Alejandra Flechner: “Si hay una novedad política en los últimos años son las mujeres en la calle”

Espóiler conversó con Alejandra Flechner, emblema del Parakultural de los ochenta, acerca de la labor intensa que viene realizando el Colectivo de Actrices Argentinas por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. De las Gambas al Teatro Nacional Cervantes, siempre vigente en cine y televisión, la actriz de Tarascones reflexiona sobre el rol político de la mujer y el panorama cultural en la actualidad.

¿Cómo se gestó la campaña de las actrices por la despenalización del aborto?

Como siempre, a veces las cosas se vienen cocinando y de pronto hay algo que hace que fragüen o se cristalicen. Hubo un primer chat que inició Dolores Fonzi y a partir de ese momento, ya hace tres meses, comenzamos a trabajar. Ese grupo se fue engrosando y se armó una especie de colectiva de actrices, entre las cuales muchas nos conocíamos y otras no. Generamos una organización a medida que el trabajo lo iba pidiendo. El tema de la legalización del aborto no es nuevo pero a partir de nuestra visibilidad logramos hacer nuestro aporte, como ocurre con Teatro por la identidad. No es menor que en la entrega de los Martín Fierro una compañera, con un pañuelo verde, gane un premio, hable de la legalización del aborto y eso se vea en todo el país. El tema está derramado en la sociedad y nosotros venimos a hacer nuestro pequeño aporte que en la coyuntura es muy útil porque da la posibilidad de cierta masividad. La novedad política de las mujeres en la calle es un secreto a voces. Si hay una novedad política en los últimos años son las mujeres en la calle.

Fotografía: Martín Schiappacasse

¿Pensás que todo esto que se está generando es un hecho coyuntural, pasajero o que marca un antes y un después, de algo que vino para quedarse?

Sí, absolutamente, acá y en muchos lugares del mundo. La noche de la votación éramos un millón de mujeres en la calle frente al Congreso. Eso es un datazo incluso para los políticos e influyó en la votación, que venía cabeza a cabeza. Hay una calle que empieza a perforar la cuestión de la representatividad frente a muchos intereses creados y al ansia de control sobre el cuerpo de la mujer, sus decisiones y el lugar que cumple en el capitalismo como ciudadana de segunda, trabajando gratis como incubadora. Las mujeres estamos intentando mover los modos tradicionales hegemónicos de la política y eso es lo más interesante.

¿Vos creés que este fenómeno logró quebrar la línea de la clase media y que también logró penetrar en sectores populares?

Si vos ves el movimiento Ni una menos en la calle, las víctimas de femicidios y violaciones provienen de las clases populares. Son ellas quienes se están movilizando. Justamente Lucrecia Martel escribió una carta muy interesante que desmitifica el discurso que dice que Salta es conservadora. Ella dice “ojo muchachos, el poder es conservador, pero Salta no es exclusivamente conservadora”. Pensá que el treinta por ciento de las votaciones gana la izquierda. O sea, Salta es conservadora, pero además hay putos, travestis, chicas trans, una minoría que no está representada. La crisis tiene que ver con la representatividad vertical de los partidos, porque gana un tipo que no representa la diversidad de una sociedad. Pero las organizaciones de mujeres y de economías populares son transversales, tal como resultaron ser las diputadas: de Lospennato del PRO a Romina del Plá del PO, de una punta a la otra.

Ilustración: Langer

¿Qué lectura política hacés de esto?

Nunca me imaginé que iba a terminar llorando con Lospennato. Hay algo interesante que no sé muy bien hacia dónde va. Es particular esta transversalidad de la tarea conjunta de distintas fuerzas políticas aunándose. Macri manda a debatir la ley pensando que no iba a salir, que es un poco lo que dijo Lilita que termina siendo la loca de la familia que dice la verdad, y todo lo que sucede supera ampliamente la cuestión. Se le escapó una nueva tortuga, por suerte, porque fuimos a golpear las puertas de los diputados para que den su postura.

Las actrices estuvimos en el enlace parlamentario, salimos a cabildear, a hablar con diputados que no tenían ni idea de la ley, con diputados que dicen que los temas sociales no les interesan o que no están informados. Empujamos la pared porque nosotros votamos e interpelamos a nuestros representantes que deben dar explicaciones.

Todo esto inaugura un momento, es una novedad política, abre espacios.

Como actriz, ¿qué repercusión observás?

Siento un apoyo total. En el teatro salimos todas las noches con el pañuelo verde y es una explosión de apoyo, aunque no es lo mismo en todos lados. Así como mi hijo de quince años va con su pañuelo verde en la mochila, alguien que también iba en bici me contó que una tipa de un auto le dijo “te tendría que pisar por ir con ese pañuelo”. Ése es el nivel de confrontación: nosotros pedimos por una ley y ellos se oponen, pero no tienen un proyecto para contraponer. Lo único que hay del otro lado es violencia.

Hay una Argentina que vota a Macri, conservadora en temas económicos y políticos pero que frente a temas sociales pueden votar cosas diferentes. No fue gratis para Macri.

Las leyes finalmente son leyes y el movimiento de mujeres pretende mucho más que eso porque sigue siendo una ley dentro de un sistema patriarcal, homogeneizado por los varones. Siempre es bueno ampliar derechos, pero las luchas continúan y en niveles diversos. Por eso, hablo de la calle. Porque esa noche había chicas de dieciséis años que, si se perdía por dos votos, no se iban a volver tranquilas a sus casas. Ahí sí tenés la responsabilidad de un gobierno. Si vos largaste esto no podés dejar el barco a la deriva a las cinco de la mañana. Sacate el pijama y vení a laburar.

Fotografía: Martín Schiappacasse

¿Cómo ves el panorama actual en cuanto a las políticas culturales? ¿Cuál es la particularidad de esta etapa?

El cambio rotundo y brusco de los últimos dos años respecto de todas las costumbres argentinas tiene que ver con dónde se invierte y dónde se recorta el dinero.

Hoy todas las políticas son de retiro del Estado. Entonces las políticas culturales son inexistentes, es más, ni se puede hablar de políticas culturales porque no es un tema para este gobierno. Se vive un momento de espanto porque la gente no sabe cuánto le va a venir de tarifa de gas: volvimos a un lugar primitivo, hay hambre y la situación es muy grave para muchísimas personas.

En el 88, cuando ibas al almacén y la yerba salía una plata por la mañana pero a la tarde otra, con las Gambas, que habíamos salido del Parakultural, llenábamos en ese momento el Empire mientras que en la calle Corrientes se morían todos de hambre. Éramos una excepción, como ahora puede ser Toc Toc. Actualmente con Tarascones, dentro de la malaria general, a nosotras nos está yendo muy bien, pero hablar de un espectáculo en particular no es representativo. La situación del teatro comercial, ya lo dijo Carlos Rottemberg hace poco, está en un cuarenta por ciento por debajo con respecto a los últimos cuatro años. En televisión no hay ficción, son todas latas y panelismo: ponés un panel, pagás cinco sueldos y tenés un programa de dos horas y media donde hablás de todo, de chismes, de política, porque ya ni siquiera hay especificidad en los programas. El panorama se va a ir definiendo en las luchas que se dan en cada ámbito. Creo que como artista estoy posicionada siempre en los bordes, incluso también políticamente. Acompaño proyectos como el kirchnerismo sin ser una afiliada militante. Puedo hacer tele o cine mainstream, pero también conformo ahora una cooperativa teatral. Todos son lugares de construcción. Estar con un pie adentro y otro afuera, estar en los bordes también es una construcción. Estamos en un momento denso, pero de pronto pasan cosas. La historia siempre es un poco imprevisible y hay algo donde sale el tiro por la culata: ésa es nuestra esperanza. También la impericia de esta gente que ni siquiera es una derecha sustentable, porque no pueden sostener un proyecto, como ocurre con el teatro oficial. El Teatro San Martín se cerró un año y medio para luego volver a inundarse, el Teatro Presidente Alvear está cerrado desde hace cuatro años… Las políticas culturales que vienen del Estado están al mínimo vital y móvil. Es un gobierno que no tiene ningún interés.

¿Cómo viviste el ataque a actores vinculados al kirchnerismo?

La estigmatización es aterradora. Toda esa visibilidad que puede resultar a favor con respecto a la ley, si llega a salir, pienso que en el día de mañana a todos los que estuvimos con el pañuelo y muy expuestos, no sé si no se nos viene… Es tremendo porque todos los actores que conozco y que están comprometidos políticamente son muy honorables.

Encastrar y estigmatizar, salir a atacar “trollmente” a los actores y a las actrices es aterrador. ¿Cuántas actrices dejaron de hablar porque, si no, no te dan laburo en este nivel de violencia y mentira?

Es macartismo. Quienes destapan el odio son lo que no quieren este proyecto pero no tienen otro. El odio de clase sigue existiendo en esa situación aspiracional, la de ser un gilastro de clase media que paga la cuota de un auto pero que se identifica con el sojero en lugar de hacerlo con el que está abajo. La clase dominante, lo único que tiene en claro es la conciencia de clase. Y lo hacen bien: se casan con quienes se tienen que casar mientras que los que la traicionan son exonerados y terminan siendo la oveja negra de la familia. Todo lo contrario de la clase media, que se siente dueña de cien hectáreas cuando no le alcanza para pagar el alquiler y se enoja con el que está más abajo. En el contexto de la crisis de 2001 ocurrieron cosas muy interesantes como las asambleas pero parte de ese material luego se aburguesó en una especie de capitalismo progresista que ahora otra vez entra en crisis. Tenemos que salir todos a parar esta vuelta.