitar estas actividades no habituales.

Al mismo tiempo, se pondrán a prueba las capacidades estatales para administrar la situación y atender los nuevos problemas que surgirán.

Una contratendencia que puede ser positiva, si el ingenio se agudiza, es el surgimiento potencial de actividades económicas o sociales que apunten a responder a las nuevas necesidades que el cuadro de aislamiento relativo provocará a nivel masivo.

El Estado

En Argentina, en las últimas décadas, ha habido una sistemática campaña de destrucción y desprestigio de lo público y de lo estatal, en favor de la consolidación de una sociedad neoliberal, con sus inevitables prácticas de individualismo extremo y desafección social.

La irrupción de un peligro como el COVID19 obliga a recorrer exactamente el camino contrario.

Los criterios de seguridad colectiva se deben imponer sobre las comodidades o caprichos personales y el Estado deberá actuar con eficiencia y anticipando los problemas. Se necesita un Estado que estudie, piense y actúe en tiempo real.

Nada de esto es común en nuestro país, y probablemente, ante la amenaza de muerte, seamos capaces de generar una positiva reacción en ese sentido. Capacidades humanas sobran, pero falta asumir con claridad una ideología de pertenencia y responsabilidad colectiva, y abandonar los prejuicios anti-Estado y las prácticas anómicas individualistas.

De vuelta al escenario mundial

La disrupción económica y financiera –recesión productiva y evaporación de riqueza financiera–, sumada al impacto poblacional, son episodios completamente superables, en la medida en que no se siga insistiendo en las políticas asociadas a la globalización neoliberal. 

Damos dos ejemplos para observar hasta qué punto son ineficientes y obsoletas las medidas que son capaces de concebir los dirigentes mundiales adeptos al neoliberalismo. El presidente Trump ha dicho en estos días que para estimular la economía norteamericana va a bajar nuevamente los impuestos a las corporaciones. Es decir, en el pico de una crisis –que aún no se ha manifestado plenamente en Estados Unidos– lo que se le ocurre es seguirles aumentando las ganancias a las grandes conglomerados multinacionales. Ya esa medida, tomada hace dos años, había mostrado su ineficacia desde el punto de vista productivo. Es sólo una medida redistributiva a favor del 1% de los norteamericanos. Insistir en ese camino trillado muestra la estrechez de visión de un presidente que aspira muy seriamente a su reelección. 

El otro caso sorprendente es el de la Reserva Federal de los Estados Unidos y el Banco Central Europeo. Pasaron a ser en las últimas décadas prácticamente los únicos instrumentos de política macroeconómica, producto del predominio ideológico del neoliberalismo, y lo único que atinan a hacer es bajar la tasa de interés para “estimular la economía”. Ya lo vienen haciendo desde 2008 y la economía global, sin embargo, está anémica, porque no alcanzan las medidas monetarias para que el capitalismo financierizado funcione. La falta de imaginación, y la constelación de intereses dominantes los lleva a tratar de inventar ¡una nueva burbuja financiera! para reencauzar la situación.

En Argentina es una ocasión sobresaliente para poner en pie el valor de lo público, y el rol central del Estado, no sólo en la salud pública, sino también para la salud económica del país.

Estamos frente a una prueba sobre las capacidades del sector público, su rapidez para organizarse, comprender la situación y dar respuestas inteligentes a la sociedad. Su liderazgo es insustituible y no debe fallar.

Ricardo Aronskind

Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Licenciado en Economía (UBA) y magíster en Relaciones Internacionales por FLACSO. Investigador-docente en la UNGS (IDH, Área de Política). Es Coordinador del Programa PISCO (Programa de Seguimiento de la Crisis del Orden Mundial) del Instituto de Desarrollo Humano de la UNGS.