Más allá de la leyenda negra, vestigios de una utopía 

“Somos contemporáneos filosóficos del presente sin ser contemporáneos históricos, la filosofía alemana es la prolongación ideal de la historia de Alemania.” 

Karl Marx

Los escombros de la Segunda Guerra Mundial dejaron un continente regado de sangre, en absoluto desorden y con ciudades destruidas; tierra arrasada lista para una reconstrucción profunda, como nunca antes en toda su vasta historia. En las postrimerías del horror, decantó una división del territorio alemán como germen de un nuevo orden bipolar que regiría las luchas por el poder global durante las próximas décadas en el marco de lo que se denominaría como Guerra Fría. 

Vidriera de la Librería Karl Marx, lugar utilizado para la filmación de la película “La vida de los otros” del director Florian Henckel von Donnersmarck (2006).

En esos primeros años se comenzó a delinear la estrategia de la Europa de posguerra a través de programas de rescate económico a gran escala. Mecanismos internacionales que sentaron las bases del bloque occidental capitalista y que trazaron una línea de demarcación con el polo socialista liderado por la Unión Soviética (URSS). El Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) fue la alternativa soviética al Plan Marshall para la reorganización de la economía europea.

La creación de la República Federal Alemana (RFA) el 23 de mayo de 1949 se enmarca en este contexto de puja global y que tiene, como contrapartida, la creación de la República Democrática Alemana (RDA), el primer Estado obrero y campesino en la historia de Alemania, creada el 7 de octubre de 1949. Estado que, probablemente debido al devenir de cuestiones históricas concretas, no se erigió a partir de un sistema de consejos obreros democráticos, sino que se constituyó “de arriba hacia abajo” sobre la base de una economía burocrática planificada en un contexto de posguerra.

El movimiento en espejo se constituía en el signo de la época. Esta guerra etérea se materializaría más tarde con la rápida construcción del Muro de Berlín en la frontera interalemana, en agosto de 1961. La propuesta de una Alemania unida, neutral y sin tropas aliadas se esfumó en una batalla de notas efímeras devoradas por el contexto general de recelos entre las superpotencias. La propuesta quedó sepultada entre los artilugios de la historia.

Carteles callejeros señalizando el cruce de la Avenida Karl Marx y la calle Comuna de París, en lo que era la zona oriental de Berlín. La avenida con forma de boulevard fue denominada Stalinallee entre 1949 y 1961, y en ella se desarrollaban los desfiles del Día del Trabajo en Berlín oriental.

La leyenda negra de la RDA es un fiel fruto del árbol de la Guerra Fría. Constituye una operación intelectual compleja despojarse del armazón conceptual construido en esa época y de su vasta producción de significados, en tanto proceso de legitimación de uno de los poderes en pugna, para ahondar más allá de las críticas fundamentales al régimen socialista y reconocer el rostro humano que se divisa en la oscuridad. No pretendemos pasar por alto las atrocidades cometidas, como la orden 101 (Schießbefehl), la represión a las protestas contra el régimen o el accionar reprobable del Ministerio para la Seguridad del Estado (Stasi). No las olvidamos, las conocemos demasiado. Pero la empatía con el vencedor, diría Benjamin, resulta siempre ventajosa para los dominantes de cada momento. Por esto es que decidimos reflexionar desde la incomodidad del intersticio, porque consideramos oportuno pasarle a la historia, como siempre, una vez más, el cepillo a contrapelo.

Deconstruir el entramado de la leyenda negra implica erosionar los discursos pétreos, convertidos en lugares comunes, y apreciar que en las ruinas del Este no solo había un régimen férreo, sino también un modelo de sociedad diferente. Un modelo que se debatió hasta el final de sus días entre la utopía comunista que pretendió ser, con vistas a una transformación política hacia la emancipación de la humanidad, y el que realmente fue. El que pudo ser y el que le dejaron ser.

Pero entre el sueño y la realidad se dieron pasos hacia un modelo de organización social diferente. De las ruinas de la guerra perdida, y a pesar del peso que significaban las reparaciones de guerra, se edificó una nueva nación sobre el mito fundante de ser heredera de la resistencia contra el nazismo. El faro era constituir una sociedad comunista moderna con hombres y mujeres nuevos, con una amplia interacción social y política entre los diversos integrantes de la sociedad, las autoridades del partido y de las instituciones; con mejores condiciones sociales, derechos civiles y laborales, con participación de los obreros en las fábricas o una seguridad social diferente a la desarrollada en sociedades con predominio del mercado. 

El rol de la mujer en la sociedad y en el mundo de la producción es un ejemplo de ello. En la RDA los derechos sociales, el concepto de igualdad y la emancipación de la mujer eran abordados en el marco de la cuestión de clase. Por lo que la igualdad entre el hombre y la mujer fue rápidamente contenida en la Constitución de 1949. Con un alto porcentaje de mujeres insertas en el mundo laboral (cerca del 49% de la población económicamente activa lo constituían las mujeres en 1985), las mujeres representaron un tercio de los integrantes de la Cámara del Pueblo (Volkskammer) entre las décadas de 1960 y 1990. Para 1984 cerca del 80% de las mujeres en edad laboral trabajaban. En el acceso a la universidad también se reflejaba esta situación, ya que, para ese mismo año, el 50% de los estudiantes eran mujeres. En el contexto de ampliación de leyes sociales y derechos civiles, se implementó la educación sexual en las escuelas y en 1972 fue legalizada la interrupción del embarazo. 

“East Side Gallery” presenta intervenciones de 118 artistas de 21 países diferentes. 

Las condiciones de vida fueron mejorando en cuestiones concretas como la reducción de la semana laboral a 5 días, la disminución de la jornada laboral para madres con el mismo salario, la ampliación de las vacaciones mínimas para todos los trabajadores, los programas de construcción de viviendas o la educación gratuita en todos sus niveles. 

Se consideraba que la educación de los niños no solo era un asunto de las familias, sino de toda la sociedad. La educación antifascista constituía un pilar fundamental en el proceso de construcción de la modernidad socialista, heredera de la conferencia de Potsdam. El proceso de desnazificación fue profundo en la RDA. Los criminales de guerra nazis fueron expropiados, la tierra de los junkers fue entregada a los campesinos durante la reforma agraria y se modificaron los nombres de calles y plazas en el marco de una política de memoria antifascista.

El ideario contemplaba no solo una educación e ilustración democrática a partir de la igualdad material sino también una educación antifascista que obture la posibilidad de que el horror se vuelva a repetir.

Como contrapartida, la continuidad de exnazis en la administración judicial de la Alemania Occidental constituye un contraste difícil de velar. En la RFA el proceso de desnazificación parece haber quedado en segundo plano ante la consolidación de la URSS y el avance del fantasma comunista recorriendo Europa. El Día de la Victoria, conmemoración del triunfo de la URSS y los Aliados sobre la Alemania nazi solo se celebraba en la RDA. La RFA y la Alemania unificada, surgida de la anexión del Este por el Oeste, no lo reconocieron entonces ni actualmente como un día festivo. En el Este aún se celebra. Los retazos de la educación socialista han dejado algunas huellas perdidas.

Señalización callejera del recorrido del Muro de Berlín mediante una doble hilera de adoquines y una baldosa metálica con la inscripción explicativa indicando el período en el que estuvo en pie el muro. Fotografía registrada en la calle Axel Springer-Str., en el barrio Mitte. 

La historia es objeto de una construcción constante, es un terreno permeable e inestable, constituida de un presente que no es sino transición, es un tiempo-ahora. La Ostalgie, esa dinámica de la nostalgia por diversos aspectos económicos, sociales y culturales de la vida en Alemania del Este, organiza una memoria emotiva de algunos sectores de la sociedad e invoca una identidad que da batalla en el campo cultural y social. Un hombre de la antigua ciudad de Simbirsk decía que cada generación llega al socialismo por distintos caminos. Los alemanes del Este intentaron el suyo, con éxitos y fracasos.

El discurso hegemónico occidental, presuntamente desideologizado, solidificó su leyenda negra y barrió con la utopía de una sociedad mejor. El relato maniqueo es obtuso, descendiente de un mundo bipolar que ya no existe e insuficiente para apreciar los matices olvidados tras los escombros del Muro de Berlín. Aquí lo nuevo no está en lo que se pueda decir, sino en el acontecimiento de su retorno. 

La República Democrática Alemana fue la posibilidad de Alemania de construir algo nuevo, de saltar no solo más allá de sus propias barreras y limitaciones sino también, y en un solo paso, por sobre las barreras de los pueblos modernos, de sus vecinos contemporáneos. La caída del Muro de Berlín fue para algunos el fin de la historia, pero para otros, fue el inicio de una reflexión histórica y emocional sobre una utopía que no pudo ser, pero que constituye una lección de la historia y un antecedente para continuar pensando y dando pasos hacia una sociedad mejor e igualitaria.

Leandro Rossi

Licenciado en Ciencia Política (UBA), Diploma de Estudios Avanzados en Política y Economía y en Cultura y Sociedad (IDAES/UNSAM). Maestrando en Ciencia Política (IDAES/UNSAM).

Fotografías: Matías Scheinig (@mat.sche), comunicador social, docente e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. 

Portada: “Beso fraternal” es un mural del artista ruso el artista ruso Dmitri Vrúbel representando el beso entre los líderes comunistas Erich Honecker, de Alemania Oriental, y Leonid Ilich Brézhnev, de la Unión Soviética, durante el 30º Aniversario de la República Democrática Alemana en junio de 1979. Más allá de las polémicas, muchos analistas identifican esta imagen como un signo común de solidaridad socialista habitual para aquella época. Debajo de la pintura se puede leer en alemán Mein Gott hilf mir, diese tödliche Liebe zu überleben (“Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal”). La versión original de la obra es del año 1990, pero tuvo que ser restaurada hasta llegar a la versión actual realizada en el año 2009.