Elecciones Primarias en la Argentina: La venganza del futuro

La geografía política del país se tiñó finalmente de azul. Se trató de una derrota de Juntos por el Cambio de dimensiones inimaginadas previamente. Aun en nuestra permanente obsesión por predecir el futuro mediante encuestas de diverso calado, el futuro se vengó mostrando una vez más lo contingente de lo social.  

El agotado modelo económico de Cambiemos, profundo y extendido por todo el territorio nacional, tuvo su castigo en las urnas. Sin embargo, el rechazo fue más allá de lo económico, pues el domingo cayó una lógica política y su correlación discursiva: esa que decía que “hay que aguantar” como toda respuesta a las angustias de millones de argentinos.  

Quizás la interpelación más incisiva que se hizo durante la campaña fue una muy simple: ¿podemos seguir cuatro años más así? Esta pregunta funcionó como una suerte de plebiscito en la elección, donde la respuesta tronó en todo el país: NO.

Macrixt 

Sin embargo, haciendo una comparación distante, Gran Bretaña votó por el Brexit hace ya tres años y aún no logró encontrar la fórmula para separarse de la Unión Europea. La Argentina votó por salirse del proyecto macrista el 11 de agosto, que no solo debe entregar el poder el 10 de diciembre, sino que debe pasar por las elecciones del 27 de octubre, fecha que promete profundizar la derrota del oficialismo. 

Por ahora, y visto el tenor de las comparecencias de Mauricio Macri y Elisa Carrió durante la noche del domingo, parecieron estar lejos de una lectura crítica de los resultados. Por el contrario, el presidente (todavía sin hacer públicos los datos de los resultados electorales) reconocía la mala elección, pero volvía sobre la muletilla de “redoblar los esfuerzos para lograr el acompañamiento en octubre para continuar con el cambio”, una empresa a todas luces improbable, ya que la gran mayoría del electorado lo rechazó. Luego, pasadas las diez y cuarto de la noche, directamente invitó a ir a dormir a los argentinos sin conocer los resultados electorales mientras la página web de la empresa Smartmatic, encargada del escrutinio, “se caía” sin explicaciones. 

A su turno, Elisa Carrió se atrevió a plantear: «La fiesta total para todo el país será en octubre, hoy no me preocupa». Y luego, sola en el escenario del centro de festejos suspendidos de Juntos por el Cambio, volvió a decir que ella no registra este agosto y que la república democrática ganará por más del 50%. Nuevamente, haciendo uso de su verdad revelada que excluye al otro: una república vacía de contenido, y sin gente adentro, puesto que en vista de los resultados casi el 68% del electorado ya expresó su rechazo. Por eso no es extraño que en octubre los guarismos se profundicen. 

La caída

Mauricio Macri, que gobernó ocho años la Ciudad de Buenos Aires y que va por el cuarto en el país, tuvo como logro central reunir lo que estaba disperso y en retirada, el antiperonismo reactualizado en el antikirchnerismo. Eso permite explicar por qué buena parte de los 32 puntos obtenidos en las PASO, aun en desacuerdo con su política económica, que no la está pasando bien en términos laborales y que percibe una fuerte pérdida de la capacidad de consumo, sin embargo, optó por repetir el voto. Es probable que en otra circunstancia Macri no pudiera ni haberse presentado. 

Recordemos aquella frase premonitoria de Nicolás Dujovne en noviembre de 2018: «Nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el Gobierno». La caída en términos electorales se consumó el domingo 11 de agosto de 2019. 

Fue la crisis económica, pero también la ausencia de explicaciones sobre los problemas del país que fue devorando el sentido de pertenencia política de la propia base del macrismo. De esta forma, aquel tuit de Macri diciendo que para votar por él no hacían falta argumentos ni dar explicaciones fue un recurso fruto de la emergencia. Aunque su finalidad fue dejar de lado la necesidad de tener que racionalizar los motivos del voto. Un recurso que desnudó la fragilidad ideológica del macrismo o, mejor dicho, la dificultad de transferir la perspectiva estratégica de una pequeña elite (reconversión del país hacia una potencia agropecuaria) al grueso de su propio electorado. 

Por el lado del Frente de Todos, el proceso fue a la inversa del macrismo. A lo largo de estos meses, se trató de reconstruir un proyecto político, que se había ido desgranando a partir de 2011 tras la imposición del cepo cambiario, y de dotarlo de una actualidad que evite un anclaje en la mera nostalgia. Las tareas principales recayeron en Alberto Fernández y Axel Kicillof. 

Alberto Fernández tuvo apenas cuatro meses para reconvertirse de analista político, exfuncionario y profesor universitario en el heredero del movimiento fundado por Juan Domingo Perón. 

Su tarea fue múltiple: acercar gobernadores, intendentes, dirigentes políticos cercanos y no tantos, hacer reconocible su figura por el “gran público”, establecer un equilibrio razonable con su mentora Cristina Kirchner (que apostaba en la aventura política su caudal electoral), elaborar un discurso político creíble y posible, establecer un diálogo con el periodismo que ya no lo trataría con el mismo cuidado que cuando se alejó del kirchnerismo, y finalmente hablar con elocuencia frente a multitudes, casi la prueba ácida para un líder justicialista. 

Por su parte, Axel Kicillof tomó la decisión de avanzar en el territorio casi inabarcable de la Provincia de Buenos Aires, recorriéndola durante tres años a bordo del ya mítico Renault Clío, contrastando la imagen ampulosa de la movilidad, helicóptero mediante, de la gobernadora. Como la misma esencia del antimarketing político, el exministro de Economía fue instalando su figura, reuniendo verdaderas multitudes en lugares grandes y pequeños, venciendo las resistencias de los intendentes que se inclinaban por sus pares, tal es el caso de Martín Insaurralde, y mostrando gran habilidad para manejarse con medios y periodistas, muchos de los cuales no dudaban en provocarlo con la finalidad de lograr titulares rimbombantes. 

De esta forma, tanto Alberto Fernández como Axel Kicillof llegaron a las primarias con sendas  campañas austeras en medio de un despliegue sin precedentes del macrismo, que logró incluso instalar el efecto de un alza generalizada de las acciones argentinas en el exterior el viernes mismo previo a la elección. Su explicación: “porque los inversores habían accedido a encuestas reservadas muy favorables al gobierno”. Debe agregarse que durante el proceso electoral se vio un inédito festival de encuestas y sondeos de opinión, algunos de los cuales parecían preparados exclusivamente para producir efectos en la opinión pública. 

El otro elemento para destacar es el apoyo incondicional hacia Macri y Vidal de una parte importante de comunicadores, periodistas y medios de comunicación. En medio de ese contexto desfavorable, la fórmula Fernández-Fernández supera el 47%, dejando a la dupla Macri-Pichetto quince puntos atrás. Pero, además, logra sacar más del 50% de los votos en catorce provincias, perdiendo solo en Córdoba y en la Ciudad de Buenos Aires. 

Gana así en provincias gobernadas por el radicalismo en Juntos por el Cambio, como Mendoza, Jujuy y Corrientes. 

Hacia octubre

Como se sabe, el 27 de octubre se definirán las elecciones nacionales. El dato es que Alberto Fernández y Cristina Kirchner ya superaron el umbral del 45% requerido por la Constitución Nacional. Axel Kicillof queda a pocos votos de superar el 50% y los diecisiete puntos de distancia con María Eugenia Vidal lo ponen a pasos de ser consagrado como nuevo gobernador de la Provincia de Buenos Aires. No obstante, las miradas sin dudas se depositarán en la Ciudad de Buenos Aires. Allí Horacio Rodríguez Larreta queda a menos de cuatro puntos de ganar en primera vuelta. Pero entonces las generales tendrán lugar en otras condiciones políticas del país. Por una parte, supera en apenas un punto lo alcanzado en la primera vuelta de 2015, cuando Martín Lousteau escaló casi 23 puntos en el balotaje para acariciar la jefatura de Gobierno. 

Matías Lammens, cuya candidatura recién alcanzó cierto despliegue hacia el final de la campaña, tendrá una oportunidad única de destronar al PRO de su territorio madre. 

Finalmente, el futuro próximo depende más de cómo el gobierno logre superar las tormentas financieras, que son fruto de sus propias políticas, que en la generación de nuevos y ocurrentes spots de campaña. O de los desopilantes nuevos bots como los que inundaron las redes en los últimos días previos a las PASO. Allí se abren mil interrogantes sobre cuál debería ser el rol (uno más) de Alberto Fernández y su equipo en esta transición hasta el 10 de diciembre, fecha de caducidad del mandato presidencial. 

Carlos De Angelis

Sociólogo. Director del COPES (Centro de Opinión Pública y Estudios Sociales) y profesor en la Carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Crédito foto de portada: Página 12