Diego es familia

A las 13.10 del miércoles 25 me llegó un mensaje que decía que Diego estaba mal. Quizá me quisieron preparar. Duró poco. No había salido de la primera trompada que el árbitro ya daba pase para que Tyson se me viniera encima y me partiera en pedazos. Fue cortito y a la mandíbula. A las 13.13 exactamente y afirmaba “Clarín lo da por muerto”.

No reaccioné. Me quedé duro, incrédulo. Apareció alguien del rincón y me preguntó ¿qué te pasa? Tardé en darme cuenta de que era mi hijo. No me salían las palabras. Vio su celular y entendió. Me abrazó. Me puse a llorar. 

Créditos: Maia Zárate

Él siempre me dice que yo descalifico a Messi porque quiero mucho a Diego. 

No se lo digo pero algo de cierto hay. Messi es un chico reservado del que no sé cómo se llama su mamá. Y Diego es familia. Es el que mejor jugo al juego que más me gusta, que además debutó cuando yo cumplía diez años y que crecí viendo sus hazañas.

Fue talento y coraje en partes iguales. Es sin dudas el único tipo con el que no hablé nunca cuya muerte me duele casi como la de un padre o un hermano. 

¿Exagerado? Puede ser. Pero todo lo de este lugar tan maldito y tan bendito es exagerado. Es único. Inverosímil. 

Se despide a un Dios pero todo es un poco diabólico.

Créditos: Maia Zárate

Cientos de pibes que nunca lo vieron jugar en directo se pelean para llegar a ver un cajón cerrado. Hay viejos, mujeres y barras bravas. Hay un mundo que mira cómo lloramos en una plaza. Obvio Nápoles, siempre Bangladesh, La Premier y la Bundesliga.

Platini dijo que no se imaginaba que en Francia ante su muerte decretaran tres días de duelo. 

Iván Noble escribió que se acabó la infancia. 

Alguien se preguntó: ¿vaya a saber cuántas cosas estamos llorando? 

Se apagó el superhéroe argentino. Un Patoruzú fiestero.

Sería justo que en el ingreso al cielo exijan cierta cantidad de jueguitos. Y que haya conurbano, seguro que habrá homenaje.

Sergio Bornancini

Periodista y trabajador no docente de la Facultad de Ciencias Sociales