VIH y aplicaciones de contactos: ¿somos lo que contamos en nuestras redes?

¿Decirlo o no decirlo? (spoiler: no)

Cuando fui diagnosticado VIH+ lo primero que hice fue postearlo en mi muro de Facebook. No fue un acto de empoderamiento ni de visibilidad, yo sólo quería que cualquier posible compañero sexual sepa de antemano que yo “lo tenía”. Porque entonces pensaba eso, que había que decirlo. Y por mucho tiempo comencé la carrera de mi sexoafectividad en desventaja, pensando que yo debía compartir la situación para ver si del otro lado “se animaban” a mí. Y si se animaban desarrollaba uno de esos amores románticos marca sociedad capitalista constructora de emociones frágiles que no te lo robo amigx.

El prólogo de mi vulnerabilidad, la película precuela que construye mi inseguridad, es un pensamiento condenatorio. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran gran culpa, es que yo debía asumir toda responsabilidad. Priorizar en el cuidado de la otredad. Y en última instancia, yo. Porque si estaba así de –irónicamente– positivo, era porque algo había hecho. Esto es lo que me fue enseñado el vivir en sociedad.

Por Sergio Langer

Es en el caldo de cultivo de esa culpa que florece el debate de si decirlo o no. Y la respuesta es una pregunta: ¿por qué en una relación sexual consensuada sólo una de las partes debe responsabilizarse por el cuidado de quienes intervienen? ¿Qué responsabilidad tiene cada participante en ese acto? ¿Para con quién? Entonces, no: yo no tengo que decirlo obligatoriamente. Yo me comparto cuando lo deseo y nosotrxs tenemos relaciones sexuales consensuadas afrontando la responsabilidad de nuestras prácticas.

Este año la OMS, la ONU y demás siglas importantes para la credibilidad científica confirmaron lo que las personas con VIH sabemos hace rato: una persona indetectable no transmite el virus.

Además, ¿con qué información llegamos a nuestra vida sexual? Este año la OMS, la ONU y demás siglas importantes para la credibilidad científica confirmaron lo que las personas con VIH sabemos hace rato: una persona indetectable no transmite el virus. No, no me curé. Esto significa que si yo estoy en tratamiento antirretroviral, alcanzo la indetectabilidad del virus en mi cuerpo, y si la sostengo, no transmito VIH. Entonces, ¿qué es lo que necesitas que te diga? “Hola, tengo algo que no te puedo transmitir”. Y supongamos que no tomo medicación, que no sabía que era positivo, etcétera. De nuevo, ¿es mi responsabilidad al 100% lo que hagamos o dejemos de hacer en esta relación sexual consensuada? Spoiler (de nuevo): no.

Tus píxeles me calientan (y me juzgan)

Si elegí compartir mi estado serológico en redes sociales fue porque no quería someterme a la experiencia vintage del uno a uno en persona. Hace demasiado que somos tan nuestros avatares virtuales en el mundo analógico como en el de las apps. Entonces cuando Grindr, esa góndola de supermercado donde todos los varones gays nos exhibimos para ser consumidos, me preguntó mi estado de VIH no dudé en llenar el casillero con “Positivo indetectable”. Al fin y al cabo ya había completado peso, altura, rol sexual, pronombres que prefiero usar, si soy musculoso, pulcro, etcétera.

Lo primero que me sorprendió es la poca cantidad de pares positivos compartiendo su estado. Y no porque considere que deban hacerlo, todo lo contrario, apoyo totalmente el derecho a la confidencialidad. Lo que me llamó la atención es que me digan que no lo hacían porque no querían recibir agresiones por parte de otros varones gays. Me mostraban capturas de pantalla con comentarios como “vos nos querés contagiar” o “encima de feo, bichoso”. Así que encima de mala gente, ignorantes: indetectable = intransmisible.

Después me pregunté: si yo no transmito, ¿para qué lo digo? ¿Lo digo para que no me teman? Onda: “mirá, soy indetectable, no me tenés que tener miedo, por favor cogeme”. No. Todo lo contrario. Lo digo para que me teman. Para que le teman no a mi virus, sino a mi orgullo. Porque sí, yo estoy muy orgulloso de ser VIH+. Mi orgullo no es el virus, mi orgullo es vivir y sobrevivir en una sociedad que decide abrazar su ignorancia desde la maldad para convertirla en balas que apuntan directo a mi frente.

Cuando hablamos de VIH de lo último que hablamos es de un virus. Estamos hablando de estructuras sociales. Hablamos de criminalización de las identidades que vivimos con un estado de salud distinto al parámetro de “normalidad”. Y de repente me habla un pibe en Grindr que en su descripción pone “sano”, porque como es VIH negativo ya se considera sano. Porque lo único que importa es eso, ¿no hay otras ITS? ¿Y entonces qué, si vos estás “sano” yo estoy “enfermo”? A ver, yo no estoy enfermo. Enfermo está este sistema ignorante que nos estigmatiza regodeándose en su ignorancia. Yo: VIH+. Yo: Lucas.

Mi orgullo no es el virus, mi orgullo es vivir y sobrevivir en una sociedad que decide abrazar su ignorancia desde la maldad para convertirla en balas que apuntan directo a mi frente.

Ya sea en Grindr o en una estadística serológica, en toda la categorización se pierde mi identidad. Somos interseccionalidades de tantas (TANTAS) cosas que sólo definirnos por una categoría sería infinitamente reductivo. Celebro visibilizar mis etiquetas como acto político, como un recorte de quién soy y por qué lucho, pero no soy ese 100%.

En mi Grindr dice que soy PUTO, porque eso de “gay” me queda muy correcto e higienista. En el perfil también dice que soy demisexual y capricorniano. Y claro, entre todo eso dice que soy VIH+ e indetectable. Yo hice un gran camino para que cada una de estas etiquetas deje de ser una enunciación y defina mi fibra más interna. Siempre es un placer compartirlo con otredades y abrir a los diálogos. Pero claro, para eso, hay que recordar que detrás de tanto píxel y título hay personas. De allá y de acá.

Soy. Somos.