Alemania, en la encrucijada europea. Batacazo verde y Merkel como barrera de contención de los populismos de derecha continentales

En una Europa que se autodescribe como “nueva” y que entiende por ese calificativo el crecimiento de varias versiones de la extrema derecha, Alemania puede ser un punto de equilibrio. Las elecciones del domingo muestran el carácter a la vez continental y local de este equilibrio: renuevan la imagen de un país dividido entre este y oeste, pero imponen por primera vez en su historia a los verdes (die Grünen) como actores centrales de esa división, en detrimento de la socialdemocracia (SPD). Los conservadores (CDU/CSU) siguen siendo el partido principal del país, también con una pérdida importante de votos (del 35,3% en 2014, al 28,9% actual), pero parecen ser un catalizador para la división de las derechas, entre más o menos euroescépticas, más o menos liberales, más o menos extremas. Todo bajo el liderazgo en salida de Angela Merkel, que le hace sombra a la nueva jefa del partido, Annegret Kramp-Karrenbauer (AKK), cuya primera elección fue esta, en medio de un debate (que impulsó), sobre la regulación de los contenidos de los videos de YouTube y que repuso la necesidad de aggiornamiento urgente del partido. Los verdes parecen ser el nuevo rostro de las izquierdas, con un tema que tiene anclaje generacional y que podría ser una alternativa débil a los impulsos de las derechas de hablar todo el tiempo de cómo frenar la migración –bajo el probable liderazgo del italiano Matteo Salvini.

Alemania eligió el domingo representantes a la vez en las comunas y para el parlamento europeo, con un alto porcentaje de participación, que supera el 60%. Los resultados son un batacazo, pero se relativizan ante el primer puesto en Francia del partido de Marine Le Pen, en detrimento del de Emmanuel Macron, o el crecimiento fuertísimo de La Liga de Salvini, en el país más endeudado de Europa.

A pesar de su no espectacularidad comparativa, los resultados alemanes son un tembladeral, porque por primera vez en la historia del país, los verdes acceden al segundo lugar y la socialdemocracia, la SPD, que integra la coalición gobernante (la “gran coalición”, junto con la CDU de Angela Merkel y el CSU), es rebajada al tercer puesto, con un porcentaje de votos cercano al 15 por ciento.

La pérdida de votos es tan grande, desde la última elección europea de 2014 (cuando superaba el 27%), que se habla de “implosión” de la SPD, que pierde incluso ciudades históricamente rojas, como Bremen. El CDU/CSU también pierde votos, pero se mantiene como el partido más popular del país. Entre ambos partidos gobernantes, sin embargo, crece la preocupación y las dudas sobre la estabilidad de su gobierno conjunto: es la elección a nivel nacional con menor cantidad de votos sumados en toda la historia.

Crece la preocupación, también, no solo por la disparidad entre los liderazgos de Merkel y AKK, y la debacle del SPD, sino por el fuerte crecimiento de otras opciones, como los verdes, a la izquierda, y AfD (Alternative für Deutschland), a la derecha. En tanto los verdes duplicaron la cantidad de votos desde 2014 (cuando llegaban aproximadamente al 10%) y se impusieron en varias ciudades del oeste, la AfD, con su derecha euroescéptica, crece en ciertos lugares del este y alcanza el 11% de votos nacionales. Crecen también, pero en menor medida, los liberales de FDP (con algo más del 5% de votos) y decrece moderadamente la izquierda de Die Linke (también con un porcentaje similar).

La cuestión, en suma, parece ser cómo reinventar los dos grandes partidos históricos de la redemocratización alemana, de cara a un euroescepticismo o frente a temas como los del cambio climático, que no se sabe cómo integrar del todo.

La agenda crece por los costados, y los partidos centrales muestran agotamiento, clivajes internos y desgaste, en una Europa que parece dar lugar a liderazgos menos moderados y prudentes que los de Angela Merkel.

Alemania tiene 96 escaños actualmente en el parlamento europeo, sobre un total de 751. Con estos resultados, la alianza de cristianodemócratas y socialdemócratas europeos pierde la mayoría por primera vez en décadas y se ve obligada a buscar nuevas alianzas. Los cristianodemócratas accederían a 180 escaños del parlamento y los socialdemócratas, a 145. Los liberales, entre tanto, accederían a 109, incluidos entre ellos los representantes del partido de Macron. De los primeros escaños, la CDU/CSU alemana tendría 29 representantes –pierde 5 representantes– y la SPD, 16 –pierde 11. Los verdes europeos accederían a 69 escaños (21 de ellos, alemanes) y la izquierda se reduciría a 39 (5 de ellos, alemanes).

La izquierda, de hecho, ha ofrecido una alianza, contra los populismos de la extrema derecha, que crecen en representación y que están llevando a un crecimiento también de las participaciones electorales en los países.

Estas fracciones de extrema derecha se espera que se reorganicen: se prevé, sobre todo, la alianza de la fracción de Salvini con la del húngaro Viktor Orbán.

A pesar de ser un continente en el que florecen estos extremismos, que cambian de raíz las preferencias históricamente destinadas a la izquierda (como las de la Toscana italiana, donde la Liga se hace fuerte, en detrimento de su historia), se esperaba incluso un mayor respaldo a estas opciones que no llegó: en lugar de eso, verdes y liberales se reforzaron en el parlamento. La “nueva” Europa encontró un muro de contención: los populismos de extrema derecha se frenaron por España y Alemania.

Cecilia Abdo Ferez

Doctora por la Facultad de Filosofía III de la Universidad Humboldt de Berlín y licenciada en Ciencia Política por la UBA. Profesora de Teoría Política y Social II en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y de Filosofía en la UNA. Investigadora Independiente del CONICET.