Diálogo virtual entre Alberto Fernández y Lula Da Silva

Reproducimos a continuación fragmentos del diálogo virtual organizado el viernes 26 de junio por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires con el presidente de la República Argentina, Alberto Fernández, y el expresidente de la República Federativa del Brasil, Lula da Silva.

La apertura estuvo a cargo de Carolina Mera, decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Además participaron: Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz y profesor de nuestra Facultad), Carol Proner (jurista y profesora UFRJ), Nicolás Trotta (Ministro de Educación de la República Argentina), Natalia Salvo (abogada laboralista y docente UBA y UNPAZ), Karina Batthyany (secretaria ejecutiva de CLACSO), Eduardo Valdés (Diputado Nacional y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados de la Nación) y Víctor Santa María (Confederación General del Trabajo).

La actividad contó con el auspicio de CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales) y del Consejo de Facultades de Ciencias Sociales y Humanas de la Argentina.

Palabras de apertura de la Decana de la Facultad de Ciencias Sociales, Carolina Mera:

Este es un hecho político histórico. La Facultad de Ciencias Sociales está comprometida con los problemas sociales de su tiempo, guiada permanentemente por los principios de Derechos Humanos, igualdad, justicia e inclusión, y también por los nuevos desafíos a los que nos enfrentan los cambios de las sociedades. Nos interpelan las desigualdades, la pobreza, el hambre, la vida de las personas, los sistemas políticos y las elecciones. Por lo tanto, los derechos sociales, laborales y ecológicos. Nos guía la democracia y por eso estamos hoy aquí. Nuestra comunidad, muchos políticos, académicos, profesores, trabajadores y estudiantes compartimos algo muy importante: la convicción de que la sociedad por venir puede ser mejor que la actual, la creencia de que un mundo mejor es posible. Unos, con una vocación política y militante; otros, con una vocación pedagógica y científica. Pero todos desde los valores y principios democráticos. Las turbulencias de la región nos demandan debates urgentes: el rol del Estado y las políticas públicas, el financiamiento de las mismas y la redistribución de las riquezas, el impacto diferencial de la pandemia por grupos sociales, de género y de formas de vida. Pero también sobre la ética del cuidado y de la vida como proceso de construcción consensuada de derechos. Desde las ciencias sociales producimos conocimiento relevante para hacer diagnósticos y definir políticas y normativas. Y a la vez producimos conocimiento crítico indispensable para una transformación hacia sistemas más justos, inclusivos y finalmente más felices. Incomodamos con nuestras preguntas, estudiamos, investigamos, enseñamos y producimos conocimiento en diálogo con los de otros actores, movimientos sociales, sindicatos, movimientos de mujeres y disidencias, pueblos originarios, religiones o cultos. Por eso nos han atacado y perseguido los gobiernos militares y neoliberales, muchos aún presentes en la región. Esta actividad es una apuesta al diálogo entre lo político y lo académico de la gestión pública. Entre quienes producimos conocimiento y quienes producen políticas públicas y tienen responsabilidad gobierno. Hoy nos acompañan en este debate quienes tienen experiencia privilegiada para incentivarnos y animarnos a pensar el día después de la pandemia desde una mirada integral que atiende a la diversidad y a las diferencias que nos constituyen como región latinoamericana. Entendemos que este diálogo es un material privilegiado para pensar las políticas públicas después de la pandemia de forma integral y regional. Salud, educación, circulación de personas, economía, cuidado y convivencia cotidiana signadas por la experiencia excepcional de la pandemia. Repensar esta y todas las áreas de las desigualdades y las injusticias también vino a hacernos valorar el espacio público, el compartir, el pensar y el sentirnos parte de una construcción colectiva por encima de las diferencias sectoriales, pero valorando los principios fundamentales de la democracia, la justicia social y el respeto inalienable a los Derechos Humanos. Eso es lo que deberemos fortalecer desde ahora, pero sobre todo después de la pandemia.

Palabras del expresidente de la República Federativa del Brasil, Lula da Silva:

Quiero comenzar brindando un homenaje, mi solidaridad, a todas las víctimas de la pandemia en Argentina, en Brasil, y a los familiares. Es muy triste lo que está pasando en nuestros países, y en Brasil es mucho más triste aún.

Es un privilegio estar participando de este evento con personas que hicieron, y hacen tanto, para modificar el mundo, especialmente nuestra querida América Latina. Muchas veces pienso que vinimos al mundo con esta misión de transformarlo en un lugar mejor para vivir, un lugar más humano, más fraterno, más solidario, menos desigual. Para muchos de nosotros que venimos de las clases populares, que conocemos el sufrimiento y la privación, más que una misión, transformar el mundo es una cuestión de necesidad.

Yo sinceramente no sé cómo será el mundo después de esta pandemia. Creo que nadie sabe. Tengo apenas una certeza. Los países donde los gobiernos pensaron primero en la población, como el caso de Argentina, saldrán de esta crisis en una situación mejor que los que no pensaron.

Cuando comparo los números de la pandemia entre nuestros países pienso primero en el sufrimiento de las familias de más de 55.000 personas que ya murieron en Brasil. Ni las guerras que Brasil luchó, ni cualquier otra enfermedad, causó tanta devastación en un período tan corto. Cuando veo cuántas vidas se salvaron en Argentina, me doy cuenta de lo mal gobernado que fue mi país; con ministros incapaces de proteger a mi pueblo y un presidente de la república que llega a hacer chistes con la tragedia. Lamento mucho lo que sucede en mi Brasil y felicito al presidente Alberto Fernández por la alta responsabilidad con la que viene enfrentando la pandemia. Por haber movilizado a todo el país para este combate, por haber resistido las presiones con el coraje que caracteriza a un verdadero líder. El mundo siempre necesitó de líderes y de sueños.

No hace tanto tiempo, aquí en América Latina, nosotros empezamos a rescatar el antiguo sueño de Simón Bolívar, la Patria Grande, como él decía en los tiempos heroicos de la liberación e independencia de nuestros países. Bolívar ya anticipaba algo que se tornó muy claro en el siglo pasado. En primer lugar, cuando nuestras riquezas fueron apropiadas por países extranjeros, que interferían afectando directamente a nuestra soberanía, apoyando a gobiernos que servían a sus intereses, ocupando nuestros territorios con sus tropas o apoyando golpes y dictaduras, siempre que las fuerzas del pueblo y la soberanía levantaban cabeza. Fue así en Brasil, en Argentina, en Chile, en Paraguay, en Perú y en Uruguay. Fue en este período que en América Latina comenzamos a conversar entre nosotros, apoyándonos en nuestras semejanzas, en la complementariedad de nuestras economías. Comenzamos a conocer nuestra fuerza, a conocer a nuestros vecinos, y empezamos a soñar con nuestro propio sueño de unidad.

Cuando fui electo presidente en el 2002, y tomé posesión en el 2003, junto con mi compañero Celso Morín, y junto con mi gobierno, tomamos la decisión de priorizar y privilegiar nuestra relación con América Latina. El primer país que visité para dar ese ejemplo fue Argentina, el segundo fue Chile. Y después, durante mis ocho años de mandato, visité 115 veces países de América Latina, y solo a mi querida Argentina la visité 15 veces.

Nosotros hicimos eso porque pensábamos que era preciso construir un bloque que pensase la economía, que pensase en las semejanzas del crecimiento económico, que pensase en la educación, que pensase en la cultura, que pensase en la política como un todo; y que nos transformase en un continente capaz de convertirse en un bloque económico, político y cultural para hacer frente a las grandes potencias, y para volvernos igual a todos los otros bloques existentes en el mundo.

Pienso que Dios me dio la chance de vivir uno de los mejores períodos de la política de América Latina. Tuve la suerte de convivir con Kirchner y con Cristina. Tuve la suerte de convivir con Lagos y con Michelle Bachelet. Tuve la suerte de convivir con Rafael Correa, y de convivir con Evo Morales, de convivir con mis queridos compañero Tabaré Vázquez y Pepe Mujica. Tuve la suerte de convivir con mi compañero Lugo, que también luego fue víctima de la brutalidad de los fascistas en nuestra querida América Latina. Pienso que pudimos construir el más importante momento de desarrollo de nuestra América Latina, construimos el período de mayor unidad de nuestra región. Soñábamos, o yo particularmente soñaba, construir una América Latina unificada, con políticas de desarrollo social para que nuestro pueblo tuviese cerca el desarrollo de todos los pueblos importantes de nuestro planeta. 

Fue la primera vez que nosotros fortalecimos el Mercosur y expulsamos al Alca de nuestro continente. Fue la primera vez que creamos un instituto multilateral que fue la Unasur. Después creamos la Celac que era una institución que reunía a los países de América Latina, sin Estados Unidos ni Canadá, y era la única organización que incluía a Cuba. Porque Cuba era víctima de una pandemia llamada bloqueo económico, llamada persecución ideológica desde 1959; y nosotros conseguimos hacer cosas extraordinarias. Yo soñaba que Brasil no podría crecer sin América Latina. Brasil no podría ser grande, Argentina no podría ser grande cercada de miserables por todos lados. Era preciso que creciéramos juntos, que nos desarrollásemos juntos y pudiéramos hacer frente a los grandes bloques económicos del mundo.

Cuando nosotros comenzamos probamos que era plenamente posible transformarnos en una región rica. Éramos una región que no había aprovechado la complementariedad de las semejanzas de nuestra industria. Y nosotros, en muy poco tiempo, en menos de ocho años, conseguimos pasar de un flujo comercial de 10 mil millones de dólares en el Mercosur a un flujo comercial de 50 mil millones de dólares. En América del Sur teníamos un flujo comercial de 15 mil millones y pasamos a tener un flujo de 70 mil millones de dólares. En América Latina pasamos de tener un flujo de 20 mil millones de dólares a 94 mil millones de dólares. Esto mostró cómo era posible crecer juntos, como era posible crear condiciones multilaterales que nos dieran la posibilidad de no depender de los países históricamente más fuertes, más desarrollados, y de no quedar dependientes de ninguna institución que fuera creada después de la segunda guerra mundial. Creamos el Consejo Nacional de Defensa de América del Sur para no permitir que la cuarta flota americana interfiriese en las decisiones que cada uno de nuestros países pudiese tomar. Estos números que acabo de citar corresponden al avance de nuestras relaciones en el momento más rico de desarrollo de nuestros países.

Extraño mucho la relación con Chávez. Extraño mucho la relación con Kirchner. Extraño mucho el sueño que tuvimos de crear una América Latina fuerte, una América Latina soberana, que aprovechaba sus riquezas minerales, su capacidad de energía y la de su pueblo para desarrollarse y transformarse en una región muy rica.

Luego de que nosotros comenzamos a crear ese bloque, yo creía que solo podíamos ser fuertes si nos conocíamos perfectamente bien. Tuve muy en cuenta que los americanos crearon una doctrina que les enseñaba a los países de América del Sur que Brasil era el enemigo de esos países. Me parece que los gobernantes de Brasil no tuvieron conciencia que los miles de kilómetros de la frontera brasilera hacen frontera con todos los países de América del Sur, menos con Chile y con Ecuador. Que Brasil miraba para Europa, Brasil miraba para Estados Unidos; Brasil no miraba para América del sur. Brasil miraba como todos los presidentes. Yo me acuerdo de Menem, me acuerdo de Fernando Henrique Cardoso, del ministro de economía de Brasil, me acuerdo del ministro de economía de Argentina, peleándose para ver quién era más amigo de Bill Clinton. Se disputaban quién era el país más obediente de América Latina para llegar más rápido a los préstamos del FMI, para que ellos pagasen la cuenta a fin de año. Como nunca aconteció, nuestros países quedaron hiper endeudados. Argentina quebró y Brasil quebró dos veces desde 1998. Entendieron la lección de que nadie gusta de quien no se respeta a sí mismo.

Yo conocí a Kirchner antes de la presidencia, Alberto. Él era un argentino de Santa Cruz. Le pregunté a Duhalde quién iba a ser el presidente de la Argentina y él me dijo “va a ser Néstor Kirchner; nadie lo conoce todavía, pero él va a ser el presidente de la Argentina”. A la semana siguiente me llevó a Kirchner a Brasil y nos sacamos una foto juntos. Y Kirchner, que nadie conocía, pudo hacer que Menem se vaya de la disputa y se transformó en un presidente de la república osado, competente y defensor de la soberanía del pueblo argentino.

Muchas veces se criticó a Argentina por no querer llegar a un acuerdo rápido con la Unión Europea. Argentina quería tener derecho a industrializarse. Argentina no quería ser solamente una exportadora de soja o exportadora de carne. Argentina tenía la voluntad y el derecho de querer ser exportadora de productos manufacturados, y de recuperar la industria que un día los militares entregaron a los países ricos.

Después de que fortalecimos el Mercosur, después que creamos el Unasur, después que creamos la Celac; por primera vez creamos un banco, que si no funcionó no fue por culpa nuestra. Nosotros creamos instituciones sin pedir permiso a los Estados Unidos. Recuerdo, presidente Alberto Fernández y compañeros, cuando en Mar del Plata pudimos decirle al presidente Bush que nosotros no queríamos el Alca. Fue un gesto de altivez, fue un gesto de independencia, al frente de un presidente que representaba a un país que estaba acostumbrado a ver a nuestros países agachar la cabeza. Tuvimos el coraje de decirle al presidente Bush, en su cara, que aquí en América Latina nosotros íbamos a decidir la capacidad de desarrollo por nuestra capacidad científica, por nuestra capacidad tecnológica, y por la capacidad de nuestro pueblo de trabajar. Y así Brasil comenzó a ser respetado, Argentina comenzó a ser respetada, y así nosotros comenzamos a construir un poco de aquel sueño de Bolívar.

Yo extraño muchísimo a Kirchner, extraño muchísimo a Chávez. Quiero brindarles un enorme homenaje a ellos que junto también con Evo Morales, junto con Rafael Correa, con Fernando Lugo, junto con Lagos, Michelle Bachelet, y tantos otros, soñaron en construir la patria que era el sueño de Simón Bolívar.

Mirando para atrás, y mirando cuánto avanzamos contrariando los intereses, es imposible pensar que tantos gobiernos populares tuvieron al mismo tiempo, coincidentemente, reveses políticos, golpes de Estado. Y fueron golpes de nuevo tipo. No fueron golpes militares. Entendimos que fueron golpes que utilizaron las instituciones democráticas; que usaron los medios de comunicación, que fueron utilizados para informar y mentir, con el apoyo descarado del poder financiero global y de sus representantes en nuestro continente.

Yo tengo certeza, Alberto, de que sacar al gobierno en ese momento era de interés de los grupos dominantes fuera de Argentina. Tengo certeza que no permitieron que fuera candidato y que intentaron destruir mi imagen. El intento de destruir la imagen de Lula fue un proyecto del departamento de justicia de los Estados Unidos. Era el interés de tomar nuestra Petrobras, de privatizar el mayor descubrimiento de petróleo del siglo XXI. Y lo grave fue que utilizaron las instituciones democráticas, las instituciones del poder judicial. Las instituciones que nosotros habíamos creado las usaron contra nosotros. Entonces compañeros, yo llego a la conclusión, tengo la certeza que hay una revolución silenciosa en Brasil para cambiar la vida del pueblo si no conseguimos impedir que las instituciones de la democracia fueran utilizadas contra la democracia y el pueblo, una vez más en nuestra historia. Dilma fue echada del poder sin crimen de responsabilidad, sin haber cometido ningún crimen. Había que apartar a Dilma para que el PT no continuase gobernando Brasil. Y también era necesario separar a Lula del proceso electoral porque si participaba nosotros hubiéramos ganado la elección en la primera vuelta. Y esto fue posible por la participación directa de las familias que controlan los medios de comunicación y por todos los intereses extranjeros, por todos los intereses geopolíticos que se unieron para ponerse en contra de todo lo que hicimos para mejorar las condiciones de vida de nuestros pueblos.

Cuando veo que los partidos de los compañeros Correa y Evo Morales son favoritos en las carreras electorales de sus países. Por esas posibilidades de ganar insisten en golpearlos a través de hechos judiciales e institucionales.

Yo sigo manteniendo mi esperanza cuando veo que el pueblo argentino castigó de forma rotunda en las urnas el fracaso del proyecto del neoliberalismo. Cuando veo al pueblo de Chile exigiendo con mucha fuerza una profunda reforma política, social y económica.

Compañeras y compañeros, sabemos que todos los seres humanos pueden contraer un virus. Nosotros estamos convencidos que la economía está al servicio de la vida de las personas, y no solamente para mejorar unos números. En todo caso, tiene que ser una disciplina que ayude a la sociedad a organizar sus números para enfrentar una crisis de esta envergadura. El dogma del Estado mínimo es apenas eso, un dogma. El mito de los mercados es apenas un mito. El mercado una vez más se revela incapaz de ofrecer respuestas para el problema del mundo en que vivimos. Exactamente como ocurrió en la crisis del 2008 de Lehman Brothers, en todas las crisis sistémicas del capitalismo es el Estado que asume la responsabilidad de salvar el país.

Percibí que el Papa Francisco se esmera en combinar el juego de la economía para buscar salidas humanas delante de éste, que es el mayor problema de la humanidad. Sabemos que ésta no es tarea solamente para economistas y personas de buena voluntad; hay que incluir artistas, intelectuales, académicos, partidos políticos, sindicatos, movimientos sociales y la iglesia; porque la solución del problema de la pobreza y la desigualdad necesita de todos nosotros. Tuve mucho tiempo para leer y estudiar sobre esas cuestiones. Fue la manera que encontré para convertir en útiles los 580 días que estuve preso. Aprovecho una vez más para agradecer la solidaridad del presidente Alberto Fernández, y del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel; y tantos otros argentinos y argentinas que se levantaron contra la ilegalidad de aquella prisión.

La experiencia me hace acordar lo que ocurrió en el 2009, en el auge de la crisis del sistema financiero. Me acuerdo que en la crisis del 2009 fueron gastados trillones y trillones de dólares para salvar al sistema financiero de un problema que el propio sistema financiero había creado. Nosotros descubrimos que todo ese dinero que faltó para salvar las casas de los americanos, que faltó para comprar alimentos a los pobres de África, no faltó para salvar a los bancos y a Lehman Brothers; de la misma manera que no faltó dinero para salvar a los bancos franceses.

La crisis actual es más profunda, mucho más profunda, y quiera Dios que los gobernantes del mundo esta vez aprendan algo antes que sea demasiado tarde. Aprendan que los estados no pueden estar exclusivamente al servicio de los intereses del capital, que la economía tiene que estar al servicio de los seres humanos y no al contrario.

Estas transformaciones que esperamos, todas esas transformaciones solo pueden ser realizadas mediante la política. Ésa palabra que viene siendo sistemáticamente descalificada, despreciada en tantos países, pero especialmente en nuestra América Latina, tiene que ser recuperada en su esencia. Si la política no comienza a ejercer su esencia estoy seguro que regresaremos a la barbarie.

Otra lección que podemos aprender de esta pandemia es que por más oscuro que sea el presente, aunque estemos en la mayor oscuridad, la política puede ser la luz que permita transformar nuestros sueños en realidad. Nunca fue tan necesario soñar y seguir luchando para construir un mundo mejor que éste en que vivimos.

Yo fui invitado para hablar sobre lo que va a suceder en América Latina después de la pandemia, pero sé que no hay ningún ser humano que sepa hoy qué es lo que va a suceder. Pero tengo un sueño. Primero, la pandemia puede tener menos efectos sobre la población si tenemos gobernantes que tengan el coraje y la comprensión que tuvo el presidente Alberto Fernández. La única razón por la cual existe un gobierno, la única razón por la cual un ser humano honesto, una persona honesta y decente quiera ser presidente, gobernador, intendente, o cualquier puesto público, es para cuidar al pueblo.

Les quiero decir algo, compañero presidente Alberto Fernández, compañeros profesores, que hay una palabra que puede salvar a América Latina después de la pandemia: democracia.

Precisamos recuperar la democracia en América Latina. Un Estado democrático, un Estado fuerte. La pandemia está demostrando que el mercado no resuelve nada, el mercado cuida solo su ombligo. El único que cuida al pueblo es el Estado.

En Brasil, compañero presidente Alberto Fernández, el 63 por ciento de las camas de terapia intensiva fueron construidas por el gobierno de Dilma Rousseff, y el único que puede resolver dónde se pone el dinero es el Estado. El Estado que tiene la máquina de hacer dinero, el Estado que no tiene que tener miedo de aumentar la deuda pública, es así que procede un gobierno decente. Y es por eso querido Alberto que yo tengo el mayor orgullo por lo que tu gobierno está mostrando al mundo, de cómo es más barato cuidar al pueblo y hacer la cosas bien.

La democracia va a permitir que el pueblo elija personas comprometidas con los intereses del pueblo, que nosotros discutamos modelos de desarrollo; y que podamos planificar el presupuesto de nuestro país pensando en las clases populares, y no pensando en el extranjero y en el sistema financiero. La democracia va a permitir que nosotros continuemos invirtiendo en educación, va a permitir que sigamos colocando el empleo como una herramienta importante para la economía, va a permitir que el Estado vuelva a ser el inductor de la economía.

Nosotros no deseamos un Estado empresario. Nosotros deseamos un Estado inductor del desarrollo, que cree condiciones para las pymes, para pequeños emprendimientos, para los emprendimientos medios, e incluso un Estado que ayude a los grandes empresarios. Y como contrapartida acabar con la miseria en nuestro continente.

Yo tengo 74 años presidente Alberto y compañeros. He dicho muchas veces que tengo la energía de alguien de 30 y voy a luchar mucho para recuperar la democracia en mi país. Les quiero decir a ustedes que para resolver el problema de la economía la democracia es la solución. Cuando yo decidí que las clases populares no eran el problema si no que eran la solución, en ese momento tuvimos el mejor período de distribución de la riqueza, el mejor período de aumento del salario de los trabajadores en Brasil. Fuimos nosotros quienes hicimos más universidades en la historia de Brasil, fuimos nosotros quienes construimos más escuelas técnicas, fuimos nosotros los que colocamos más alumnos en las universidades. Y fue en nuestro gobierno, y en Argentina en el gobierno de Cristina y de Néstor, donde pudimos enfrentar nuestros problemas con la cabeza levantada.

Pienso que la pandemia es un problema de la naturaleza y su solución tiene que ver con la competencia, con la eficacia de los gobernantes de cada país. Lamentablemente en Brasil no tenemos en este momento un gobierno preocupado por la pandemia. Hoy tenemos un gobierno en Brasil que ha colocado al ministerio de salud en una crisis total. Ya cambiamos tres ministros de salud. Hay en este momento 18 militares cuidando el problema de la salud y ninguno de esos 18 militares entiende nada de salud, ninguno de ellos conoce nada de salud pública, y ninguno de ellos conoce ningún centro de salud de esos que atienden rápidamente los problemas de la población.

Yo les quiero decir a ustedes, lo que va a ser Argentina, lo que va a ser Brasil, lo que va a ser Estados Unidos, lo que va a ser Paraguay, lo que va a ser Bolivia después de la pandemia, nosotros lo tenemos que decidir. Yo sueño con lo humano. Yo no sueño con ser algoritmos, yo sueño con el humanismo. Yo no quiero ser algoritmo. Yo quiero tener sentimiento, quiero tener pasión, quiero tener espiritualidad, quiero tener corazón, no quiero ser un número. Porque es ese el mundo que nosotros vamos a poder crear después de la pandemia. Y que la economía pueda ser discutida en función del pueblo brasilero, que la economía pueda también ser discutida en función del pueblo argentino. Y nosotros podamos cosechar en la próxima década políticos nuevos, una generación y gente más creativa que los políticos de mi generación; con gente, quién sabe, más luchadora que la gente de mi propia generación. Crear una América Latina con políticos con una nueva fuerza, y tener universidades que permitan pensar en unas clases populares que puedan ser mejor reconocidas por nuestros gobernantes.

Yo quería decirles desde el fondo de mi corazón que no saben el cariño que tengo por ustedes, por la solidaridad que ustedes mostraron conmigo, y mostrarles el agradecimiento por todas las cosas que ustedes hicieron por mí. Les quiero decir que en cuanto acabe la pandemia hay dos países que quiero visitar lo más rápido posible, Argentina y Cuba. Porque después de tanto sufrimiento y de tanta persecución, Cuba siempre da el ejemplo que luego de una gran desgracia ellos tienen amor propio, ellos tienen la conciencia política que jamás bajará la cabeza.

Te quiero decir, Alberto, que América Latina hoy está precisando de líderes como vos. Yo sé que en este momento estás sufriendo una gran presión; una presión de la prensa, una presión de todos los sectores. Sé también que los empresarios están presionando, pero cuando los empresarios te pidan que los trabajadores vayan a trabajar, pedile al empresario que te de una garantía de vida para los trabajadores, que ellos firmen una garantía de vida para los trabajadores. Vos fuiste electo para cuidar los intereses del pueblo, no fuiste electo para cuidar los intereses empresariales. Quien fue electo para cuidar los intereses empresariales fue Macri y no dio resultado, le fue muy mal, fracasó. Entonces ahora cuidá al pueblo, que yo tengo la certeza que eso va a salir muy bien.

Les mando un abrazo y un saludo a todos los argentinos.

Palabras del Presidente de la Argentina, Alberto Fernández:

Cuando con Néstor visitamos por primera vez a Lula en su despacho sabíamos que estábamos viendo a un enorme líder latinoamericano. Desde entonces lo único que yo pude comprobar es su grandeza moral y de espíritu.

Lula es un hombre inmenso para América Latina, lo digo siempre, y cuando tuvo la desgracia de la injusta persecución a la que fue sometido no dudé un segundo en ir a visitarlo, ponerme de su lado y solidarizarme porque sé de lo enorme que ha sido no solo para Brasil sino también para toda América Latina.

Querido amigo, no sabés la alegría que me da verte ahora en libertad, con la fuerza y el coraje que siempre tenés. La última vez que te vi había sido controlado por un par de guardias que custodiaban tu celda, pero igual había sido lindo verte ese día. No sabés lo feliz que me hace hoy verte así y las ganas que tengo de abrazarte personalmente para mirar el futuro con la confianza y alegría que siempre tenemos. Lula nos había planteado un extraordinario escenario en América Latina. La impresión de que la pandemia ha dado vuelta al mundo ha puesto todo en crisis. Lo que pasa es que desde hace cien días el mundo está mirando listas de muertos, pero no cómo la economía se ha derrumbado. El Banco Mundial ha dicho que desde 1870 no había una crisis económica como la que estamos viviendo hoy. Uno debería preguntarse qué determinó la crisis y pensar las características de una pandemia. Albert Camus, el escritor de La peste, decía que las pestes, las pandemias, las epidemias le arrancan la vida a la gente, pero además dejan al descubierto la miseria de las almas. Esta pandemia nos dio muestra de ambas cosas: de cómo la enfermedad se lleva la vida de la gente y también de cómo asoma la miseria en determinados momentos. Bien decía Lula algo que para nosotros y todo aquel que haya abrazado la causa popular no está en discusión: nada es más importante que la vida, nada es más importante que la salud del pueblo. Sin embargo, hay otras almas que creen que son más importantes los negocios. Vamos a detenernos un segundo porque es un falso dilema preguntarnos si teníamos que elegir entre la vida y la economía. Porque la política no permite poner en tela de juicio si lo primero es o no la protección de la vida del ser humano. Lo más importante del hacer político es la construcción de un mejor hombre, de una mejor mujer, de una mejor humanidad. ¡Cómo se puede hacer si no es preservando la salud y la vida! Cuando uno mira para atrás se da cuenta de que alguna razón tuvimos porque lo cierto es que la pandemia ha destruido el sistema capitalista que nosotros conocemos. De repente, un virus imperceptible al ojo humano terminó siendo capaz de poner en jaque el funcionamiento de la economía mundial. Hace cien días que contamos listas de muertos, pero si contáramos caídas de bolsas serían miles de empresas que se mueren porque la economía no funciona. Porque necesita de hombres y mujeres que consumen, de hombres y mujeres que trabajan. Cuando estos hombres y mujeres terminan contagiados no hay capitalismo que funcione.

Lo que estamos viendo en el derrumbe económico es que ese capitalismo financiero, del cual tantas veces nos hablaron, había construido un castillo de naipes. Un virus imperceptible lo derrumbó con mucha facilidad y nada vale hoy lo que valía antes de la pandemia. Ninguna acción, ningún bono, ninguna empresa valen lo que valían antes: se desmoronó la especulación financiera y quedó al descubierto que el capitalismo tal como lo conocíamos no tiene viabilidad. Un capitalismo sin consumidores ni trabajadores es un capitalismo que no existe.

Todo vale nada. Nosotros, además, tenemos la característica de que enfrentamos a la pandemia en el mismo continente que exhibe la mayor desigualdad, como decía Nicolás Trotta. Nosotros nos propusimos auxiliar desde el Estado, ayudar a los sectores más empobrecidos. Sabíamos que había un grupo de argentinos que estaban al margen del Estado porque no había datos sobre ellos. Hicimos un primer cálculo y estimamos que serían alrededor de dos millones y medio de argentinos que el Estado había abandonado a su suerte, que estaban afuera de todo sistema económico. ¿Saben a cuántos argentinos terminamos asistiendo? A nueve millones de argentinos, prácticamente un veinte por ciento de la población que la Argentina había dejado al margen, olvidado y abandonado a su suerte. La pandemia dejó en evidencia que el capitalismo tal como lo conocemos no tiene sentido de que siga existiendo. Es profundamente desigual, deja al margen de la sociedad a millones de compatriotas. Y como nosotros creemos que la política es una acción ética, nadie puede hacerse el distraído.

Creímos que había que salvar la vida y fuimos en socorro de los argentinos y también de los trabajadores que estaban registrados para el Estado. Así, terminamos brindándole ayuda a casi doce millones de personas. Eso significa casi el ochenta por ciento de la población económicamente activa que tiene la Argentina. Es lo que tuvimos que hacer. ¿Si estoy arrepentido? Para nada. Nos cuesta mucho dinero, pero la tranquilidad que tengo y el dinero que hoy invertimos en preservar la vida y la salud de esos argentinos lo vamos a recuperar mañana.

Por lo que no estoy tranquilo es que no voy a poder recuperar la vida de los mil que se murieron. Y digo esto sabiendo que el resultado que hemos obtenido en el manejo de la pandemia ha sido mucho mejor que el de otros, pero cada uno que se nos muere lo cargamos en nuestra conciencia porque entendemos el valor de la vida. Otros hacen números y los muertos son estadísticas, pero para nosotros cada vida que se pierde es un dolor profundo en nuestro corazón. A mí me parece que es tan profunda la crisis que se ha generado que tenemos la oportunidad de revisar el mundo. Si quieren un capitalismo distinto que integre mucho más a la sociedad, que se integre mucho más con el que trabaja y con el que consume. Un capitalismo que dé acceso a todos y no a pocos, que no concentre la riqueza sino que la distribuya. Eso lo podemos hacer porque lo que está visto es que todo vale nada si aparece un virus que pone en jaque nuestra vida. Me parece que con esa discusión tendríamos que poner otras discusiones en el escenario. Recuerdo que en los acuerdos de París sobre medio ambiente discutimos sobre las energías renovables, los hidrocarburos y la nafta. Las grandes potencias dijeron que había que seguir usándolos porque si bajaba el uso del petróleo la caída del PBI mundial podía ser de hasta un cuatro por ciento. Resulta que ahora se cae diez puntos porque apareció un virus y el precio mundial del petróleo se desmorona. ¿De que valía eso? Una pandemia nos demostró que en vez de encerrar los humanos a los animales, nos encerramos los humanos y el mundo mejora. Mejora la calidad de las aguas, del cielo, del aire que respiramos. Aparecen especies que estaban escondidas de nosotros. Tenemos una gran oportunidad como civilización de hacer un mundo distinto. Les digo siempre a los argentinos que no sé si se podrá hacer en el mundo, ni siquiera en América Latina.

No te quiero mentir, querido Lula: no los tengo a Néstor, ni al Pepe Mujica, Tabaré, Lugo, Evo, Michelle, Lagos, Correa ni Chávez. A duras penas somos dos los que queremos cambiar el mundo, uno en México que es Andrés Manuel López Obrador y el otro soy yo.

Y nos cuesta mucho discutir. Te escuché contar cómo fue la construcción del Mercosur primero y luego de la Unasur, donde fuiste un actor central, y la voluntad que tenía América Latina de tener esa gran Patria Grande que se uniera para enfrentar el gran desafío de la globalización. Pero, ¿sabés qué pasa hoy?

Estados Unidos rompió la Unasur y creó el prosur. No les alcanzó eso, sino que también hicieron todo lo posible para que la Celac desapareciera. Pero tampoco les alcanzó: ahora fueron por el BID y todo el continente corrió a apoyar a Estados Unidos para que por primera vez en la historia también lo presida. Nos hemos quedado dos países al margen de ese apoyo: México y Argentina. El resto corrió presuroso en auxilio de Estados Unidos. Lamentablemente este es otro continente, muy distinto. ¿Que nos pasó? Hubo una acción muy cuidadosa para destruir y perseguir a los líderes, sin duda vos fuiste el que más padeciste porque no solo te persiguieron, sino que también tenga encarcelaron. Pero lo que te hicieron a vos no es muy distinto a lo que vive Cristina en Argentina o Correa en Ecuador.

Todos sistemas en los cuales se mezclan procesos judiciales absolutamente forzados para construir imágenes delictivas que después profusamente circulan en los medios. Negarlo es una zoncera, es parte de la historia de América Latina. A los que somos verdaderamente republicanos debe avergonzarnos porque una república no está hecha para eso. No se hace para perseguir al otro, sino para lograr el progreso de una comunidad respetando los derechos de todos. Carol Proner lo dijo maravillosamente bien: no se trata de que en nuestro debate estemos queriendo tapar o emprolijar ninguna forma de corrupción, lo que queremos es que haya justicia en nuestro continente y que no se use la justicia para perseguir o proscribir opositores. Esa es una tarea pendiente para trabajar juntos y que nunca más ocurra. Estoy convencido de que la pandemia nos da una oportunidad única para discutir y revisar todo. Es una gran oportunidad para lograr más igualdad de género, dar un paso más para que la mujer tenga los mismos derechos del hombre a la hora de trabajar y buscar su forma de desarrollarse dentro de la sociedad. Es una gran oportunidad para que respetemos las diferencias, lo distinto, para que nadie más sufra por cómo elige ser. Es una gran oportunidad en Argentina y eso depende de nosotros. Por lo tanto, si no lo hacemos es culpa nuestra. En América Latina, en cambio, ya no depende solo de mi voluntad. Debo admitir, querido Lula, que te extrañamos, porque otro sería el vínculo y otra la posibilidad de que nosotros podamos trabajar en el continente. Un cómico argentino decía: “siempre que llovió paró”. Esto también va a pasar y otra vez los pueblos de América Latina se van a poner de pie. Y como Bolívar y San Martín nos enseñaron, otra vez volveremos a construir la Patria Grande. Recuperaremos esa dignidad que tuvimos cuando vos presidías Brasil, Néstor en Argentina, Tabaré y Pepe en Uruguay, y Evo en Bolivia. Vamos a volver a hacerlo, estoy convencido: es solo una cuestión de tenacidad. No debe haber nadie más tenaz que vos, más fuerte que vos. Tantas veces te golpearon y tantas veces te levantaste. Estoy feliz de verte de pie otra vez, luchando de frente por lo que siempre creíste. Lula, te esperamos en Argentina pronto para comer un buen asado y tomar un rico vino. De corazón, gracias a todos y a todas.