La fuerza de un documental

Por estos días prosiguen las polémicas suscitadas tras la emisión en Netflix de la serie documental «Nisman: el fiscal, la presidenta y el espía». Algunos seguidores del caso critican que la serie “no se juega” por una de las hipótesis en danza sobre la muerte de Nisman, otros la suponen alineada a alguna intencionalidad política, para lo que destacan que fue estrenada a días de asumir Alberto Fernández la presidencia. 

Si bien son puntos de vista atendibles, no comparto esas críticas. Me consta el extenso trabajo de investigación que emprendieron su director Justin Webster y su productor Martin Rocca, con quienes me reuní y mantuve intercambio por este tema en diversas oportunidades a lo largo de un par de años. Por tal motivo fui generosamente incluido en los agradecimientos del final de la serie. 

Es cierto que el documental no arriba a conclusiones explícitas, tanto respecto del torcido trabajo de Nisman como fiscal especial para el caso del atentado a la AMIA, ni sobre el momento en que en absoluta soledad se descerrajó el balazo. Pero los elementos que jamás mostró la prensa hegemónica están allí, a la vista del espectador.

Público dentro del cual cabe contar a muchas personas que jamás hubieran dedicado un minuto de atención a un trabajo que proclamara “contar toda la verdad sobre el mito Nisman”, por ejemplo. Para un ambiente mediático absolutamente blindado ante la realidad como el argentino, la aparente neutralidad puede haber sido una estrategia de difusión inteligente. No obstante, es claro que el foco y el encuadre estuvieron cerrados sobre el personaje y sus circunstancias, pero sin entrar demasiado en el contexto histórico de la causa AMIA, previo a la designación de Nisman como fiscal exclusivo para el caso. 

Una larga entrevista que me realizaron, donde explicaba la infiltración de un agente de inteligencia (“Iosi”) en la comunidad judía, la importancia de esta pista, y el desinterés de Nisman en conocer a quien podría ser la clave de acceso a la conexión local del atentado, fue finalmente dejada afuera. En una nota muy considerada, Webster me explicó que por cuestiones de guión el tema no se mencionaría. Es de lamentar, porque la investigación que realizamos con Miriam Lewin y publicamos en el libro Iosi, el espía arrepentido muestra, entre otras cosas, donde no estaban las prioridades de Nisman en los meses previos a su muerte. 

Tampoco fueron incluidas imágenes del los juicios orales por el caso AMIA (como en algún momento tuvieron previsto), en especial las relativas al silenciado juicio por encubrimiento del atentado, que tuvo audiencias fundamentales, con testimonios resonantes y escandalosos, y finalizó en 2019 con condenas a quien fuera el jefe de los servicios de inteligencia del Estado (SIDE), Hugo Anzorreguy, el juez de la causa Juan José Galeano, dos fiscales y otros funcionarios más, por haber obturado intencionadamente el esclarecimiento de la masacre. En forma claramente orquestada. Esos episodios gravísimos siguen sin ser casi conocidos por el público en general. 

En cuanto a la oportunidad de su difusión, el documental se estrenó el 1º de enero por imposición de Netflix, no por decisión de su director. Sus realizadores tenían editado el material y listo para emitirlo mucho antes de las elecciones argentinas. Cabe pensar que la postergación fue decidida por los directivos de Netflix en un intento de no perjudicar a Macri (tal como sucedió con el contenido de “Panamá Papers”). 

Es que el material expuesto por Webster habla por sí solo. Y es contundente a la hora de mostrar a los principales protagonistas de la historia, sin filtro, y sin intermediaciones de la prensa hegemónica.

Con solo contrastar las explicaciones de la fiscal Fein con las de los gendarmes a cargo de la “nueva pericia”, la versión Clarín de los hechos entra en crisis.

La serie incluye algunos testimonios fundamentales no solo por las respuestas, sino por los rostros tomados en primerísimo plano, que dicen más que muchas palabras. Ciertas frases y gestos de los representantes de la CIA y del FBI son muy fuertes, no porque dijeran cosas que no tuviéramos ya por ciertas, sino por su serena admisión pública: la utilización del fiscal para intereses de la agencia y la instalación de una hipótesis criminal “a priori”, desligada de la investigación en sí. Admisión que evidencia una actitud de normalización respecto de lo que pretenden que sea el curso natural de los acontecimientos. Un accionar subordinado a la realidad geopolítica internacional, operada por Estados Unidos.

En este sentido, el contexto local e internacional en que todo ocurre está insinuado en la serie, aunque sin remontarse al origen en los años 90 ni a los determinantes acuerdos secretos entre iraníes, argentinos, norteamericanos e israelíes. Para profundizarlo probablemente se requiriera de una extensión impracticable, o directamente de otra serie. A esa trama subyacente, que excede en mucho al fenómeno Nisman, he dedicado un par de libros (Brindando sobre los Escombros. La dirigencia judía y los atentados: entre la denuncia y el encubrimiento, y La Explosión), y numerosos artículos. Es que, sin abordar esa compleja red, que incluye tráfico de armas y operativos clandestinos internacionales, no resulta posible comprender el porqué del encubrimiento del atentado a la AMIA, que no comienza en los últimos años, ni en la etapa Nisman, sino que arranca en los mismos días de la masacre de la calle Pasteur, hace más de 25 años. 

Sin perjuicio de ello, el documental acredita logros decisivos. Entre estos, los últimos tramos de la entrevista con Stiuso resultan impactantes. En particular, donde tras pregunta y repregunta el poderoso ex SIDE se refiere a lo que para Nisman era la «prueba clave»: el rol de Allan Bogado. Un personaje que en la denuncia del fiscal ocupaba un lugar esencial, y que pretendía ser el eje de la exposición que debía dar en el Congreso Nacional. Según se expone en el último tramo, esa prueba fue desinflada por completo por el propio Stiuso, ANTES de la presentación de Nisman, y sin hacérselo saber. Que se quedó pedaleando en el aire, sin la escalera con la que esperaba contar. Y sin que el espía le contestara el teléfono. Final anunciado.

Horacio Lutzky
Abogado, periodista, exdirector del periódico Nueva Sión. Autor de los libros La explosión: terroristas, nazis, carapintadas, políticos y traficantes. La conspiración tras la explosión de la AMIA y la Embajada de Israel (2017), Brindando sobre los escombros, la dirigencia judía y los atentados entre la denuncia y el encubrimiento (2012) y Iosi, el espía arrepentido (2015), junto a Miriam Lewin, editados por Sudamericana.