El voto femenino, una histórica conquista

En mi libro Ciudadanas Incapaces. La construcción de los derechos civiles de las mujeres en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay en el siglo XX (Teseo, 2012) llamé la atención sobre la ampliación incompleta y hasta contradictoria de los derechos de ciudadanía de las mujeres en América Latina. Por un lado, a mediados de ese siglo XX, las mujeres fueron habilitadas para votar. Por el otro, los Códigos Civiles mantuvieron la cláusula de incapacidad relativa para el ejercicio pleno de los derechos en la esfera privada. Incluso, estas limitaciones estuvieron vigentes hasta bastante tiempo después de sancionado el sufragio femenino. En efecto, durante largas décadas las mujeres casadas quedaron sometidas a la patria potestad ejercida por sus esposos aun cuando ellas pudieran votar. La limitación en la esfera de lo civil significaba que las mujeres no podían abrir cuenta bancaria, ni tramitar pasaporte, ni ejercer contratos válidos sin la autorización del varón. Y el matrimonio era indisoluble.

El Estado populista se ocupó de desentrañar esta cerrada trama de derechos de cuño liberal en América Latina, avanzando en distintas direcciones. Pero no lo hizo en el vacío. 

En Argentina, había una historia de luchas previas a la llegada de Juan D. Perón a la presidencia. Hacia 1920, tanto las fuerzas liberales como el socialismo y el primer feminismo (dos fuerzas que habían hecho su ingreso en la arena pública en aquellos años) reclamaban por la ampliación de derechos en distintos niveles. Entre las organizaciones de mujeres este fue un punto de debate intenso: ¿se debía luchar por el voto para luego conseguir otros derechos o era imprescindible luchar por conquistar ampliaciones en todas las esferas de la ciudadanía?

Sara Justo, primera odontóloga del país

En esos años veinte, además, hubo algunas ampliaciones del derecho a voto femenino, aunque efímeras y poco o nada entramadas con el movimiento o las organizaciones de mujeres. Las Constituciones provinciales de Santa Fe (1921) y de San Juan (1928) legislaron sobre sufragio femenino en el nivel subnacional, pero estas Cartas enseguida perdieron vigencia, en el primer caso hasta que en 1936 el presidente Agustín P. Justo intervino la provincia y en el segundo caso hasta que fue suspendida por el golpe de 1930.

Los años cuarenta fueron una coyuntura global favorable. En un intento de captarlas múltiples modernidades, el sociólogo Göran Therborn sostiene que Europa tuvo un largo siglo de democratización entre 1789 y 1918, y a partir de allí hubo tres olas de democratización. El sociólogo sueco sitúa la primera de ellas en los años de la segunda posguerra. Mientras que en Europa, el sufragio femenino fue sancionado en 1944 en Francia y en 1946 en Italia, en América Latina, leyes similares se proclamaron en Argentina en 1947 y en Chile en 1949, para citar sólo dos ejemplos cercanos. 

Elvira Rawson, segunda mujer en recibirse de médica en Argentina.

En aquellos años cuarenta, la consigna de sufragio femenino no era nueva pero había adquirido un nuevo tono a partir de un contexto internacional favorable que afirmaba la “democracia” frente al “totalitarismo” y en este marco recomendaba legislar sobre el voto para las mujeres. Así, la Comisión Interamericana de Mujeres reunida en Chapultepec en 1945 propuso hacer efectiva la aprobación de los derechos civiles y políticos de las mujeres acordada en la Conferencia de Lima en 1938.

Cecilia Grierson

En Argentina, el camino hacia los derechos políticos fue “largo y penoso”, tal como pronunció Eva Perón el día de su promulgación.

Los hechos que rodean su liderazgo en esta causa son bien conocidos. Juan D. Perón creó la Dirección de Trabajo y Asistencia de la Mujer mientras fue Secretario de la cartera de Trabajo y Previsión del gobierno de la dictadura nacionalista instalada en 1943. La historiadora Carolina Barry en sus investigaciones afirma que Perón tomó la idea de estructurar un espacio dedicado a la protección de la familia y la mujer de la experiencia de Italia. Desde esa Dirección, Perón enseguida impulsó la creación de la Comisión Pro Sufragio Femenino. Cuando en 1946 el Partido Laborista ganó las elecciones, Perón asumió la presidencia y bajo su impulso la iniciativa del voto femenino adquirió renovada fuerza. 

Alicia Moreau de Justo

La sanción de los derechos políticos de las mujeres tomó rumbo firme a partir de 1947, cuando con la enérgica acción de Eva Perón al frente de la campaña hubo una gran movilización de las mujeres en el peronismo. El 23 de septiembre de ese año, la ley 13010 consagró el voto femenino. Cabe decir, que en ocasión de su debate en el Congreso la iniciativa fue apoyada en la votación en particular sólo por el bloque peronista, en una sesión por demás agitada y con evidente urgencia por conseguir la aprobación. De ahí que Eva calificara todo el recorrido como largo y penoso. Tal como propone Carolina Barry, la sanción del voto femenino se explica en el conjunto “de las tácticas de incorporación y ampliación de las bases de sustentación que llevaba a cabo el peronismo al introducir en la política a sectores sociales que antes no estaban incluidos”. Y como es evidente esto afectaba los intereses de quienes hasta entonces no habían tenido mayores disputas en la afirmación de regímenes de exclusión. 

Silvina Ocampo, escritora.

La ley de sufragio femenino o Ley Evita promulgada el 23 de septiembre de 1947 es una de las aristas más prominentes de la tarea legislativa del peronismo en relación con las regulaciones de la vida de las mujeres. Pero esta ley debe entenderse en este campo más amplio de preocupaciones por los derechos políticos y civiles.

En efecto, hubo en el peronismo una voluntad política de ampliar los derechos de ciudadanía de las mujeres y de avanzar sobre la regulación de las relaciones privadas entre varones y mujeres con criterios de mayor igualdad. En la Constitución de 1949 se estableció la igualdad entre los cónyuges. Y en 1954 se legisló sobre divorcio vincular en el articulado de una ley más amplia. El golpe de Estado de 1955 puso violento fin a este ímpetu de democratización de las relaciones entre varones y mujeres. Y fue recién a partir de 1983 que volvió a retomarse el cauce legislativo de igualdad de género. Hoy, con leyes de divorcio vincular, patria potestad compartida, matrimonio entre personas del mismo sexo, identidad de género, un nuevo Código Civil, un Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, cabe otra vez recordar la pregunta que Eva planteó en aquel histórico 23 de septiembre: ¿podremos acaso las mujeres argentinas hacer otra cosa que no sea consolidar estas históricas conquistas?

Eva Perón, impulsora de la ley de voto femenino

Verónica Giordano

Profesora de la Carrera de Sociología, investigadora de UBA y CONICET.