La Wiphala y las balas: el golpe de Estado y la resistencia de los pueblos

El golpe de Estado que se ha gestado en Bolivia y que ha tenido convulsionado por más de tres semanas al país ha ido configurando escenarios en lo que lo impensable está aconteciendo a partir de movilizaciones de las estructuras comunitarias que buscan la restitución del orden constitucional, la dignidad, la democracia de los pueblos, la conquista de los derechos colectivos y la esperanza de la libertad y del Vivir Bien y con dignidad. Estas movilizaciones tienen como escudo la Wiphala, bandera emblema de siete colores, y se enfrentan a las balas que son utilizadas por el gobierno dictador y represor.

La estrategia de los golpistas ha venido acompañada con un control de los medios y redes y con la producción de subjetividades dirigidas a erosionar la candidatura de Evo Morales, instalando en el imaginario de la gente, los jóvenes urbanos de clases medias centralmente, la debilidad de la institucionalidad democrática, los valores éticos y morales que han sido acompañadas con noticias falsas sobre el accionar del presidente Evo y centrándose en las denuncias sin pruebas de la OEA sobre un presumible “fraude monumental” que se habría montado para las elecciones, e instalando en el imaginario clasemediero urbano que hay que defender su voto, derrocar a la dictadura y conquistar la libertad. 

La manipulación de los sentimientos religiosos conservadores es un elemento central de estas convocatorias y de la movilización de los comités cívicos, liderada por el presidente cívico cruceño, que lleva una cruzada sangrienta para la “devolución de la biblia y sacar la Pachamama del Palacio de Gobierno”, en una clara confrontación a la cosmovisión indígena, trayendo a la memoria de los Pueblos y naciones indígenas el rol que ha tenido la Cruz en la invasión, como lo expresara Evo Morales y en el análisis de Dussel, que plantea que lo religioso podría estar contenido una de las equivalencias que logra movilizar a las clases medias acomodadas, que son las que sustentan el golpe de Estado y que está relacionado a un movimiento conservador que se apoya en una religiosidad evangélica burguesa, configurándose un movimiento basado en el fundamentalismo religioso.

El 20 de octubre los Pueblos y naciones indígenas ejercieron su derecho político para elegir a sus autoridades nacionales, unos con la esperanza de que haya continuidad en el proceso de transición hacia el Vivir Bien, y otros, las clases medias urbanas, con la convicción de que en ese momento ya les habían robado su voto y que se tenía que constituir un bloque de defensa de la democracia ante el “fraude descomunal”. Así lo habría anunciado el candidato perdedor Carlos Mesa días antes de los comicios y ratificado antes de que concluya el escrutinio el mismo día de las elecciones. En este contexto, también ese mismo día la CONADE desplegaría acciones que instalarían un ciclo de violencia expresado en quema de casas de campaña e instituciones públicas, quema de ánforas, secuestro de autoridades, acciones que continuarían durante 21 días y que se acentuarían manifestando un desprecio hacia los símbolos de los Pueblos y naciones a través de la quema y el retiro de la Wiphala de espacios y lugares simbólicos en la que esta había sido colocada con el nacimiento del Estado Plurinacional, significando esto un agravio a la memoria, historia y libertad de los Pueblos y naciones indígenas y siendo el factor movilizador y cohesionador de estas luchas y resistencias que estarían siendo desplegadas. 

Las narrativas que instalaron académicos, actores políticos y medios de comunicación alineados al golpe estuvieron dirigidas a “maquillar el golpe de Estado”, encubriendo la violencia y criminalizando la protesta de los sujetos comunitarios.

Estos emergían desde lo profundo con estribillos que manifestaban su rechazo al golpe de Estado, que se ha había consumado con la renuncia del presidente, la autoproclamación de la senadora Áñez y el inicio de una gestión gubernamental de facto caracterizada por enfrentar la Wiphala con las balas. 

Los eventos y la información circulan y circulaban a una gran velocidad: periodistas extranjeros que estaban cubriendo el golpe de Estado habían logrado levantar la persiana, y la comunidad internacional se pronunció rechazando el golpe y el rol de los actores que son parte de este capítulo negro de la historia del Estado Plurinacional al tiempo que demandaba que se restituya el orden constitucional y el respeto a la vida. 

Es bajo esta persiana, que los Pueblos y naciones han configurado una cartografía de resistencia que cruza el trópico, los valles y el altiplano, trascendiendo lo rural para tomar el espacio de las ciudades y establecer posiciones que permitan restituir su dignidad y sus conquistas comunitarias, y el poder establecido como pueblos. El levantamiento de las comunidades del Trópico y el Alto como bastión de la lucha aymara trae a la memoria el rol que este pueblo ha tenido en la derrota del gobierno de Goni y Carlos Mesa en 2005.

Nuevamente son estos Pueblos y naciones que están poniendo su cuerpo frente al poder tirano y dictatorial. Hoy, mientras se escriben estas líneas, la sangre de varios compatriotas campesinos del trópico cochabambino, muertos a tiros por la policía y el ejército boliviano en Sacaba, en las afueras de la ciudad de Cochabamba, aún no se coagula. Los medios de comunicación nacionales encubren estos hechos.

Pero las redes explotan con videos caseros denunciando la masacre, exigiendo que la prensa internacional difunda esta barbarie para que el mundo se entere.

Mientras tanto, en La Paz, la gente de El Alto ha instalado cabildos y se ha pronunciado. Las provincias altiplánicas está movilizadas en una apoteósica marcha por la defensa de la democracia, sus derechos colectivos y el reclamo de respeto de los símbolos indígenas, rechazando el golpe de Estado, exigiendo la renuncia de la autoproclamada Jeanine Áñez y la expulsión de este territorio de los cómplices como la alcaldesa Chapetón y Samuel Doria Medina. 

Impensadamente, y con toda seguridad fuera de los cálculos golpistas, se levantan los indígenas del Alto, capital aymara de más de un millón de habitantes, y al grito de “¡la Wiphala se respeta!” y “¡policía, motín, el Alto no te quiere!”, bajaron en una turba incontenible al centro paceño, quemando y destrozando cuanta estación policial pillaban a su paso, y quedándose en marchas constantes exigiendo la renuncia de Añez.

Mientras en el obelisco de La Paz, en una de las barricadas puestas por el ejército, la gente les ruega que vengan a este lado y defiendan al pueblo humilde; a unos metros una mujer indignada por el abuso de los policías, que desalojan a empujones y usando gas pimienta en la cara de la gente, les grita que son indignos de llevar la Wiphala en sus insignias.

En la euforia triunfalista del golpe de Estado, los policías amotinados en sus cuarteles sacaron la Wiphala de los mástiles donde están las banderas patrias, incluso algunos la quemaron y se sacaron las insignias de sus camisas. Con esto pensaron ser acogidos por los “luchadores de la democracia”, enardecidos clasemedieros que se movilizaron con consignas de odio racial para derrocar a Evo Morales, pero eso solo logró enardecer a los indígenas que habían asistido hasta entonces impávidos a los acontecimientos y que ahora recorrían los caminos de tierra, las carreteras y las calles de las diferentes ciudades con estribillos de “Evo no estás solo”.

De pronto, la autoproclamada senadora Áñez se encuentra con una inmensa movilización social exigiendo a gritos su renuncia, prácticamente en las puertas del palacio, y la única seguridad que la protege es la amenaza de las balas militares.

Balas de unos militares acusados de venderse al golpismo, que ya han se han cargado con varios muertos en esa tarea, y que ahora están en la disyuntiva de seguir apoyando esta aventura y reprimir, o volver a pasarse al bando del pueblo y apoyar la renuncia de Áñez. La historia, con ayuda de la prensa internacional, seguramente contará este desenlace.

Pilar Lizárraga Aranibar
Economista y geógrafa. Miembro del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Forma parte del consejo editorial y coordinadora del boletín Diversitas. Coordinadora de la Cátedra Abierta del Pensamiento Crítico Revolucionario. 

Carlos Vacaflores Rivero
Investigador social sobre temas de diversidad económica en las transformaciones políticas del Estado boliviano, autor de varios artículos y capítulos de libros referidos a la naturaleza de la participación campesina en estos procesos contemporáneos de construcción del Estado Plurinacional Comunitario.