El nuevo lenguaje de las series

Existe un consenso general en que a fines del siglo XX y principios del XXI se generó una revolución cultural en la industria de las series de televisión, con la emergencia de la llamada Tercera Edad de Oro. Esta discontinuidad no tuvo tanto que ver con el éxito de audiencias –siempre fueron productos culturales masivos y populares, al menos en los Estados Unidos–, sino con profundos cambios en el modo de realizarlas, emitirlas y ponerlas a disposición de los espectadores. Si antes las series eran “procedimentales”, cada episodio era una historia que tenía principio, desarrollo y fin, manteniendo el género y los personajes (los dramas médicos, legales, policiales, forenses, etcétera), ahora cada episodio sería un eslabón de una historia única, desarrollada semana a semana y año tras año, de modo que las series se convertirían en “episódicas”: si las primeras eran como un libro de cuentos, las segundas serían como una novela.

Pero además se produjeron cambios profundos en el discurso ético-cultural de las historias y los personajes. Al ser episódicas, las series de la Tercera Edad de Oro permitían ampliar el arco de las biografías de los personajes, explorar su subjetividad, comprender sus acciones más allá de una simple dicotomía entre buenos y malos. Los villanos ahora tienen un lugar privilegiado en las historias televisivas e incluso llegan a ser los protagonistas (The Punisher, Dexter, Breaking Bad). Los castings se convirtieron en corales, permitiendo desarrollar complejas tramas de relaciones sociales, componiendo guiones que se prestaban a complejas hibridaciones sintagmáticas como el flashforward, flashback o flash sideway.

Estos cambios se combinaron con la crisis del broadcasting (todas las semanas, el mismo horario, el mismo canal), al aparecer la televisión por cable y luego las plataformas de streaming y Youtube. Las cuatro cadenas de televisión históricas de los Estados Unidos (ABC, NBC, CBS, FOX) vieron cómo nacían competidores con o sin experiencia previa en la industria televisiva, que incluso combinaban cable y streaming. Para 2017, último dato disponible, existían más de 50 productoras y emisoras solo en los Estados Unidos y el total de series ofertadas anualmente había ascendido de 152 (en 2009) a 487. A eso hay que sumarle la producción europea, en particular Gran Bretaña y los países bálticos, y las series de países como Argentina, Brasil, Alemania, Turquía, India, etcétera, patrocinadas por Netflix. También Amazon comenzó a producir series y los canales tradicionales fundaron Hulu para hacer frente a sus nuevos competidores.

Por una parte, las productoras y emisoras (no siempre coinciden) buscaron nichos de consumo, ofreciendo series de alta calidad estética, para una audiencia culta, universitaria, con capacidad de pago para suscribirse a plataformas de pago (Amazon, Hulu, Netflix, Crackle, Sky, AMC, FX, entre otras) y pertenecientes al sector de consumidores ABC1; y por la otra, invirtiendo sumas millonarias en la contratación de directores, guionistas y actores de cine, puestas en escena y grandes inversiones en publicidad y merchandising. Por ejemplo, Game of Thrones (HBO) tiene un costo de U$S 10 millones por episodio; actores como Johnny Galecki (The Big Bang Theory) o Andrew Lincoln (The Walking Dead) ganan un millón de dólares por episodio. Por supuesto, también están las series más populares, las que emiten los canales tradicionales, con audiencias de 25 o 30 millones por episodio, realizadas con menor presupuesto y alta tasa de retorno en audiencias de clase media-media y suscriptoras de cable básico.

Si la Tercera Edad de Oro comenzó con Lost o Los Soprano, la saga que iniciaron hizo historia convirtiéndolas en paradigmas de lo que vendría a mediados de la primera década del siglo XXI. La serialidad se convirtió en fidelidad radicalizada e Internet jugó un papel esencial al globalizar los intercambios entre espectadores, fans y críticos de una serie, generando las condiciones para que aparezcan las Wiki creadas por los fieles espectadores, producción de historias paralelas, falsos trailers, webseries, convenciones de fans, turismo a locaciones, programas de TV en que los actores debaten sobre lo que acontece en cada episodio, blogs, foros, páginas con subtítulos.

Para John Landgraf, el responsable de la cadena de televisión FX, todos estos cambios han dejado atrás a la Tercera Edad de Oro para dar lugar a la “Peak TV”. Enfrentado abiertamente con Netflix, a quien acusa de producir decenas de series de baja calidad y que nadie puede llegar a ver pero que saturan la oferta del mercado, Landgraf hace un diagnóstico apocalíptico para la industria. Según su opinión el “pico” o la “burbuja” estallarán y cuando lo hagan arrastrarán a toda la industria a una crisis fenomenal de la televisión norteamericana. Otros son más entusiastas y estiman que la industria se irá depurando, dejando lugar a la era del networking.

Series que inicialmente fueron de culto como Breaking Bad, Game of Thrones o Lost se convirtieron en parte de la cultura audiovisual masiva y popular. Este auge se articuló con la industria del libro, la literatura y el cómic, alimentando guiones con éxitos editoriales que, a la vez, redundan en éxitos televisivos.

De igual manera las series expanden sus universos a la pantalla grande y viceversa como en los casos de The Walking Dead, Transparent, 24, Star Trek, El señor de los anillos, etcétera. La actual etapa también es la del transmedia storytelling, en la que no existen fronteras rígidas entre medios (cine, televisión, plataformas web, videos) sino umbrales. Así, de una historia puede desprenderse tanto un spin-off (una historia derivada de la principal), como en una webserie, o una película para televisión.

Finalmente, están los nuevos documentales seriales como Mars, Alienígenas Ancestrales, El precio de la Historia, Rutas Mortales, Supervivencia al desnudo, En la Isla, Naturaleza Salvaje, Desafío sobre Fuego, entre otros, que son los buques insignia de National Geographic, History Channel, Discovery Channel, Animal Planet, entre otros; se trata de productos híbridos, que combinan elementos del documental tradicional, el docudrama, el falso documental, el reality-show y la ficción dramática. Incluso History tiene su propia serie, la afamada Vikings, que compite de igual a igual con toda la oferta existente.

Sea como fuere no hay ningún indicio de que la “burbuja” vaya a estallar o llegue el fin de la televisión. Así como Netflix está interesada en comprar canales de televisión tradicionales, la CBS lanza su propia plataforma de streaming e incluso ambas empresas se asocian en proyectos conjuntos. La discontinuidad se convierte en una nueva regularidad.

Luis García Fanlo
Doctor en Ciencias Sociales y sociólogo (UBA). Investigador del Área de Investigaciones sobre Cine y Audiovisual del Instituto de Artes del Espectáculo (Filosofía y Letras, UBA). Miembro de la Asociación Argentina de Estudios sobre Cine y Audiovisual (ASAECA). Autor del libro El lenguaje de las series de televisión, (Buenos Aires, EUDEBA, 2016).