¡Adelante radicales! Peronismo y radicalismo, las bases del consenso

La democracia necesita apuestas superadoras, que le den al país una alternativa dentro del marco de amplitud indispensable para arribar a los consensos básicos, siempre, por supuesto, buscando afirmar los valores de la libertad, que asegure la igualdad y afirmen los principios republicanos”. Así se expresaba Raúl Alfonsín en en la revista El Legislador en octubre de 2006.

El contexto político y partidario de la Argentina no se definía, aún, con la idea de grieta pero el kirchnerismo empezaba a mostrar su rasgo más específico: una concepción de la política cifrada en la lógica amigo-enemigo. Esa concepción evolucionaría en los siguientes ocho años como estrategia política. El kirchnerismo solo entiende una forma de política, la que se traduce en conflicto antitético. Esa fórmula estructuró la elección de 2015 y, en parte, permitió que Cambiemos llegara a la presidencia, un Cambiemos liderado por Mauricio Macri. El único con capacidad de polarizar y antagonizar, al menos en apariencia, con el kirchnerismo. Scioli, por el contrario, no tenía esa virtud.


El armado de Cambiemos y el valor de la marca Cambiemos vistió de un traje amable para los radicales a una figura como la de Mauricio Macri y a un partido como el PRO, cuyas características organizativas, discursivas, simbólicas y estéticas poco tienen que ver con la liturgia de las boinas blancas.


Cambiemos necesitó de la grieta para constituirse internamente y su unidad permitió construir un discurso centrista, moderado y con cierto desprecio por la polarización. Grieta y conflicto eran puro libreto K. Al menos hasta el 10 de diciembre de 2015.
El 11 de diciembre de 2015, aun con un escenario político institucional de minoría, el gobierno eligió la polarización y la profundización de la grieta. El macrismo, como el kirchnerismo, creyó que su llegada a la presidencia significaba una reconfiguración definitiva del sistema de partidos y de la política. Pero, como diría un famoso legislador, “se olvidaron de que nunca se cruza la 9 de julio para siempre”.
La política argentina ha sido una política de clivaje, organizada en torno al clivaje peronismo-antiperonismo que a partir de 1983 se volvería en peronismo-no peronismo. Basta recordar el discurso de Alfonsín en plena campaña electoral como prueba del abandono del prefijo “anti”. La foto de Semana Santa sirve como evidencia del otro lado.
Alguien podría confundir clivaje con grieta y por ello entender que K vs. M es una reactualización del clivaje histórico. Kirchnerismo y macrismo no lo expresan ni constituyen un clivaje en sí ni para sí. Están muy lejos de corresponderse con los “ismos”, como señala Torre, que caracterizan al peronismo y al radicalismo.


El radicalismo, aún con una baja performance electoral de la mano de la histórica lista 3, expresa un ideario y sirve como partido político en tanto cumple la función de reducir costos de información. Con el peronismo sucede lo mismo. He ahí la oportunidad de recuperar el clivaje y superar (saltar) la grieta.


El recurso más preciado en política es el tiempo. El timing, dirían los gurúes del marketing político. El bien más preciado: la victoria electoral. La estrategia más eficiente: la coordinación. La táctica: la cooperación o la obstrucción.

Macrismo y kirchnerismo ya optaron: no cooperan. Y no tienen ni quieren con quién coordinarse. Radicalismo y peronismo enfrentan un dilema: cooperar y coordinarse entre ellos y a su interior. Eso les exige, al parecer, Roberto Lavagna para ser candidato a presidente. El radicalismo sabe cooperar, el peronismo coordinar.

Una candidatura de Lavagna a presidente parece ser percibida por algunos radicales con mejores oportunidades. Una oportunidad que exprese una gran coalición acercándolos al sueño alemán antes que permanecer en Cambiemos, donde solo han conocido castigo y aislamiento.

“Alfonsín era radical de pura cepa, pero era el más peronista de los radicales”, definió hace un tiempo su hijo Ricardo. Algo parecido se escucha en comités y unidades básicas, en pasillos legislativos municipales, provinciales y nacionales, en los bares y taxis sobre Lavagna.

Mara Pegoraro
Politóloga (UBA). Docente de Sistemas Políticos Comparados y Regímenes Políticos de América Latina.