Se anunció hace pocos días la concreción de un acuerdo de liberalización comercial entre la Unión Europea y el Mercosur. Se desconoce la mayoría de los detalles del acuerdo –incluso una serie de temas no resueltos están pendientes–, y el mismo no podrá entrar en vigencia hasta que sea aprobado por los parlamentos de los países miembros de ambos espacios económicos. Sin embargo, podemos avanzar en el análisis de algunos de sus aspectos visibles.
Algunos efectos previsibles en caso de aprobarse
La enorme asimetría existente entre los dos espacios económicos que firmarían el acuerdo, tanto en el terreno productivo-tecnológico, como en las capacidades públicas de gestión y planificación, y en lo que Aldo Ferrer denominaba “densidad nacional”, pueden derivar en tratados sumamente negativos, a menos que se negocie con suma inteligencia y prudencia para evitar que esas asimetrías se transformen directamente en abismos económico-sociales.
Sabemos, no obstante, que del lado latinoamericano prevaleció en los últimos años la premura y la irresponsabilidad por firmar cuanto antes el tratado, cuando los anteriores gobiernos regionales –con una mayor conciencia nacional y social– no pudieron avanzar dadas las desproporcionadas demandas europeas en todos los terrenos.
El efecto total de la potencial implementación del acuerdo es ampliar y transformar en permanentes y estructurales las serias diferencias en términos de desarrollo existentes en la actualidad, construyendo un corsé que impida realizar a los futuros gobiernos de nuestra región políticas audaces para romper con el atraso.
Las políticas públicas del neoliberalismo periférico
Los dos países miembros más importantes del Mercosur, más Paraguay, tienen en la actualidad gobiernos que adhieren a los principios de la globalización neoliberal: debilitamiento de los Estados y ampliación incesante de la libertad de las firmas multinacionales y de las finanzas globales.
De hecho, la aparición de estos gobiernos tuvo como efecto una drástica disminución de la importancia del Mercosur como intento de construcción de un área soberana latinoamericana, ya que el neoliberalismo latinoamericano es favorable a la extinción del Mercosur para favorecer relaciones bilaterales, en estado de aislamiento y debilidad, con las tradicionales potencias occidentales.
En otro contexto político regional, en 2005, la mayoría de la región fue capaz de rechazar al ALCA, pero no fue capaz de construir una alternativa sólida –la profundización y ampliación del MERCOSUR– por el propio desinterés en esa estrategia de las elites económicas locales.
Este nuevo intento nos lleva a preguntar sobre el proyecto que tienen las burguesías o elites sudamericanas en relación con la inserción de sus países en el mundo, y si el acuerdo con la UE constituye la expresión más acabada de su horizonte global y local.
Da la impresión que ha desaparecido completamente la perspectiva que animó a la región en la posguerra y que se prolongó hasta fines de los años 70: la idea de una región en desarrollo, con cierta autonomía económica y política, capaz de desplegar políticas que apuntaran a acortar la brecha con los niveles de vida y producción de los países centrales.
En el caso argentino, el gobierno de Cambiemos, continuidad en aspectos económicos, sociales y culturales de la dictadura cívico-militar y del menemismo, apunta a debilitar todos los elementos que permiten construir capacidades soberanas. Desde el ataque al sistema nacional de Ciencia y Tecnología, la negación de la historia y la cultura nacionales, pasando por el grave endeudamiento de Estado, o la cuasi quiebra de la banca pública, presenciamos un intento abarcativo de destruir elementos que permiten configurar un proyecto político soberano. En ese sentido, el intento de atar, limitar y condicionar las políticas públicas futuras mediante tratados internacionales que tienen como árbitros a los propios países centrales no es más que un refuerzo con “guardaespaldas” externos de lo que la elite local y la derecha política piensan desde hace 40 años que se debe hacer con el país.
El vecino del Norte, la Unión Europea y el subdesarrollo latinoamericano
A diferencia de la región asiática, que cuenta con Estados potentes que de alguna forma asocian a Estados periféricos menores a su proyecto de acumulación, la periferia latinoamericana sólo padece la avasalladora capacidad política y militar de los Estados Unidos, que no toleran que se sostengan proyectos locales desarrollistas, y que al mismo tiempo tienden a despojar de recursos y soberanía a nuestros países. Lo peculiar del tipo de intervención norteamericana en la región es que logra formatear fuerzas políticas y parte de las costumbres y mentalidades de las sociedades latinoamericanas, incluso sus instituciones y su forma de inserción internacional, pero luego quienes capitalizan económicamente las resonantes victorias norteamericanas en el terreno político, ideológico e institucional son los europeos.
Previo a los años 90, Estados Unidos trabajó arduamente sobre las fuerzas políticas de la región, promovió el neoliberalismo como ideología e impulsó el Consenso de Washington. Sin embargo, fue el capital europeo el que logró un alto grado de penetración económica regional. Estados Unidos fracasó luego en la implementación del ALCA a su favor en 2005, en un contexto de importante solidaridad intrarregional, y entonces pasó a una estrategia unilateral de colaboración con la derecha latinoamericana en los golpes y desestabilizaciones que derivaron en la actual configuración de fuerzas políticas de la región. Sin embargo, vuelve a ser Europa la que podría llegar a cosechar la implantación de gobiernos neoliberales favorables al reino del capital multinacional sobre la región.
Las fuerzas locales y el acuerdo
Las víctimas centrales del acuerdo serán los trabajadores latinoamericanos, ya que es previsible un considerable aumento del desempleo, debido a las condiciones del intercambio que estipula el acuerdo. Conjuntamente con ellos, importantes fracciones de la industria nacional pasarán a ser víctimas del acuerdo.
Hace ya tiempo que el empresariado industrial local no muestra capacidad alguna para contrarrestar políticas que objetivamente tienden a destruirlo. No han sido capaces de un accionar colectivo que limitara o condicionara las políticas públicas que beneficiaron sustancialmente a otros actores (agro, finanzas, servicios monopólicos).
El movimiento obrero, a su vez, está preso de su propia crisis política y no ha logrado en este tiempo de retrocesos realizar una intervención vigorosa en el escenario político. ¿Serán capaces estos actores de realizar, convocando a otras franjas amplias de la sociedad que comprendan el peligro que significan estos tratados, una acción política decidida y eficaz para rechazar la adhesión a un acuerdo tan asimétrico y perjudicial?
Ricardo Aronskind
Licenciado en Economía (UBA) y magíster en Relaciones Internacionales por FLACSO. Investigador-docente en la UNGS (IDH, Área de Política). Es Coordinador del Programa PISCO (Programa de Seguimiento de la Crisis del Orden Mundial) del Instituto de Desarrollo Humano de la UNGS.
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