El 25 de mayo en dictadura. El ideal de la unidad para sostener la legitimidad

La Revolución de Mayo es el hito fundante de la nación. Funciona como mito de origen desde el primer aniversario patrio. De allí en más, todos los gobiernos, democráticos o no, apelaron a ese mito para medir y, en todo caso, fortalecer su legitimidad. Las fechas patrias funcionan como aglutinadoras de la nación.

En la Argentina de 1976, la lógica política fue la de la negación. Esto se observa en la belicosidad que prevaleció en el ejercicio del poder de los militares que «lucharon» contra la «subversión». Pero también se observa en la ruptura con el pasado inmediato y, en cambio, la invocación de un pasado glorioso para justificar el acto “heroico” de la lucha antisubversiva. Por eso, los militares de la última dictadura utilizaron la fecha patria para mostrar una fuerte identificación con los héroes de Mayo. El objetivo último era desmovilizar a la sociedad y confinar a la revolución en una épica congelada.

En la primera conmemoración de la Revolución de la dictadura, Videla recordó a los fundadores de la nación y sostuvo que “el espíritu de los hombres de Mayo nos debe inspirar”.

Esa inspiración sirvió a los militares como modo de resolver “la gravísima crisis” en una “gesta” que se identificaba con la revolución patria. Asimismo, invocar el «espíritu de los hombres de Mayo» daba a las FFAA la legitimidad que precisaban para lograr su supuesto objetivo, porque ese espíritu era el de la “libertad” y la construcción de una “república” y su “nación”.

La apelación a los símbolos patrios, especialmente en la conmemoración de hitos fundacionales no fue exclusivo de la dictadura argentina. También fue un recurso utilizado por los gobiernos de facto brasileños entre 1964 y 1985. En ambas dictaduras, la idea de nación que los militares buscaron imponer se anclaba en los mitos fundacionales de cada país. Sin embargo, en cada caso esto funcionó de manera distinta.

En Brasil la consigna fue no poner el acento en un acto que ya estaba consumado (la independencia) sino en los herederos y continuadores de la tradición, las propias FFAA, de cara al futuro.

En Argentina hubo una apelación a la historia anclada en el pasado glorioso con el deseo de insertar el “Proceso de Reorganización Nacional” en un punto de origen “impoluto”, lejos de la corrupción que los militares identificaban como defecto de la democracia.

Esta búsqueda en el pasado se fundaba en las ideas de la geopolítica que sostenían que el país había tenido un momento de esplendor a principios del siglo XIX que debía ser recuperado.

En Argentina, como en Brasil, los militares también consideraban que la nación estaba amenazada. En la utilización de un lenguaje bélico se puede observar la primacía de la lógica del amigo/enemigo con énfasis en la dimensión de negación del enemigo, a quien había que derrotar con “drásticas medidas” (la desaparición forzada de personas fue una de ellas), sin dejar opción a la negociación.

    Así, los militares pudieron asociar la idea de guerra y de lucha contra aquel enemigo a los valores de Mayo. En el objetivo último de (re)fundar la nación, tal como lo habían hecho aquellos hombres de 1810.

    En la búsqueda de apropiación de ese pasado glorioso, la dictadura también apeló a “los patriotas”, especialmente a la figura de San Martín. Aunque el libertador no había formado parte de las revueltas de 1810, su impronta y su rol de fundador fueron claves para sostener el discurso fundacional y de unidad de la dictadura.

Videla hizo constantes alusiones a la inspiración sanmartiniana de sus acciones y decisiones, como ejemplo de moral y republicanismo.

En 1978 se cumplieron doscientos años del nacimiento de San Martín y fue declarado Año del Bicentenario del nacimiento del Libertador General San Martín. Con esto se buscaba instituir en la figura de San Martín una guía.

Así como la dictadura brasileña reglamentó que Tiradentes fuera el patrono cívico de la nación, la dictadura argentina también les dio una figura legal a los próceres. Sin dudas, San Martín fue el héroe nacional por excelencia.

San Martín, al igual que Tiradentes, fue construido como un hombre sin defectos. Él representaba al «ser nacional», un hombre con alta calidad moral, valiente y que profesaba un profundo amor a la patria. San Martín fue erigido como el héroe de la nación que las dictaduras representaban por oposición a la «subversión».

Asimismo, durante esos años, la dictadura argentina experimentó el fracaso de políticas orientadas a recuperar la economía y cada vez más se hacía oír la oposición política y social. De ahí, la recuperación de los valores de libertad y unión que simbolizaba una figura unificadora como la de San Martín.

La guerra de Malvinas fue otra ocasión en la que Mayo fue revalorizado. La conmemoración durante la contienda llevó a la asimilación de esta guerra con la revolución de 1810. Fue un nuevo intento por mantener la unidad nacional, tal como había sucedido aquel glorioso 25 de mayo.

A diferencia de Brasil, donde en los momentos de crisis se recurrió a la idea de futuro y a la negociación política como motivación para seguir hacia ese tan mentado destino de grandeza, en Argentina nuevamente se apeló a la guerra y al pasado. Y se utilizó el aniversario de la Revolución como forma de dar legitimidad a una guerra que no tenía sentido.

“Combates en tierra, mar y aire; hoy se conmemora la fecha patria

El país celebra hoy, en circunstancias desconocidas en este siglo, el 172° aniversario de la Revolución de Mayo, el hecho primigenio que da sentido a la historia patria y explicación cabal inclusive a los momentos actuales” (La Nación, 25-5-1982).

El escenario de la contienda fue favorable para volver sobre los valores con los que las FFAA pretendieron representar a la nación al comienzo de la dictadura. El discurso militar no había cambiado. Se siguió apelando a la salvación de la patria, aunque ahora el enemigo era externo.

El hito de la Revolución de Mayo fue retomado por todos los gobiernos, para medir o fortalecer su legitimidad, apelando a la unidad en tiempos de crisis. En los oscuros años de la dictadura, las FFAA apelaron insistentemente al imaginario de la guerra utilizando la conmemoración del 25 de mayo como forma de legitimación de su lucha “antisubversiva” y la desaparición del enemigo.

En la actualidad el 25 de mayo nos encuentra nuevamente en crisis. La lucha contra el Coronavirus se presenta como un “enemigo invisible” y volvemos a apelar a la unidad. El vocabulario es similar pero esta vez sí, como en 1810, puestos al servicio de la defensa de la soberanía de la nación. Hoy la democracia argentina está mostrando un camino ejemplar para América Latina. El contraste con Brasil es evidente. Mientras allí se multiplican las denuncias de abandono, persecución y corrupción, aquí se pondera la responsabilidad y sobre todo el valor de la presencia del Estado en una crisis sin precedentes a nivel mundial.

Florencia Lederman

Doctoranda en Ciencias Sociales, magíster en Investigación en Ciencias Sociales y licenciada en Sociología (UBA). Docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Miembro del Grupo de Estudios de Sociología Histórica de América Latina, IEALC, FSOC, UBA.