Las sorpresas del revelado

La otra noche saqué unas cuantas fotos con el celular, para elegir luego la que saliera mejor, la que más me gustara. Y, junto a Adriana Vianna, varios que somos “de antes” recordamos las épocas del rollo. Recordamos el cuidado de cada foto (jóvenes: antes cada foto se pagaba), el peligro de velar el rollo y las sorpresas, buenas o malas, previsibles o impensadas, del revelado.

En la época pre-celular surgió la principal epidemia contemporánea: la del VIH/sida, hace casi cuarenta años. Desde entonces, decimos que el sida ha sido un gran revelador. Muchas desigualdades, muchos procesos que estaban velados, ocultos, encerrados, se volvieron visibles, se fijaron en la memoria y en la agenda de la protesta y la transformación.

La primera foto, diría el primer álbum, que reveló el sida fue el álbum variopinto de la sexualidad. Reveló que las prácticas, vínculos e identidades sexuales eran más variados de lo que se pensaba o quería admitir, más extendidos, más fluidos y rebeldes. Por las características de la epidemia entonces en la Argentina (y en el Norte global), lo que apareció en su enceguecida visibilidad fue la homosexualidad masculina, la cantidad de “hombres que tienen sexo con hombres”, y desde la epidemiología, el activismo y las vidas cotidianas, entró a jugar la perplejidad de las identidades asociadas al sexo y al género, las identidades personales y las identidades políticas. En este álbum visibilizado apareció de manera cruel e ineludible la desigualdad política y social, la desigualdad de derechos, que se basaba en el privilegio exclusivo y excluyente de la heterosexualidad reproductiva. La heterosexualidad reproductiva y su reconocimiento institucional por el Estado era la estrecha puerta de entrada para la titularidad y ejercicio de casi todos los derechos. La desigualdad en derechos no significaba –como no significa en ningún caso– sólo un problema ético, sino que traía consecuencias directas en la vida, salud, economía y sufrimiento de vastas categorías de población. Primer álbum revelado, entonces, es el álbum de la orientación sexual y la identidad de género, las desigualdades e injusticias que la heteronormatividad supone, produce y reproduce. En relación con la sexualidad y el género, también se reveló que la heterosexualidad no es una categoría ni experiencia homogénea, no todo es privilegio, no todo es foto de casamiento con la parejita sonriente. La vulnerabilidad de las mujeres, la violencia, los mandatos reproductivos y no-reproductivos, las vidas santas y las no tanto (el término de entonces: la “promiscuidad”). En suma, no toda la heterosexualidad era ni es heteronormativa.

El primer álbum parece no admitir más sorpresas: ¿qué más queda por salir a la luz en materia de sexualidad, diversidad sexual, género? No sé si es sorpresa, pero sí es triste comprobación: las categorías más vulnerables siguen siendo las más vulnerables, la epidemia sigue, y el carácter ordinario de la enfermedad es más desde la experiencia de síntomas (hoy bastante controlados) y tratamientos (hoy bastante poco invasivos) que de la transformación del estigma y la discriminación.

Por Langer y Rulloni

Un segundo álbum que el sida reveló –como si hiciera falta– es que la clase y la desigualdad social impacta directamente, cruelmente, en la probabilidad de infectarse, enfermarse y morirse. Por si alguien no lo sabe, el sida es una infección transmitida por un virus, el VIH; la pobreza, la exclusión o el desempleo no transmiten la infección. Pero ser pobre es predictor de mayor probabilidad de infectarse, de enfermarse y de morirse. También las respuestas a la epidemia mostraron la sistemática exclusión de pobres, migrantes y otras categorías explotadas y excluidas. Una paradoja de la epidemia del sida es que dichas categorías lograron un pequeño esbozo de inclusión ciudadana al ser objeto de las campañas de prevención y al recibir tratamientos desde el sistema público de salud. Ejemplo: la primera vez que quienes usan drogas son considerados como sujetos de algún derecho es en las campañas de prevención del VIH; lo mismo, las travestis o las trabajadoras sexuales. En otros países llamaron a este proceso “ciudadanía terapéutica”: el reconocimiento de derechos y el vínculo con el Estado (no puramente represivo) a partir del acceso a la prevención y el tratamiento. Se accede a derechos por estar enfermo o por pertenecer a una categoría susceptible de infectarse. Esto ya sea porque desde el Estado se asumió que todas y todos merecen ser reconocidos, ya sea porque estas categorías son “puente” para que la infección se generalice en otras y otros ya incluidos y merecedores de protección. En cualquier caso, el sida sirvió para abrir canales de ciudadanía a grupos históricamente, y sistemáticamente, reprimidos y excluidos.

Usá preservativo y anticonceptivos: pero se vuelven inaccesibles. Informate: pero no hay presupuesto para la educación sexual. Hacete el test: pero la salud pública es desmantelada. Y así. Es lo que se llama el double bind: el mensaje es imperativo e imposible de cumplir, de estar a su altura. Eso produce un sufrimiento insoportable, políticamente creado.

El álbum de la desigualdad parece esfumarse en el mundo neoliberal.

Aquí quiero traer un padecimiento típico (aunque tal vez no exclusivo) del neoliberalismo: desde el Estado y la sociedad se interpela a los sujetos a cuidarse –incluso a cuidar a los demás– y al mismo tiempo se quitan de manera constante, creciente y sistemática los medios para poner en práctica el autocuidado y el cuidado.

Usá preservativo y anticonceptivos: pero se vuelven inaccesibles. Informate: pero no hay presupuesto para la educación sexual. Hacete el test: pero la salud pública es desmantelada. Y así. Es lo que se llama el double bind: el mensaje es imperativo e imposible de cumplir, de estar a su altura. Eso produce un sufrimiento insoportable, políticamente creado.

Un tercer álbum revelado fue el del sistema de salud. Las imágenes mostraron un sistema ineficaz, desigual, injusto, fragmentado, caro, no preparado. También fueron mostrando mucha solidaridad y capacidad de respuesta: desde el inicio que la Argentina provee acceso universal a los tratamientos antirretrovirales. Con dificultades y baches, pero los provee. El sida mostró que hace falta voluntad política, que esa voluntad no viene del aire sino que muchas veces resulta de la movilización local e internacional, que hacen falta leyes (la Argentina tiene una ley de sida, y leyes que obligan a la cobertura por obras sociales y prepagas), recursos y burocracias estatales en todos los niveles. También mostró que pacientes acceden a antirretrovirales porque hay multinacionales y laboratorios privados nacionales que los producen. Y que hay pacientes que no acceden, o acceden a precios exorbitantes, porque son los privados las que los producen y fijan los precios. Resumiendo: el sida también reveló los perversos mecanismos de las patentes y procesos de compra y producción de medicamentos.

Tercer álbum hoy: no hay manera de responder de manera sustentable a la epidemia del VIH sin reformular el estatus global de las patentes y sin producir estatalmente medicamentos antirretrovirales, como ya se empezó a hacer en la Argentina con alguna que otra droga.

Como si hiciera falta, el sida reveló que no hay respuestas sanitarias indisociables del reconocimiento de derechos, que no hay avance posible en el reconocimiento de derechos sin tomar en serio la formación de un sistema de salud accesible, de calidad y sostenible.

El cuarto álbum es uno más propio de especialistas, que se preocupan por pensar todas estas cosas. Resultó que la epidemia también reveló qué modos de investigar e intervenir son más eficaces, precisos e interesantes. Pasamos del riesgo a la vulnerabilidad, y de la vulnerabilidad como cuestión de sujetos y grupos sociales a una visión integral que incluye al Estado como productor activo de vulnerabilidad –y no sólo como responsable de mejores o peores respuestas.1

Como si hiciera falta, el sida reveló que no hay respuestas sanitarias indisociables del reconocimiento de derechos, que no hay avance posible en el reconocimiento de derechos sin tomar en serio la formación de un sistema de salud accesible, de calidad y sostenible.

Un quinto álbum, bien argentino, es el sida como reactualizador de discursos y prácticas del peor autoritarismo nacional: “algo habrá hecho”, “por algo será”, “a mí no me va a pasar”, la idea de que hay víctimas inocentes y culpables “que se la buscaron”.

Como con los desaparecidos, hay personas infectadas que merecen respeto y compasión y otras que han recibido un castigo que, aun excesivo (la enfermedad y la muerte), sí de alguna manera se explica por su comportamiento e irresponsabilidad. Desaparecidos, VIH, la historia siguió revelando la persistencia del fascismo cotidiano, aquel que marca con el dedo desde un lugar de buena conciencia.

Nota

1 Sobre este punto, ver: https://www.editorialteseo.com/archivos/15709/prevencion-promocion-y-cuidado.