Esxs que dicen amar a Migré: desagravio a la censura

Marilí Salazbau, militante feminista de 17 años, activa grupalmente con carteles en las calles aledañas a la facultad. Un grupo de chongos universitarios enfrentan con insultos a las feministas y buscan dispersarlas. Marilí arenga y el grupo –que no teme a ejercer la violencia del oprimido– corre al chongaje a cartelazos. Una cámara filma la escena en blanco y negro en una calle porteña. Es la cámara de Canal 13. Y la escena no es de 2019 sino de 1975. La escribió Alberto Migré para el primer capítulo de Piel naranja.
Piel naranja fue mi telenovela fetiche durante mi despertar sexual. Y lo sigue siendo. Cuarenta y cuatro años después, logré subirme a un escenario y cantar “Quereme, tengo frío”, a dúo con Liliana Viola. “Quereme, tengo frío” es un himno torto oculto, no se canta abiertamente. Es el himno de cuando no podíamos decir ¡soy lesbiana! y nos arreglábamos como podíamos para vivir sentimientos inconcebibles, porque –como todes nosotres sabemos– “lo que no se nombra no existe”.
Cantamos y actuamos en Casa Brandon en una fiesta de homenaje a Migré y en desagravio a la censura de su biografía que sufrió Liliana Viola. El heredero universal de la obra de Migré, Víctor Agú, presentó una demanda para que la editorial Penguin Random House retire todos los ejemplares impresos del mercado. Agú argumentó que Liliana Viola había citado varios pasajes de los libretos de las novelas sin su autorización. (A ver: Agú había entregado las fotocopias de libretos que Liliana Viola le había pedido para realizar su trabajo). Pero la verdad de la censura la publicó Agú en su cuenta de Facebook: “Querido maestro Alberto Migré: No querías que hablen de tu vida privada. Sin embargo lo hicieron. ¿Qué parte no entendieron esos amarillistas? ¡Cómo atrasa hablar de la sexualidad del otro!”.


Una biografía de Migré. En su tiempo todo el público sabía que Migré era homosexual. Y era parte de su encanto. El público esperaba enterarse de lo que ocurría detrás de las paredes de las casas de “los ricos”, porque un homosexual de barrio podía ingresar en esos lugares, por la transversalidad inherente a la vida homosexual, que atravesaba y conectaba todas las clases en diagonal. Ese era un contrato tácito entre Migré y sus fans. (Por eso también las organizaciones armadas y la mayoría de los partidos leninistas de los 70 consideraban peligrosos a los homosexuales: porque llevaban una “vida disipada”, estaban en contacto con todo el mundo y creían que podían filtrar información al enemigo. A los homosexuales no los quería la policía –excepto los policías que se acostaban con ellos– ni los grupos revolucionarios –ídem. Tampoco nos querían a las feministas porque “dividíamos a la clase”. Fue un guiño de Migré incluir a una feminista en Piel naranja).


En el siglo XXI considerar amarillista que una biografía explicite que un artista era homosexual (cuando efectivamente lo era) es un gesto homofóbico. Implica sacar de contexto a ese artista. E implica reforzar la base heterosexista y homofóbica de la llamada “cultura nacional”.

¿Es algo malo ser homosexual? Lo malo es haberse quedado congelado en la época pre Google y anterior a las leyes que protegen a los homosexuales, y a su vez prohibirle a Migré que atreviese esa barrera y llegue con su obra y su biografía a las nuevas generaciones.
A mediados de los años 80 formé parte de un grupo de lesbianas feministas que llamaba “cucarachas” a las que no querían salir del armario. Éramos muy jóvenes y entusiastas, como Marilí Salazbau (interpretada por María Valenzuela). Les decíamos muy despectivamente “cucarachas” porque salían del zócalo recién a las 2 de la madrugada. Y nos atacaban a las pocas que sí nos animábamos a ser lesbianas tiempo completo. Intentaban hacernos la vida imposible en el feminismo y en “el ambiente” (así llamábamos al ghetto homosexual) e impedir nuestras acciones políticas. Fue un momento. El comienzo de nuestra salida política colectiva del armario. Vencimos.
Alberto Migré siempre se adelantó a su época en sus novelas, por eso las jóvenes lo amaban, y muchos adultos prohibían encender el televisor o la radio a la hora en que se emitían.

Migré extraía vivencias de otros, las procesaba y mejoraba los guiones de la calle. Las jóvenes tomaban los guiones de Migré e intentaban reproducirlos en la vida misma. Un círculo virtuoso de progreso sentimental, cuando la humanidad no dudaba de la idea de progreso.

No había bajado abismalmente el precio del barril de petróleo, el Rodrigazo no había aplastado los bolsillos, el neoliberalismo no había asomado, el Plan Cóndor aún no había devastado los hogares argentinos.
Durante años Liliana Viola dio vueltas con la idea de traer al ruedo a Alberto (llamémoslo Alberto, porque tan fuerte sigue siendo su presencia). Enfrentando prejuicios de la intelectualidad posmoderna que rechaza las manifestaciones estéticas que desbordan modernidad (maniqueísmo, romanticismo empalagoso, uso limitado de la ironía, cultura de la industria y el comercio) y llevan en sus hilos la idea de progreso (siempre se puede estar mejor). Liliana Viola se los llevó a todos puestos al publicar la biografía de “El Señor Éxito” y mostró que el siglo XXI necesita a Alberto. Fallecido en 2006, Migré revivió con esta biografía publicada a finales de 2017.


Liliana Viola sobrevoló esas dificultades y, de la línea común de los testimonios de las personas que trabajaron con Migré, lo amaron y lo admiraron, extrajo como hilo conductor su papel como educador sentimental de la sociedad argentina. Cada une de quienes pudimos seguir semanalmente las tramas de sus novelas somos capaces de referir al menos un guiño de Migré en nuestra vida amorosa. En mi caso, le agradezco a Alberto haberme habilitado a enamorarme de una profesora de secundaria, que me cuidó y me protegió de la carnicería que se hacía entonces con las jóvenes lesbianas en escuelas y hogares. La novela Pablo en nuestra piel (1977) nos habilitaba a enamorarnos de nuestros profesores. En su libro, Liliana Viola nos vuelve a poner en contacto con nuestros propios guiones amorosos de adolescencia y juventud, que ya habíamos olvidado. Por la biografía me enteré de que exactamente el día de mi cumpleaños número 12 asistí –junto a seis millones de espectadores, muches de elles niñes como yo– al femicidio de Clarita y al femicidio vinculado de Juan Manuel (la pareja joven, maravillosa y adúltera de Piel naranja: Marilina Ross y Arnaldo André), a manos de don Joaquín (Raúl Rossi), el “legítimo esposo” (así se decía) de Clarita, que había quedado impotente en un accidente provocado por su joven esposa. Después de este final, menstrué por primera vez. A raíz de Piel naranja, mi madre me explicó en la cocina qué quería decir que un hombre “quedara impotente”.
Pero el siglo XXI le jugó una mala pasada al censor homofóbico. El acuerdo judicial alcanza solamente a la edición impresa del libro. Gracias a Internet, el pdf con la biografía de Migré escrita por Liliana Viola está disponible libremente para todes.

Adriana Carrasco
Periodista. Colabora en el Suplemento Soy, de Página/12. Militante feminista lesbiana desde 1985. Editó Cuadernos de Existencia Lesbiana y Cuadernos de Militancia Lesbiana.