Cambiemos, la vuelta al FMI y el déjà vu del 2001

Las analogías con la crisis de diciembre de 2001 y el actual gobierno de Cambiemos tienen su base en que la política económica del gobierno va creando las condiciones para que nuestro país pase por una nueva crisis de endeudamiento como la que, entre otras cuestiones, tuvo lugar en aquellos días. La deuda externa ha tenido con Macri un promedio de crecimiento impactante, de más de 30.000 millones de dólares por año, muy superior a todo lo visto anteriormente. Luego de la devaluación de mayo tanto la deuda pública total como la deuda externa llegaron a porcentajes superiores respecto del PBI del que tenían en 2001: 67,4% y 35,6% hoy frente al 49,6% y 32,7% de hace diecisiete años. Con cada salto devaluatorio ese porcentaje continúa incrementándose. Un año antes de la debacle de su gobierno, Fernando de la Rúa anunciaba un acuerdo con el FMI (el llamado “blindaje”) por el que recibía un préstamo de 40.000 millones de dólares que supuestamente alejaba el peligro de la cesación de pagos por varios años. “Qué lindo es dar buenas noticias”, anunciaba al final del spot donde comunicaba la noticia. ¿Cómo no sentir un cierto déjà vu cuándo uno escucha los mensajes presuntamente tranquilizadores de los funcionarios del actual gobierno? Además, las medidas tomadas luego de la corrida cambiaria de abril-mayo, con una nueva devaluación y tasas de interés al 40%, más las que están en curso fruto del acuerdo stand by por 50.000 millones de dólares con el FMI (empezando por recortes en los puestos de trabajo del sector público y el freno a la obra pública), presentan un panorama estanflacionario (estancamiento económico más suba de la inflación) para el segundo semestre con pérdida de empleo y caída del poder adquisitivo del salario. Vista la vasta tradición de lucha y movilización que caracteriza a la clase obrera argentina, sería muy extraño que esta situación no empuje a un aumento de la resistencia en las calles de los trabajadores y los sectores populares. Y a esto hay que sumar las posibles desestabilizaciones que vengan del exterior, como podría ser un golpe de mercado en Brasil ante el empantanamiento de las reformas reaccionarias del gobierno golpista de Temer, perspectiva que se discute en la prensa financiera internacional, o la que ya impactó producto de la crisis en Turquía. Pero aun la “crisis de los cuadernos”, una operación judicial-político-mediática apoyada en el entramado de negocios corruptos entre los distintos gobiernos y los empresarios vinculados a la obra pública que muestra la putrefacción del conjunto del régimen político, tiene también implicancias económicas, golpeando de lleno en ese sector de la economía y, posiblemente, también en sectores de la banca.

Esto no significa que el único escenario que tenemos por delante sea que Macri termine como De la Rúa. Hasta el momento Cambiemos ha contado con el auxilio de gran parte del peronismo para aplicar sus planes, como expresa el apoyo recibido en el Congreso (donde el oficialismo es minoría en ambas cámaras) para leyes como la de pago a los “fondos buitre”, el blanqueo de capitales, la (contra) reforma jubilatoria o el aval al endeudamiento que figura en el Presupuesto nacional. Es muy probable que la política de los gobernadores (23 de 24 firmaron el pacto fiscal que permitió el golpe a los jubilados) y del peronismo “dialoguista” sea tratar de descomprimir, mientras que con la excusa de la “gobernabilidad” le permiten a Macri hacer pasar el acuerdo con el FMI. El sector kirchnerista, por su parte, es más duro en los discursos pero en realidad no tiene una estrategia muy distinta. Pero ante la magnitud del ataque es difícil que en esta ocasión la expectativa en un cambio político desde arriba contenga el descontento, como en cierta medida ocurrió luego de la conformación de la Alianza bajo el gobierno de Menem en 1997. Lo cierto es que son distintos escenarios los que están abiertos y es la lucha de clases la que tendrá la última palabra.

Viéndolo más en perspectiva estamos ante un nuevo saqueo, el cuarto desde la dictadura para acá, que explica por qué hoy los trabajadores tienen un ingreso promedio que es poco más de la mitad de lo que recibían en 1974. En cada gran crisis nacional fue la clase dominante la que dio una salida favorable a sus intereses. En la que se abrió en el segundo semestre de 1974 recurriendo directamente al golpe genocida para disciplinar y aumentar los niveles de explotación de la clase obrera. En la de 1989-1991 utilizando la hiperinflación como factor disciplinador y derrotando las luchas contra las privatizaciones implementadas por el gobierno justicialista de Menem y Cavallo. En el salto pegado por la crisis en diciembre de 2001 con el shock devaluatorio bajo el gobierno de Duhalde, que generó la disminución de un 40% en el salario real.

¿Podrá llevar adelante su cometido el “gobierno de los ricos”? No podemos saberlo con certeza pero al menos nos animamos a afirmar que no lo hará sin tener que derrotar una fuerte resistencia obrera y popular. Quienes se apuraron a anunciar que Cambiemos había logrado una “nueva hegemonía” luego de las elecciones de octubre de 2017 tuvieron que retroceder después del límite que las calles pusieron al gobierno el 14 y 18 de diciembre. Desde entonces la imagen presidencial no para de caer. Varias encuestas señalaron una oposición muy mayoritaria al veto presidencial a la ley de freno al tarifazo. Otras muestran cifras muy altas en lo que hace al apoyo a la nacionalización de las empresas de servicios. También son muy elevados los niveles de rechazo al acuerdo con el FMI. Esto no implica automáticamente que hoy ya podamos afirmar que la reelección de Macri está descartada pero sí muestra la superficialidad de algunos análisis que se obnubilaron con la supuesta novedad que expresaría Cambiemos. En realidad, detrás del gobierno de los CEOs y empresarios está el programa del capital financiero que supo en la historia nacional encontrar otras expresiones, de varias dictaduras militares a gobiernos radicales (como De la Rúa) y peronistas (como Menem). La especificidad de contar con un gabinete que parece más una reunión de lobistas de las distintas fracciones del capital que otra cosa (el “país atendido por –algunos– de sus propios dueños”), un sesgo muy marcado del gobierno “cambiemista”, quizás tenga el efecto futuro de producir un salto anticapitalista en la conciencia política de franjas del movimiento de masas, ya que pocas veces hemos contado con un ejemplo tan literal de la definición del Estado moderno dada por Marx en el Manifiesto Comunista como “una junta que administra los negocios de la burguesía en su conjunto”.

En cierta medida el predominio del PRO en Cambiemos es equiparable al que tuvo el kirchnerismo dentro del peronismo en sus doce años de gobierno. El PRO utilizó para surgir por derecha el elemento antipolítico de la crisis de 2001, en la misma forma que Néstor Kirchner se montó en el descontento a la vez que lo contuvo como variante de centroizquierda, actuando como un gobierno “de desvío” frente al descontento popular. Pero no hay que olvidar que Cambiemos llegó al gobierno montado sobre un fuerte elemento de consenso negativo sobre el gobierno anterior en las clases medias y sobre la base de disfrazar los objetivos de su programa. Para imponerlo en toda su magnitud tendrán primero que derrotar en las calles la resistencia de los trabajadores.