Mujeres invisibles en la Guerra de Malvinas, mujeres en la oscuridad en la posguerra

El libro Mujeres Invisibles, del que soy autora, se publicó hace ocho años. Generó un enorme impacto periodístico y mucha curiosidad social. Los argentinos no podían creer que una vez más les habían mentido sobre un periodo nefasto como el de la dictadura.

Tuvimos mujeres en la Guerra de Malvinas, tenemos mujeres veteranas. No es una ficción, ni un guión. Es una verdad que golpea en la estructura de concepción más machista de las instituciones vigentes, la de las Fuerzas Armadas.

Histórica e historiográficamente, las mujeres son invisibilizadas en las guerras. Siendo ellas, al igual que los niños, las primeras en ser desplazadas o refugiadas. Fueron también mujeres las únicas personas civiles muertas durante la Guerra de Malvinas, tres isleñas refugiadas en una de las casas más seguras de Puerto Argentino. Rápidamente las civiles en este caso son olvidadas, o simplemente, desconocidas como es este caso.

La aparición del libro Mujeres Invisibles generó sorpresa, pero también malestar. Los veteranos no admitieron rápidamente la presencia de mujeres, esas que en muchos casos les brindaron una atención de excelencia en los buques hospitales.

El veterano en la composición colectiva de la memoria es un varón. Otra estructura difícil de modificar. La palabra evoca a un varón y a pesar de todas las presentaciones del libro, de los eventos generados a partir de su difusión, de la presentación en sociedad de estas valientes y valiosas mujeres, aún son invisibles para gran parte de la sociedad. 

Se podría decir que frente a la gran masa de veteranos varones, que no las mencionan, y pocas veces las incluyen, las mujeres están en la oscuridad. Ya no invisibles, pero a oscuras en la reformulación de la memoria colectiva. Cada año hay que darles luz. No emergen por sí mismas como los varones, porque no tienen la entidad histórica del veterano. Hay que hacer que las recuerden, las mencionen, y pocas veces, lograr un homenaje.

La República Argentina tiene dieciséis veteranas de la Guerra de Malvinas, en la misma condición y bajo la misma ley que los varones. Son las únicas en América Latina, producto de una guerra internacional. 

No usaron armas, no dispararon, no combatieron en una trinchera. Argumento de algunos veteranos para darles una categoría menor. 

Estas mujeres (seis de ellas) fueron instrumentadoras quirúrgicas que trabajaron nada menos que en la atención de los heridos de combate. A bordo del buque hospital argentino ARA Almirante Irizar, en las condiciones que impone el bravo Atlántico Sur, bajo sus circunstancias meteorológicas, con olas de más de diez metros. Debían atarse a las camillas para poder operar.

Si bien la Convención Internacional de Ginebra, en sus apartados específicos sobre la protección de buques hospitales en zonas de guerra, les da protección plena a estos barcos, eran los únicos que durante la noche debían permanecer con todas las luces encendidas, para ser identificados en la caja imaginaria que delimitó la Cruz Roja Internacional en el mar (Red Box). Y eso conllevó un riesgo de error de fuego amigo o enemigo, como en todas las guerras. 

Operaron, asistieron heridos, tanto argentinos como británicos, hicieron intercambios con el buque hospital británico, en los días más duros de bombardeos.

Del otro lado, el británico, por primera vez en la historia del Reino Unido, se embarcaron mujeres enfermeras, muy jóvenes, que viajaron a lo desconocido rogando que todo se arregle por la vía diplomática antes de llegar al Atlántico Sur. Hasta la publicación y difusión de mi libro nadie sabía tampoco de ellas. Habían atendido heridos argentinos, los intercambiaron, también compartieron conocimientos con los tripulantes del Irizar. Se ayudaron mutuamente.

En marzo de 2022 se produjo por primera vez en Argentina el encuentro de una enfermera del buque hospital británico Uganda, Sue Warner, con una instrumentadora quirúrgica del buque hospital argentino ARA Almirante Irizar, Silvia Barrera. Fue un encuentro histórico, no habían sabido de la existencia la una de la otra, hasta la publicación de Mujeres Invisibles. Ambas hablaron de la importancia de destacar el trabajo de las mujeres en guerra.

Ningún gran medio cubrió el encuentro, solo quien escribe y una periodista vinculada a la guerra por ser viuda de un veterano, Daysi Rendo Gades, que fue testigo y dio cuenta del abrazo, las palabras de cariño entre ambas. El foco de los medios estuvo puesto en los varones y sus historias. Muchos veteranos argentinos se han encontrado a lo largo de estos cuarenta años con sus pares británicos. El encuentro de estas dos mujeres fue el único, el primero.

Hace ocho años escribí: “De ambos testimonios, nace un sueño, con un encuentro, donde estas dos grandes mujeres, en representación de muchas otras, se dan un abrazo”. Y ocurrió. Al finalizar la reunión con su par británica, Silvia Barrera dijo “fue como si la conociera de toda la vida”.De las dieciséis veteranas, otras fueron comisario de a bordo, radioperadoras, comisarios navales, mediadoras frente a los isleños.Mujeres de vanguardia ocupando espacios casi exclusivos para los hombres. Aún hoy una mujer o un cura a bordo es un mal presagio en el universo simbólico de la gente de mar.

Hace cuarenta años, ellas sortearon esos prejuicios y leyendas y estuvieron donde debían estar. Aunque hoy todavía no formen parte de la historia de la guerra, son una excepción dentro de ella.

La Fuerza Aérea Argentina tiene la única mujer que pisó territorio insular de Malvinas durante la guerra, su nombre es Liliana Colino, pertenecía al grupo de mujeres que trabajaron en el hospital reubicable de Comodoro Rivadavia.Fue la única que a bordo de los aviones Hércules C-130, participó de misiones de rescate de heridos, circunstancias en la que debía atarse a la compuerta del avión por los intensos vientos y lo riesgoso de las maniobras. Guarda sus borceguíes sucios con turba de Malvinas y su estetoscopio. Era militar. Después de la guerra, y cansada de pedir el ascenso que le correspondía, se fue de baja y hoy se dedica a ejercer la profesión de veterinaria.

Hace pocos días, con motivo de los cuarenta años de Malvinas, se inauguró en el Edificio Cóndor, sede de la Fuerza Aérea, una sala histórica que se llama “Malvinas, un sentimiento vivo”. No hay referencia a la participación de la única veterana de la fuerza. Ningún objeto la rememora ni recuerda sus duros días en la guerra.

En el Hospital Aeronáutico Central de Buenos Aires hay una placa con el nombre de las mujeres de la Fuerza Aérea que estuvieron destinadas durante la guerra en Comodoro Rivadavia; el de Liliana Colino, única veterana, está mal escrito. A las mujeres argentinas, les alcanza la misma división que a los varones respecto de la veteranía. 

En el continente hubo muchas mujeres valiosísimas que se ocuparon de los heridos derivados de las islas.

Otras organizaron los operativos de oscurecimiento en las ciudades de la costa patagónica. Muchas, en el Hospital Naval de Puerto Belgrano, que atendieron heridos sobrevivientes del hundimiento del Crucero ARA General Belgrano, donde el último paciente se fue de alta el 22 de diciembre de 1982. Muchos meses después de que la guerra acabara para los diarios y la sociedad.

Existe una lucha planteada por esas mujeres continentales, por su reconocimiento como veteranas, incluso algunas judicializadas. Lo cierto es que hay una ley que demarca la zona de las islas y las 200 millas náuticas que las rodean como territorio para ser considerado veterano o veterana. Mientras esa ley esté vigente, rige para estos reclamos.

Desde hace ocho años, la lucha se intensifica por estas mujeres invisibles, ahora a oscuras, que necesitan de manera urgente ser incorporadas a los procesos de construcción de la memoria y de la historia reciente. No deben seguir siendo una excepción.

Las mujeres somos parte de cada historia, simplemente porque somos parte de la humanidad. Después de cuarenta años nuestras veteranas no pueden seguir siendo una nota especial, un apartado de excepción en la historiografía.

Un dato no menor respecto del silenciamiento de las mujeres en la historia es que se han escrito cientos de libros sobre la Guerra de Malvinas, en español y en inglés, y solo uno habla de las veteranas, tanto argentinas como británicas. Y un libro en inglés, de la jefa de enfermeras del SS Uganda, Nici Pug, cuyo título Naves Blancas, cruces rojas rememora la tarea de las veteranas británicas.

La historiografía sigue su línea machista y patriarcal, donde las mujeres somos excepciones y apartados en la historia en lugar de ser parte de ella. Solo un golpe presencial hará que estas mujeres sean incluidas definitivamente en la memoria de los argentinos. Una vez, durante la presentación del libro Mujeres Invisibles, un alumno consultó: “¿Veteranas con “A”, profesora?”.

En el año 2021 se presentó un proyecto de ley, 1033_D_2021, de autoría de la diputada riojana Hilda Aguirre de Soria del Frente de Todos.Propone cambiar el artículo 1º de la ley 23.109-84, que nomina al día 2 de abril por «Día del Veterano, la Veterana y de los Caídos en la guerra en Malvinas». Tenemos veteranas. La sanción de este proyecto será la única manera de incorporarlas a la historia de manera definitiva.

Alicia Panero

Autora de los libros Mujeres Invisibles y Soldado Desconocido. Profesora de Historia, escritora, investigadora y periodista. Docente del Centro Regional Universitario Córdoba – Instituto Universitario Aeronáutico (IUA) de la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF).